VALENTINA EVANS;
Los focos anunciaron mi llegada.
Mis caderas empezaron a moverse al compás del ritmo de la música, relajado, lento y pausado. Se movían con astucia, deslizándose por la barra del centro, con posiciones atrevidas, sensuales y bruscas, provocando a todo aquel que clavara su mirada en mí.
El fuego del deseo que desprendían todos los ojos, se filtraba a través de mi piel, haciendo que no me estremeciera casi, ya era algo rutinario.
Bailo, giro y bajo.
Eran las reglas de un buen movimiento de baile.
Bailo como una pluma, haciendo sentir palpitaciones en todas las hormonas masculinas, moviendo toda mi anatomía en busca de atención. Giro; giro en todas direcciones, clavando una mirada feroz acompañada de un guiño y una lamida de labios, así, despierto el interés de todos los machos alfas presentes, que están en busca de dominación. Bajo; bajo mi cuerpo, echando el culo para atrás, dejándolo quieto unos instantes hasta que baje hasta el fondo, de cintura para arriba, lentamente, después, dejo mis glúteos rebotar y frotarse en la barra de hierro.
Sin cuidado.
Era un juego de dar y recibir.
Y cuanto más dabas, más recibías... La famosa propina.
El ambiente era exótico, unas luces sensuales y atrevidas inundaron toda la sala del club en el que estaba bailando, azul, verde, rosa y violeta, eran un constante intercambio y locura aleatoria. Había barras alrededor de donde me encontraba, miradas penetrantes de varios desconocidos recaían sobre nosotras, esperando alguna atención de nuestra parte. Las mujeres, sin embargo, nos miraban esperando algún tipo de descuido para atraer ellas la atención de los hombres, que eran mayormente hombres con un buen estatus social.
Este lugar solo permitía a gente así.
Bailar era lo único que amaba hacer, lo único de lo que vivía y respiraba.
Las luces se apagaron, dejando que formulara una sonrisa de satisfacción. La atención ya no la tenía mi cuerpo.
—Te has lucido esta noche, Evans.
La voz del encargado del club hizo un eco en mi cabeza, un eco como si no estuviese aquí, como si fuera un recuerdo del porqué estoy haciendo esto.
—Dices eso siempre que termino una actuación—dije, recordando todas las noches de los últimos cuatro años.
Caminé por el escenario en busca del camerino asignado. Me entregaron una toalla limpia y me limpié el sudor con ella. Escuché los pasos de Markos acompañando los míos desde atrás.
—Porque es verdad, tienes un talento envidiable—repitió por enésima vez—. Vamos, Valentina...
—Solo Valen—aclaré en tono dominante. No me gustaba que usaran mi nombre completo.
Él era una de las pocas personas que sabían quien era, él fue el que me ayudó al llegar a Las Vegas, fue quien me arropó y me abrió las puertas de su casa los primeros meses, quien me dio un trabajo y una vida.
Aquí gozaba de otra identidad; Eider Jones, una bailarina de sueños frustrados que se ganaba la vida como gogó en un club de millonarios.
Esa era mi vida.
—Valen. Todas las miradas estaban puestas en ti, ni siquiera se habían dado cuenta de la presencia de las demás chicas.
—Hago mi trabajo de la mejor forma que sé, ya lo sabes.
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|ENTRE CAÍDOS|©
RomansaLucifer tuvo tres hijos que fueron enviados desde los cimientos del infierno a la tierra. Cada uno de ellos poseía la virtud del demonio. Adirael, Azatriel y Agares son egocéntricos y soberbios, mezquinos y groseros, con el atractivo de unos cuerpos...