23 ||ANIMAL||

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ADIRAEL INFERNO;

—¿Tienes miedo?

Ladee la cabeza hacia un lado, con una rapidez inhumana. Sonreí, mostrando una amplia y entretenida sonrisa payasa, tan larga como detonante del miedo en su rostro.

Asintió con la cabeza, atascado por el temor que recorría sus venas.

—¿Y por qué no corres?

Se encarceló en su propia burbuja. Sentenciado y exhausto por tal rencor, cayó de rodillas de un plumazo, logrando agrandar la cobardía en sangre. Se negaba a responder con el mentón bajo, por lo que se quedó callado, incapaz de demostrar más agonía.

—¿Te arrodillas ante el diablo, retando su creación o arrepentido por cometer tal pecado?

Negó resentido, ejerciendo mucha presión sobre sus párpados, para así, cerrar los ojos y no encontrarse con los asesinos de los míos.

—Eres mucho más rápido que yo, lo veo en tus ojos...Y correr solo sería acelerar mi muerte.

Di unos pasos hacia su posición, intrigado ante tal sinceridad. Era un diablillo, pero no tonto. Interpreté su silencio como una entrega de sumisión.

Levanté el mentón.

—¿Un demonio pelota?

—La última vez que vi a Aamon fue en el infierno, mi señor—aulló con algo de desespero, fijando sus ojos en el suelo—... entregando el alma de la hija de Gabriel.

Observé confuso, inquieto por no entender de qué estaba hablando. Ella no tenía alma alguna.

Y es que, saber que el padre de Valentina y Zahara, que es Aamon, tiene algo que ver con la revolución contra padre, no entraba en lo absoluto en mis expectativas.

Todo cuadraba en esos instantes, el rompecabezas había logrado descifrar todos sus secretos de golpe. Todo estaba pactado con tiempo, entre bastantes seres, y entre ellos Amelia Inferno.

Todos contra Lucifer.

Adriaina está en el infierno, por culpa mía. Ella intentó enfrentar al grupo de su madre sola.

El campo donde nos encontrábamos parados, era tan amplio y verde como el mismo nombre lo indicaba. No había más que llanura en todos sus sentidos. Era el único lugar en el que no correría el riesgo de caer en una trampa llamada; la estrella de la muerte.

—Recuérdame por qué coño te estoy ayudando—inquirió Triel, con la paciencia agotada.

—Porque darías lo que fuera por tu hermanito mayor, uno que te supera en rango y atractivo—contesté calmado, atrevido por cual diversión significaba—. Además, no hay nada mejor que ver la cara de este idiota estreñido.

Rodó los ojos, sonriendo en el acto.

—¿Estamos aquí por padre, o porque no tienes los suficientes cojones de enfrentarte a Zahara?

—Explícame cual es el problema en salvarle el culo a Luci—repliqué sin voltear la cara hacia su dirección.

—¿Luci?

Su tono fue entre sorprendido y gracioso.

—¿Prefieres que lo llame papi?

Enarqué una ceja.

—Creo que Luci esta bien—asintió convencido, reprimiendo una carcajada.

Le miré con cierta duda, analizando la acción de su cuerpo. Triel apartó los ojos, dirigiéndolos hacia otra dirección, porque lo conocía tan bien, que sabía que si seguía mirándome no se iba a aguantar un minuto más sin soltar la risa. Así que, quedó unos segundos con la coraza intacta, hasta que el jodido no pudo más.

|ENTRE CAÍDOS|©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora