ADIRAEL INFERNO;
Sus ojos oscuros se clavaron en los míos durante largos segundos, su rostro reflejaba diversión, su cuerpo estaba relajado. Su mirada estaba perdida en algún lugar del cristal del parabrisas.
Estábamos en el coche, sentados. Yo me encontraba en el asiento del conductor, la miraba fijamente, sin despegar ni un segundo mis ojos de ella. Mis hermanos habían decidido ir en otro coche y dejarme aquí, con Zahara.
Bueno, más bien fue Zahara quien los echó a patadas del descapotable negro, dijo que quería tenerme indefenso, también añadió que necesitaba estar a solas conmigo.
Estar a solas conmigo, era la peor decisión que alguien podría tomar en toda su patética vida.
Estaba loca, tampoco íbamos a negarlo.
—¿Por qué eres tan malo conmigo, Adirael?—su pregunta me pilló desprevenido. Apartó sus ojos miel del cristal, y me miró más calmada que antes.
¿A qué venía esto ahora? Ella era la persona a la que nunca haría daño, era pura, no merecía eso. La única a la que no hice daño desde que llegué a la tierra, y aún me estaba costando creérmelo.
—Es mi naturaleza.-confesé sin ataduras, nunca mentía sobre lo que era, siempre dejaba claro que soy malo, malo porque a mí me educaron así.
—¿Tú naturaleza es despreciar a alguien así?—inquirió en un tono de negación.
—Zahara, soy el diablo ¿Qué se supone que debería hacer?—la macabra sensación que se apoderó de mí, en esos instantes, era indudable, no podía ser de otra forma. Amar era algo humano, algo vivo e insignificante. Mostrar un lado tan débil, en alguien como yo, sería la perdición de aquello por lo que creo.
Su carita de niña buena, se contrajo en una especie de mueca de suficiencia, las mejillas todavía estaban rojizas y ardían de una forma errónea. El alcohol aún reinaba sobre su cuerpo, haciendo así, que soltara cosas que en realidad, no quería decir.
—No te estoy pidiendo nada, Adirael. Solo quiero que me digas que es aquello que te convirtió de esta forma.
Ahí, tensé la mandíbula en un acto involuntario, apreté los dientes sin abrir los labios y aparté la mirada de Zahara. Sus palabras hicieron en mí una mierda de sensaciones que no quería sentir, recordar todo por lo que había pasado, todo por lo que luché y que ahora no merece ni un segundo de mi tiempo. No era precisamente lo que necesitaba en esos instantes.
Miré hacia otro lado, intentando que esas imágenes, los recuerdos vividos... no volviesen a mi cabeza. Hice una fuerza descomunal para impedir aquello, mi madre no merecía eso, no quería pensar en ella.
Me abandonó a la edad de siete años, cuando mis hermanos aún no tenían uso de razón, cuando aún no sabían realmente al monstruo que tenían como madre. Ese día, me miró a los ojos y me sonrió con ternura, era una sonrisa forzada, claramente, ella no quería verme ni en pintura. Su cara entonces reflejaba angustia, yo no quería asustarla por tener la cara que tenía, amaba a mi madre más de lo que uno podría imaginarse... Aunque ella no me amase a mí. Recuerdo que me dijo que todo iba a salir bien, que nada podía hacerla cambiar de opinión de lo que pensaba de mí y de mis hermanos. Entonces yo la creí.
Que equivocado estaba.
Me abandonó, me abandonó y se marchó a continuar la vida de humana que tanto añoraba, la vida de humana, que por amar a mi padre, renunció. También recuerdo el día en el que nací, aunque no tuviera sentido, que un niño que acababa de nacer supiera siquiera que estaba pasando, yo no era como los demás niños. Ese día podía ver la cara que puso mi madre la primera vez que me vio, la primera vez que me cogió en brazos, una malévola mueca se apoderó de su rostro. Me miraba con horror, con estupefacción. El niño que tenía entre sus brazos, no era humano, era un diablo, el hijo del diablo.
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|ENTRE CAÍDOS|©
RomansaLucifer tuvo tres hijos que fueron enviados desde los cimientos del infierno a la tierra. Cada uno de ellos poseía la virtud del demonio. Adirael, Azatriel y Agares son egocéntricos y soberbios, mezquinos y groseros, con el atractivo de unos cuerpos...