A la mañana siguiente todo estaba yendo como debía ir. Llegamos con Aron a la escuela y a diferencia del día anterior nadie se atrevía a vernos por más de cinco segundos, ya no se escuchaban murmullos sobre mí. Cuando estaba sacando libros de mi casillero sentí que alguien se acercó a mi lado. Giré mi cabeza y me encontré con Pavo Real y su estúpida sonrisa brillante.
-Buenos días princesa –saludó y me dio un beso en el reverso de mi mano. Ni siquiera me di cuenta en qué momento la tomó, estaba tan distraída por su perfecta dentadura. Una gran fuerza llamada Allan lo jaló de la camisa color vino de algodón arrugándola un poco. Todos mis sentidos volvieron y me concentré en la situación.
-¿Qué crees que haces besando a mi hermana? –le preguntó Allan.
-¡Él no me besó! –exclamé escandalizada.
-Pues te tocó. –Apuntó Allan- y eso no lo permito.
-Solo estaba saludando a Ally. –Explicó el Pavo Real- ¿Está prohibido saludar a una amiga?
-¿Amiga? –dijo extrañado Allan y me miró pidiendo una explicación.
-No somos amigos. –negué con firmeza.
-¿No lo somos? –Dijo decepcionado el rubio, y me miró con esa mirada de cachorro perdido.- Creí que ayer habíamos avanzado un poco.
-¿Ayer? ¿Qué sucedió ayer? –Allan pidió una explicación.
-Eso es lo que yo quiero saber -Jimmy se unió a la escena- ¿Por qué te vieron con este emplumado en el parque ayer?
-¿En el parque? ¿Por eso llegaste tarde a casa ayer? -estaba en un aprieto. No sabía qué hacer ni qué decir. Lo más sensato y obvio era decir la verdad, pero si les contaba que fui perseguida por unos delicuentes de cuarta Allan no me dejaría respirar un poco sin controlarme y si a eso le agregamos que el Pavo Real pudo rescatarme porque me siguió durante todo el día como un loco acosador Allan le dará una lección por estar detrás de mí. Además, por alguna razón no quiero que sepan que estoy en deuda con él ni que me relacionen con el rubio. Todos a nuestro alrededor se estaban deteniendo a ver la escena, me estaba empezando a incomodar.
-Allan debemos ir a clase –le dije para que soltara al Pavo Real.
-No lo haré hasta que me expliques por qué este se toma la libertad de hablarte y de tocarte.
-Te lo explicaré. Pero no aquí. Por favor Allan. –le pedí, pero noté en su expresión que no iba a ceder.
-Fue mi culpa -habló por fin el Pavo Real- Yo me acerqué a Ally ayer cuando la vi en el parque y creí que podíamos ser amigos. Obviamente ella me mandó a volar. Quise insistirle hoy pero veo que no es buena idea.
-No, no lo es -le confirmó Allan
-Entonces, no lo volveré a hacer.
Allan no tan conforme lo soltó. El Pavo Real se fue no sin antes darme una corta mirada. Fueron unos segundos apenas pero pude notar claramente la tristeza y decepción reflejadas en sus ojos. Y sentí algo en mi interior siendo oprimido. Estoy segura que él notó el conflicto en mi mente, fue más valiente que yo y afrontó la situación. Por mi culpa le mintió a Allan y quedó en ridículo frente a toda la escuela. Me sentí una basura toda la mañana.
Cuando llegó la hora del descanso nos dirigimos a la cancha de soccer. Me quedé en las mesas a unos metros del campo, aunque tenía muchas ganas de jugar mi pierna aún estaba lastimada. Para pasar el rato saqué mi cuaderno especial de la mochila, me aseguré que no hubiera nadie cerca mirando y comencé a escribir. No tenía concentración para escribir algo en concreto así que solo dejé que mi imaginación guiara al lapicero que tenía en mi mano. No me preocupé por la ortografía o lo pulcro de mi caligrafía, eso era algo que revisaba después. En ese momento solo quería sacar todo lo que tenía en la parte más oscura de mi mente y dejarlo plasmado en la hojas del cuaderno. Me sumergí tanto en mi mente que no me di cuenta que ya no estaba sola en la mesa hasta que escuché su voz.
-Las palabras fluyen con tanta facilidad en tu mente –di un brinco por la sorpresa- No sabía que escribieras.
-No es como si tuviera que decírtelo -respondo a la defensiva mientras cierro el cuaderno.
-No te detengas, por favor. Me encanta ver cómo las palabras fluyen con tanta facilidad.
-La práctica, supongo –dije en un tono apenas audible. Me sentí nerviosa por el remordimiento de lo que provoqué esta mañana.
-¿Llevas mucho tiempo escribiendo?
-Mmm... algo -dije quedito
-Eres bastante tímida. -señaló divertido.- Pero en este momento lo estás siendo todavía más de lo normal. ¿Te incomodo? -"Sí" quería responder, pero no era del todo cierto. Y tenía el presentimiento de que si contestaba eso lo haría sentir peor de lo que ya lo había hecho sentir antes, era algo que no quería.
-No estoy acostumbrada a hablar con personas que no sean Allan o Jimmy. –dije.
-¿Es por eso que actuaste así esta mañana? –quiso saber.
- En parte –era tan elocuente.
-¿Cuál es el resto? –insistió. No iba a decirle todas mis razones por las cuales prefería a la gente lejos de mí. No era tan estúpida como para confesar algo tan personal con un desconocido.
-Es un secreto –respondí, el rubio sonrió y soltó una risilla.
-De acuerdo. Solo quiero saber una cosa. –Lo miré esperando a que continuara- Si quiero hablar abiertamente contigo, ¿debo hacer que unos sujetos quieran hacerte daño para rescatarte y volver a conversar a solas? -no pude evitar reír.
-Solo no te pongas intenso. –le pedí
-¿Intenso? –peguntó confundido.
-Tocarme está prohibido y aparecer de la nada también. –sin saber por qué comencé a establecer reglas- Puedes hablarme en clase o en el descanso, nada más.
-Solo lo estrictamente necesario –resumió.
-Exacto
-Acepto tu términos, princesa. -Iba a objetar que llamarme de esa manera también estaba prohibido pero nos interrumpieron.
-Creo que Allan te dejó en claro que dejarás en paz a su hermana –le dijo Jimmy con una seriedad no común en él.
-Al parecer no fui muy claro como pensé –apareció Allan. No me di cuenta de que el partido había terminado.
-Creo que es ella la que decide eso –les respondió el rubio. Debía poner otra regla: No meterse con Allan.
-¿Por qué no te levantas y me lo dices en la cara? –le retó Allan.
-¡Basta! –Exclamé cuando el rubio se puso de pie- Están siendo ridículos. Yo decido quién se me acerca y quién no. Soy completamente capaz de discernir quién me conviene y quién no. Ustedes dos, -señalé a Allan y a Jimmy- dejen de comportarse como tontos. Y tú –me dirigí al Pavo Real- en serio debes dejar de hacer estupideces como retar a mi hermano. No me hago responsable si terminas en el hospital. Y si vuelvo a escucharlos discutir a los tres, yo misma les voy a dar una paliza.
Justo al término de mi sentencia el timbre sonó anunciando el fin del descanso. Sin esperar a nadie tomé mis cosas y emprendí camino de regreso al edificio de la escuela, el rubio me dio alcance.
-Tienes un carácter fuerte –comentó.
-No te conviene hacerme enojar Pavo Real –le contesté, al hacer alusión al apodo de los ricachones me sonrió ampliamente divertido.
-Lo tendré en cuenta, princesa.
-¡Oye! -salió corriendo antes de que le prohibiera llamarme de esa manera.
Al verlo correr no pude evitar sonreír. Me estaba metiendo en algo que presentía iba a terminar muy mal, pero durante la pelea con Allan me di cuenta de que no había cambiado en nada. Seguía siendo esa niñita asustada del mundo exterior. Y no pude evitar recordar a mis padres diciendo que no era un delito dejar que alguien entrara en mi burbuja, me pidieron que me esforzara por ampliar mi mundo. Pensé que con el rubio podía intentarlo, pensé que podía intentar expandir un poco mi mundo.
ESTÁS LEYENDO
Nada Es Color De Rosa (EN EDICIÓN)
RomanceAlly una chica que no ha tenido una vida fácil junto a su gemelo Allan, se enfrenta al mayor cambio de la vida: el amor. Amor que le ofrece un chico ricachón que no se rendirá hasta que poder enamorarla. Ambos desarrollan una historia de amor con mu...