Capítulo 9

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Tres días pasaron desde que el "Pavo Real" me dijo que le gustaba. Pasamos más tiempo juntos: en los almuerzos, en los descansos, en los períodos de estudios y antes de irnos a casa.

Era Jueves y todos estaban emocionados porque al día siguiente sería el Festival Deportivo. En el almuerzo todos los de la sección "C" estaban en una reunión para ajustar las estrategias y poder tener una gran victoria. Yo estaba con el "Pavo Real" almorzando en el jardín, que se volvió nuestro lugar.

-Por fin podrás salir de la inactividad –me dijo limpiando sus manos con la servilleta.

-¡Lo sé! –dije emocionada- No puedo esperar a mañana.

-Te gustan mucho los deportes –afirmó con una sonrisa dulce en su rostro- Me encanta cómo tus ojos brillan por lo de mañana –estaba empezando a acostumbrarme a los comentarios de ese tipo que el rubio siempre hacía cada que tenía la oportunidad, pero eso no significaba que me ponía menos nerviosa.

-Hacer deporte me ayuda a despejar mi mente. –dije ignorando su último comentario- Es como si dejara caer todo el peso que llevo encima todo el tiempo.

-¿Y es mucho? –preguntó un poco preocupado. El timbre se escuchó y suspiré aliviada. Aún no estaba lista de contarle al rubio sobre mis problemas, es más pensaba que jamás estaría lista. No quería que me tuviera lástima.- Se acabó nuestro tiempo.

Dijo eso último desilusionado y triste. Comenzaba a pensar que para él el tiempo que pasábamos no era suficiente, pero para mí era demasiado. Era demasiado para mí, que no estaba acostumbrada a convivir con personas fuera de mi círculo, que se resumían en: Allan y Jimmy. Nos levantamos y comenzamos a caminar para ir al laboratorio. Cuando íbamos a subir las escaleras una chica de la "B" se nos acercó.

-Cristopher –se dirigió al rubio- el maestro Figgins necesita que vayas a la sala de maestros. –dicho eso se fue corriendo. El rubio y yo la vimos con extrañeza.

-Adelántate –me dijo- te veré en clase. –me dedicó una última sonrisa y se fue.

Seguí mi camino y cuando llegué a la segunda planta me encontré con Cecilia y dos de sus amigas al final de mi camino. Las ignoré, a pesar de que me miraban con rabia. Quise pasar a un lado de ellas, pero me estorbaban el paso. No había duda de que no me dejarían ir hasta que las escuchara.

-Muévete –le dije a una de las chicas pero no se movieron ni un poco- ¿Qué quieren? –les pregunté cansada.

-Te has vuelto muy atrevida. -me dijo Cecilia- ¿Crees que por salir con uno de los nuestros puedes ser tan insolente?

-¿Haces todo esto solo por celos? –pregunté soltando una carcajada.

-Jamás sentiría celos de una don nadie como tú. –me dijo rabiosa- Solo quiero proteger a mi amigo de personas como tú. Así que te lo diré una vez: ¡Aléjate de él!

-Escucha, en primer lugar no voy a hacer nada que tú me digas. Segundo, si no es por celos deberías dejar de hacer cosas como estas porque solo quedas como tonta. Y tercero, te ves fea cuando frunces el seño, te aconsejo que ya no lo hagas –su cara se puso roja de rabia- Si me disculpan, tengo que ir a clases. –quise pasarles por un lado pero no lo permitieron.

-No volverás a humillarme nunca más. –me dijo entre dientes.

Lo siguiente que pasó me tomó por sorpresa y pasó todo muy rápido que no tuve tiempo de reaccionar. Cecilia y sus amigas me empujaron con fuerza. Yo aún estaba en el final de las escaleras así que caí por ellas. Sentí el vacío al caer y luego dolor en mi espalda al aterrizar. Rodé por las escaleras hasta el final, me elevé un par de veces y cuando me estrellaba con el suelo escuchaba cómo mis huesos sufrían daño. Cuando llegué a la primera planta no podía levantarme, un grupo de alumnos se amontonó ante lo sucedido.

Nada Es Color De Rosa (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora