|PREFACIO|

19.2K 1.9K 922
                                    

—¡Te dije que te alejaras de ella!

—¿Por qué hermano? ¡Por qué mierda te importa tanto una mísera humana!

Dio unos pasos hacia a mí, ciego de una asquerosa ira. Acercó el colgante que le entregó nuestro padre al subir a la tierra, para así recordarle de donde provenía... Que sus orígenes eran los infiernos que lideraba.

Me enseñó el dibujo que este poseía. Aquel ojo de Lucifer que demostraba imperio y dominio.

—Somos los hijos del diablo ¿Es que no lo ves?, Vinimos aquí para divertirnos, no para que te enamores de esa escoria.

Instantáneamente me avalancé sobre él y lo empotré contra la pared, le cogí del cuello con la mano derecha y empecé a estrangularlo abriendo los ojos como platos. Las pupilas cambiaron a un color rojo como las llamas del infierno y mi ira se iba agrandando a media que lo miraba a los ojos.

—¡NO LA LLAMES ASÍ!—Grité con una voz bastante parecida a la de padre. Grave e intensa.

Yo era el hijo que más se parecía a él, era el único que heredó la voz y el miedo que Lucifer podía mostrar.

Le seguí mirando a los ojos cuando me dí cuenta de que se estaba quedando sin aire, me quedé unos cuantos segundos así hasta que recordé a padre.

No le haría tanta gracia que uno de sus hijos mate al otro, por mucho diablo que sea.

Los nudillos le marcaban la superficie de piel que componía el cuello. Las uñas mientras, se iban clavando poco a poco hasta que noté la profundidad densa de carne humana. Fue ahí cuando lo solté y cayó al suelo.

Estos cuerpos tenían bonita cara, pero nunca llegarían a ser lo demasiado para que se parezcan a un cuerpo celestial.

Entre jadeos y respiraciones entrecortadas me miró a los ojos, me miró con una mirada desconocida, una mirada extraña que nunca presencié en milenios de años de existencia.

En toda la eternidad nunca vi la mirada de traición que me nubló y brindó hoy mi hermano.

—Ya no te reconozco Adirael—dijo entre voces ahogadas por la sangre demoníaca que soltaba por la boca.

—Pues entonces no te metas donde no eres bienvenido querido hermanito.

Me acerqué a la barra, dispuesto a por la copa de champán que, con furia y desdén llegué a servirme.

—Padre te devolverá al infierno.

—Me importa una mierda padre. Si estáis tan unidos puedes bajar al infierno y metertelo por el culo.

Ya con el chupito en la mano, me di la vuelta en un acto reflejo. Observé la tiranía de mi hermano mediano, uno que sin vergüenza y razón me desafíaba a mí de una forma imponente y dictatorial.

Me enfrenté a su postura, yerta, rigurosa e inexpresiva. Ya de pie, se mantuvo con severo juicio, sin remordimiento alguno.

Tenía cierta línea de sangre en el labio que, de un instante a otro desapareció... Desapareció porque somos immortales.

—¿Te importa una mierda el diablo? ¿Tu creador? ¿El señor de los infiernos y de los pecados?

Me bebí el contenido de la copa de alcohol caro de un trago. Sentí el escozor bajar por las paredes de mi garganta, a lo que solo pude aguantar. Puse una mueca de placer y solté el vaso, dejando que se caiga y se destruya en miles de cristales esparcidos por el suelo.

Bebiera lo que bebiera nunca me podría emborrachar, desventajas de ser el hijo del diablo.

—Vete, Azatriel—solté con una voz neutro, pasiva.

—Esa humana no te conviene Adirael, te romperá la poca alma que nuestro padre te otorgó.

—¿Tú crees? ¿Te refieres a tu alma por ejemplo? ¡La que te quitaron después de matar a tu humana!

—No sigas por ahí..

—¿O qué? ¿Te pondrás a llorar como un maldito humano? ¿Le rogarás a papá entre sollozos que suba del infierno solo para darte un abrazo?

Me acerqué unos cuantos pasos hacia él, empezando a hablar, notando toda la sangre hirviendo en mi interior.

—Tú, Azatriel, uno de los tres príncipes de los demonios del infierno, hijo del diablo y creador del sufrimiento humano. Ardiendo en el infierno durante millones de años para convertirte ahora en lo que eres. ¿Enamorado de una humana? Creo que aquí el único que se está ablandando eres tú, aunque te felicito, tuviste los cojones de matarla y borrarla de la existencia.

—Me traicionó, me rompió el...

—¿El corazón? Que yo sepa querido hermano nosotros no tenemos de eso.

—Diablos.

—¿Me reclamas?—solté una de mis mejores sonrisas burlonas.

Se puso las manos en la cabeza frustrado, angustiado por estupideces. Empezó a dar vueltas por la sala, impaciente.

—No. Diablos Adirael, somos diablos, nosotros no amamos.

—Enhorabuena por tu asombrosa inteligencia.

—Creo que padre nos puso a esas humanas en el camino a propósito. Es el diablo, ¿Crees que no se atrevería?

—Azatriel, creo que esta temporada en la tierra te está afectando al cerebro.

—¿Me estás diciendo que no sientes nada? ¿Que el corazón no te empieza a latir cuando la ves?

—¡No se le llama corazón aquello que no late!—grité tan fuerte que la garganta me empezó a picar.

Me miró acojonado, seguramente pensando en padre ¿Como nos iba a poner a dos humanas en nuestro camino a propósito?

Estábamos hablando de Lucifer, Satanás, señor de las tinieblas y de las profundidades del infierno.

La palabra amar no entraba en sus puertas infernales.

Esto no podía ser obra de nuestro padre, el que más encajaba en este papel era nuestro abuelo: Dios.

—Con ella solo te palpita la polla, al parecer.

Observé su bipolaridad.

No dije nada más.

—Sea lo que sea, esa humana te romperá el corazón, si alguien lo hizo conmigo, créeme que tu no serás la excepción.

—Muy buena observación, me la guardaré para cuando empiece a importarme tu mierda de opinión.

Fijó sus ojos en mí, añadiendo una sonrisa traidora.

—Te importará cuando la opinión sea suya, y no la de Lucifer.

"Si no aceptas mis demonios, ¿Como pretendes bajar conmigo al infierno?

|ENTRE CAÍDOS|©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora