17 ||OCTAVO||

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AZATRIEL INFERNO;

Mierda.

Es la única palabra que describe a los humanos.

Son malcriados, asquerosos, intolerables y débiles. Envidiosos, avariciosos y egoístas.

En la actualidad, creen que son los reyes de la naturaleza, que tienen el poder de la manipulación, haciendo así, que se crean superiores.

Inútiles.

Me dan asco, cada ser humano asquerosamente vago e hipócrita, todos y cada uno de los que componen la unión de mierda que se ha formado en la tierra.

—¿Crees que aún está aquí?

Miré a mi hermano pequeño y estiré el cuello, intentando que la noche anterior no me dé más guerra. El dolor era insoportable, no podía seguir aguantando más esa infernal sensación que se apoderó de mí cuerpo.

Así que, me propuse crear más dolor para aliviar el otro.

—¿Te dieron duro anoche?—añadió con un guiño.

Me toqué el cuello, presionando levemente la piel y cerrando los ojos, añadí acompañándolo con una mueca de incomodidad y sonreí con desdén, intencionadamente.

—Caín puede chuparmela, Agares. Sólo vine por Adirael, y ahora seguramente estará mojando el pene en algún rincón de esta mierda de lugar.

—Nunca entenderé que es lo que te pasa con los humanos—se llevó el porro a los labios, y segundos después, expulsó el humo a través de sus canales olfativos—.No me puedes negar que no hay humanas parecidas a las 7 diablesas de la sensualidad—me señaló con una carcajada.

Le imité, atrayendo el porro que me entregó.

—No me atraen los cuerpos no celestiales.

Ahogó una risotada, mirándome con ganas de echarmelo todo en cara.

—Se nota que ese cuerpo si era diabólico—sabía a quién se refería—.¿En cuántas posiciones lo habéis hecho? —su rostro entonces se contrajo en una mueca de desafío.

Valentina.

—Demasiadas para mantener la cuenta—fumé—.Sabes muy bien que no me gusta hablar de ella.

—Vamos, hermanito. ¿Vas a dejar que ese cabrón se salga con la suya?

—Está muerta—forcé una sonrisa—. Siempre lo ha estado.

Ya no dolía su presencia.

Había desaparecido, ella ya no estaba… Y no creo que regrese.

—Adirael… ¿se lo has dicho?

—No.

Solo quería que dejase el puto tema.

—Me intriga—le miré confuso—. Evans. Es tan pura que estar delante de ella es un pecado cometido.

—Los 8 pecados capitales—negué con la cabeza con brusquedad y arrogancia—.Adirael se encarga, siempre le han molado los desafíos.

—Siempre se lo ha llevado todo, el hijo favorito de papá.

—¿Estás celoso, señor de las celdas del inframundo?

—¿Celoso? Nosotros no celamos a nadie. Y tú lo sabes muy bien.

Decía la verdad.

Podía ser arrogante y cabezón, egocéntrico y ególatra como ningún ser celestial… Pero seguía siendo un psicópata sin corazón, sin alma y razón.

|ENTRE CAÍDOS|©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora