CAPÍTULO 21:

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DARIEN :

Nuestro socio mayor, no era más que un chico de no más de veinticinco años. Y al parecer, al ver lo joven que era el chico, no fui el único en poner su cara de poker. Estábamos inseguros al ver que un joven llevaría las riendas de nuestro dinero. Se veía joven, si, pero también se le veía la madurez y la valentía de querer emprender con el pie derecho el proyecto. Él obviamente se dió cuenta de nuestras dudas, así que poco a poco, fue agarrando terreno, y tomando al toro por los cuernos, sabiendo hablar y explicar a la perfección, porque sería el socio mayor, y mostrando que no por nada, ya tenía más de seis empresas más en el mundo bajo su régimen, y además en perfecto estado.
Fácil, de un momento a otro, nos hizo cambiar de opinión al ver su seguridad, y si habíamos entrado con dudas y desconfiados, salíamos de manera contraria, con una sonrisa, apretando su mano antes de salir y terminar la reunión, sabiendo que no habíamos hecho mejor y próspero trato que éste.

Todo había estado bien. Todo en la junta de socios, había quedado perfectamente aclarado. Solo hubo un detalle.
Tal vez uno insignificante, pero no sabía porque me irritaba tanto. Cuando estaba por terminar la junta, un móvil sonó, y extrañamente me sentí incómodo. Y más al ver que el móvil del socio mayor, era el que había sonado, al parecer con un texto entrante. Cuando ví la sonrisa enamoradiza que puso, para luego teclear y contestar de manera atolondrada, con una sonrisa cursi de enamorada, hizo que se me revolvieran las entrañas. Era una nimiedad que para empezar no tenía porque molestarme. Tal vez lo que me molestaba era el hecho de que aún no nos íbamos, y él, como socio mayor, ya estaba dando un mal ejemplo al estar texteando, cuando en el fondo sabía que ya la junta había acabado, y no era malo lo que hacía. Una sensación demasiado rara. Un sentimiento muy, muy extraño, que para empezar, ni siquiera sabía porque sentía.

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Había tenido que quedarme un día más de lo que había previsto, todo por culpa de unos papeles importantes que había que firmar y que aún no estaban listos. La junta era puntual a las doce, y yo ya me había levantado temprano, y había echo mi rutina habitual. Había hecho unos cuantos ejercicios en mi habitación y otros más en el salón designado como área de gimnasio que tenía el mismo hotel. Había desayunado, me había duchado y me había vestido para ya estar listo, pero aún me quedaba como una hora de tiempo. Así que decidí aprovechar para hacer un par de llamadas antes de irme.

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—¿Y como has estado princesa? —un suspiro hizo eco a través del altavoz. Ya había hecho mis llamadas. Primero había llamado a Michiru para asegurarme de que todo por allá en la oficina estuviera bien, y ahora tenía menos de cinco minutos charlando con Mina, pero ella aún se escuchaba cabizbaja. Tal como la última vez que la ví.

—Pues...estoy bien, papá. Hago el intento de estar bien. —guardó silencio unos segundos, y después de un nuevo suspiro, retomó la palabra —papá.... ¿Aún no has tenido noticias sobre dónde está? —ahora el que suspiró, fui yo.

—No hija. El detective aún sigue haciendo su trabajo, pero no ha conseguido nada. —bufó.

—¡Es un pendejo inútil!

—Mina... —tenía la intención de darle un regaño, por como se estaba expresando, pues sabía muy bien que no me agradaba que lo hiciera de esa manera, pero me interrumpió.

—¡No papá! No me regañes. Sabes que es verdad lo que digo. Ese tipo no ha hecho más que sacarte dinero, y se aprovecha de tu desesperación. —suspiré. Pues sabía que en el fondo, su teoría no estaba tan mal. Yo mismo ya lo había pensado, pero era más mi obsesión y desesperación, que poco me fijé en el dinero que estaba perdiendo en vano. —Papá...deja de darle dinero. —dijo de pronto, y yo fruncí el ceño.

𝐴𝑚𝑖𝑠𝑡𝑎𝑑 𝑅𝑜𝑡𝑎🌙 [C̲̲̅̅O̲̲̅̅M̲̲̅̅P̲̲̅̅L̲̲̅̅E̲̲̅̅T̲̲̅̅O̲̲̅̅]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora