19 ||TENTACIÓN||

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ADIRAEL INFERNO;

—¿Te gusta jugar con fuego, hermanito?

—Nos criamos de él.

Triel me miraba entretenido, de alguna forma, esta situación le hacía gracia.

—Que seas el hijo mediano del diablo, no impide que en estos instantes no pueda desgarrarte la tráquea, y ver como la sangre desciende por tu garganta.— Amenacé, clavando la mirada asesina en sus ojos negros, solté su camiseta de rayas verticales blancas y negras, y le di la espalda intentando imaginarme las groserias que se imaginó con el rostro de Zahara.

Sonreí, tenía a un hermanito bastante travieso.

Me di la vuelta al escuchar el sonido de su risa, tan grave y pasional como siempre, como nos caracterizaba a los hijos de Satán.

Rió, mientras sus ojos se movían en un acto, demostrando que no le podía dar más igual.

Por supuesto que a mí también me importaba una mierda, pero que uno de mis más fieles hermanos me mintiese, no era precisamente algo de lo que debía alegrarme.

—¿Por qué te lo habías callado?—inquirí.

—Era divertido ver como deshacías su inocencia—dijo sin compasión—. Aunque me sorprende que sean hermanas, Valentina nunca fue una santa.

—Sabías quién era su padre—aclaré, recordando sus palabras minutos antes.

—Aamon, el marquesito del infierno. Comandante de cuarenta legiones en el inframundo y uno de los generales de los soldados más importantes de nuestro padre.

—Sé quien es ese hijo de puta—dije de mala gana—. Fue uno de los que dirigieron la revolución. Lo que no entiendo es cómo pudo haber tenido dos hijas con un maldito ángel, es un general.

—Nunca quiso a Zahara de la misma manera que a su hermana. La maldad solo residía en el corazón de la mayor.

—Triel, o eres más claro o te juro que te envío de vuelta al infierno con mis propias manos.

—El octavo pecado capital del que siempre nos hablaban, estaba delante de nuestras narices y nunca quisimos creerlo—explicó—. ¿Por qué crees que madre se escapó del infierno?

—No hables de ella—volví a amenazar.

—¿Por qué? ¿Por qué al ver tu rostro de pequeño satán travieso le entró el miedo? ¿O porque no aguantaba soportar verla todos los días? —se burló. —A ella nunca le importaron nuestros rostros, Adirael, ella sabía muy bien en lo que se metía el primer día que amó a nuestro padre. Madre tenía otra razón que a día de hoy sigue siendo desconocida.

—¿Cómo sabes eso?—pregunté con confusión, ¿de qué cojones estaba hablando?

—Digamos que Valentina no solo era buena en la cama. —sonrió sin escrúpulos, la odiaba de una manera que se le notaba a leguas—. Era un marqués, de este modo no podían castigarlo los que ya estaban informados.

—Me importa una mierda si es o no el marquesito de mis huevos. En el infierno todo ser pecador merece un castigo.

Entonces, escuché unos aplausos de una sola persona que se grababan en mi cabeza a través de mis canales auditivos. Forcé una sonrisa al ver el rostro de Caín ahogándose en su propio mal.

—Lárgate, animal—amplié la sonrisa falsa.— Antes de que se hagan realidad tus sueños frustrados de meterte esta navaja por el ano.

Le mostré el cuchillo, levantándolo con la mano derecha y enseñando con él la forma en la que haría tal acción, indicando que no estaba de broma.

|ENTRE CAÍDOS|©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora