Las Crónicas de Narnia. El reencuentro

CAPITULO XXIV. Una tarde en Narnia

Las palabras que había pronunciado su pequeña hermana quedaron rondando en su pensamiento durante toda la tarde. ¿Habrá algún infiltrado en el castillo? ¿Alguien los ha traicionado? ¿Cumplirá su objetivo de entregarla a la Bruja Blanca?
Susan salió de su habitación y se encontró con Peter, quien también estaba haciendo guardia junto a algunos soldados.

- ¡Peter! ¿Qué haces aquí?

- Reemplazando la guardia de Caspian. En un par de horas me reemplazará Edmund.

La muchacha hizo pasar a su hermano al cuarto para exigirle explicaciones.

- Su, con los demás pensamos en que puede haber algún traidor dentro del castillo. Las notas aparecieron en el castillo, que está continuamente vigilado. Es muy difícil que alguien de afuera, desconocido, ingrese así como si nada sin ser visto. - explicó Peter ante la mirada desconcertada de su hermana.

- Lucy ha venido antes a decirme lo mismo. - dijo Susan entre suspiros. - ¿Tienen alguna sospecha, algo?

- Nada. Caspian está vigilando muy de cerca a todos los soldados, inclusive a Elis.

La muchacha se sintió angustiada, triste, enojada. Un sinfín de sentimientos inundaron su cuerpo. Sabía la capacidad que tenía la Bruja Blanca de persuadir a la gente. No podía dejar de pensar en la vez que había engañado a Edmund, en esos animales horrendos que secuestraron a Peter, en la vez que hipnotizó a Caspian. Por más que todo el ejército narniano esté haciendo guardia en la puerta de su habitación, si Jadis quería llegar a ella, de una forma u otra lo lograría.

- Tengo un poco de hambre, ¿me acompañas a la cocina? - comentó la joven mirando a su hermano.

- ¿Hacemos ese pastel de limón que te sale tan delicioso? - agregó Peter tratando de animarla.

- Sólo si no me dejas haciéndolo sola.

Peter y Susan se dirigieron juntos a la cocina y pusieron manos a la obra. El muchacho creía que sería una buena forma de tranquilizar a su hermana, y así lo fue. Compartieron un buen rato entre risas y cocina, ambos casi habían olvidado lo compinches que siempre fueron desde pequeños.
Cuando el pastel ya estaba listo, montaron un picnic en el jardín. Susan mandó a llamar a sus otros hermanos y a Caspian, para que compartieran con ellos ese momento de paz.
Los Reyes y Reinas merendaron bajo el sol de la cálida tarde narniana, riéndose y recordando anécdotas que los desconectaban un poco de la realidad.
Con el sol casi oculto por completo, los hermanos Pevensie se dirigieron nuevamente al castillo; mientras que Caspian se quedó acompañando a Susan en el lugar del picnic.

- ¿Cómo estás? - preguntó el muchacho tomando la mano de la joven.

- Bien, supongo - respondió entre suspiros. - Peter me ha comentado lo de sus guardias, por si acaso.

- Puede sonar exagerado, pero creemos que es lo mejor.

- Nada es exagerado. Hace una semana creíamos que la Bruja Blanca estaba muerta, y míranos ahora.

A pesar de todo lo que había y estaba sucediendo, Susan no perdía el sentido del humor. Siempre lograba robarle una sonrisa a su amado con pocas palabras.
Pasado un rato, los dos jóvenes ingresaron nuevamente al castillo ya que la cena los estaba esperando.
Al terminar, Caspian acompañó a la muchacha a su habitación; que seguía siendo vigilada por guardias en la entrada y en el balcón.

- Cas, ¿te puedo pedir algo?

- Por supuesto, lo que desee mi Reina. - respondió el muchacho sonriendo.

- ¿Puedo dormir en tu habitación esta noche? No me siento segura estando sola.

Las miradas de ambos se encontraron llenas de ternura. Ella quería que la cuidase. Él quería cuidarla.
Sin decir palabra alguna, Caspian tomó a la joven de la mano y se dirigieron a su cuarto.