Capítulo 1.

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Recién era el primer día de cuarentena, ¿qué podía salir mal? Todo, todo podía salir mal. Yo no era de esas personas que les gustaba estar encerrada en su casa o convivir con su familia. A mí me gustaba salir, pasar el tiempo con mis amigos, estar en contacto con la naturaleza, no sé, lo que sea menos tener que estar en mi casa. 

Lo peor de todo es que no habíamos terminado el año escolar, así que, a los profesores, o mejor dicho al ministerio de educación, se les ocurrió la maravillosa idea de tener clases virtuales. O sea, estábamos en mitad de una pandemia, pero aun así teníamos el estrés que provoca el estudio. Grandioso. Aunque esto no era lo peor, la mayoría de los profesores ni siquiera sabían utilizar un ordenador, así solo tenía pocas clases a la semana.

Ya no sabía que hacer, así que me dirigí a la cocina por sexta vez en lo que iba de día, creo, ya perdí la cuenta. ¿A qué iba? No lo sé, pero el aburrimiento hacía que me diera hambre a todas horas. Además, era lo único que podía hacer, eso era lo malo de estar en mi casa, es que solo como y no hago nada productivo.

Estaba por coger una galleta, me dio antojo de comer leche con galletas, hasta que la voz de mi querida madre, nótese el sarcasmo, me frenó.

- A este paso saldrás hecha una bola de aquí - rodee los ojos.

- Aja, tampoco es que pueda hacer algo más – dije metiendo las galletas en el vaso lleno de leche

- Podrías hacer algo productivo o recoger tu cuarto – respondió.

- Ya lo hice, ya recogí mi cuarto y ordene el armario, ya no tengo nada más que hacer - dije terminando de preparar el vaso, no me dijo nada más así que regrese a mi habitación a encerrarme, como he estado haciendo las últimas 14 horas.

La relación que tenía con mis padres no era muy buena, a duras penas los solía ver antes de esta cuarentena y cuando estaban aquí solo pasábamos discutiendo, ellos me decían lo irresponsable e inmadura que era y yo me quedaba callada, sin decir nada para que me dejaran en paz lo antes posible. Siempre solían compararme con una prima, según debía de ser como ella ya que con la actitud que tenía no llegaría a ningún lado. Al principio me afectaba cada palabra que me decían, pero a estas alturas me daba igual.

Cogí mi ordenador y lo encendí para ver si tenía correos de los profesores. De momento este era el único medio que ellos sabían usar. Nada, de momento, íbamos bien. Decidí que continuaría escribiendo mi historia de Wattpad, ¿por qué? Porque no había nada más interesante que hacer, la última vez que la actualice fue hace siglos, ya era momento de darle vida.

Pasaron varios minutos, que sentí como horas, cuando me di cuenta ya llevaba unas 870 palabras. Waoh, sí que estaba inspirada, antes solía costarme tener ideas para hacer un párrafo, pero hoy ha sucedido todo lo contrario. Iba a continuar escribiendo unas ideas que cruzaron por mi mente hasta que escuche que algo chocó con mi ventana.

"Seguro es un pájaro"

No quise prestarle atención, tenía miedo de perder la idea así que continue escribiendo, pero una voz me detuvo.

- Hola, ¿hay alguien ahí? - cómo lo curiosa que soy, dejé mi inspiración a un lado, me puse de pie y salí al balcón.

Al salir note que había un pequeño peluche de conejo, se me hizo extraño.

- Hola, perdón que te moleste, ¿me lo puedes pasar? - dijo un chico en la ventana del frente, él estaba señalando el peluche que estaba al lado de mis pies. Me sorprendí, no pensé que alguien viviera ahí.

- Oh, sí. Pero si cae a la calle no es mi culpa, no tengo buena puntería - dije mientras me reía y noté que él también. Pero es verdad, no tenía buena puntería, o por lo menos en los partidos de baloncesto no tenía, siempre perdíamos porque el balón se me resbalaba.

Cogí el pequeño peluche, estire mi brazo hacía atrás y con toda la fuerza que tenía lo lance, y, milagrosamente, entró, pero fue directo a la cabeza del pobre perrito que estaba al lado del chico.

- Perdón - me disculpe - Me llamo Nayara - dije antes de que cierre la ventana, no iba a desperdiciar la oportunidad de hacer un amigo.

- Me llamo Matthew, pero puedes decirme Matty - dijo con una sonrisa. Acaso no podía dejar de sonreír, si seguía así saldría de mi casa para ir a darle un beso en la mejilla, era muy tierno.

- Mmm, lindo nombre, como tú - le guiñe el ojo y vi como sonrió, noté que empezaba a sonrojarse, así que decidí cambiar de tema - y dime, ¿llevas mucho tiempo aquí? – pregunté, note que me miro un poco confundido - digo, porque llevo tres años aquí y esa ventana nunca se ha abierto, es más, nunca se había prendido una luz.

- Oh, sí. Nos mudamos la semana pasada, pero yo vine aquí ayer, ya que estaba terminando unas cosas en donde vivía - noté en su voz algo de tristeza, ¿será que terminó con su novia y por eso está así? Debería de dejar de hacer teorías tan a la ligera.

- Oh, bueno, bienvenido, me alegra tener un vecino nuevo y que sea joven, la mayoría tiene más de treinta. Como pequeño regalo te daré un tour por la ciudad – dije, él solo me vio como un bicho raro - ¿Qué? Que estemos encerrados no quiere decir que no te pueda dar un pequeño tour para que conozcas las maravillas de esta pequeña pero agradable ciudad.

- Pero ¿cómo? - siguió viéndome raro.

- Fácil, abre Google maps y ya, ahí hay una opción para poder ver las calles de la ciudad como si estuvieras ahí - me reí por la cara que hizo.

- Vale, déjame buscar el ordenador, mi habitación está hecho un desastre, así que puede que tarde un poco, pero me agrada la idea - se puso a sacar unas cajas y de repente escuche que alguien lo llamó - ¡¿Qué?!... ¡Ya! ¡Dile que ya voy! - vino hacía mí – Perdón, me acaban de llamar para cenar, te parece si dejamos el tour para otro día - dijo sonriendo apenado.

- Oh, claro, no pasa nada. Un gusto conocerte - dije cuando vi que empezaba a irse. "Igualmente" escuche y tras eso entre a mi habitación, cerrando la ventana.

"A lo mejor la cuarentena no iba a estar tan mal."

Es verdad, capaz no iba a estar tan aburrida como pensaba, lo único que falta es que Matthew acepte ser mi amigo. Sonreí, y decidí acostarme a leer un libro, en el día de hoy lo más interesante que me había pasado era Matty. Ya eran las nueve de la noche. Seguía leyendo, el libro estaba interesante, pero estaba cansada de no hacer nada. Deje el libro en mi mesita de noche y apague la luz.

Amor de cuarentenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora