2 ||DIABLOS||

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ZAHARA EVANS:

Las frías calles del estado americano, lograron causar en mis entrañas escalofríos que se deslizaron y se apoderaron de mí ser, mi frío cuerpo cosquilleaba sin sentido y mi piel se erizaba ligeramente a cada paso que daba.

El vestido rojo que llevaba puesto bailaba con el viento, se levantaba a cada oportunidad de despiste que mi cuerpo le otorgaba. Aceleré el paso sin pararme a arreglarlo.

Caminé decidida, sin mirar hacia atrás. Me quité los tacones con potencia y desdén, en esos instantes no lograba ver con claridad. Lo mejor era ir descalza, esas puntas elevadas solo empeoraba mi situación.

La vista perdida, los ojos vidriosos y la paciencia agotada. Me armé de valor para seguir adelante sin dejar que el orgullo vuelva ahí y le parta la cara.

Recorrí las oscuras dimensiones que describían esas avenidas tan peligrosas, ya que en esa zona no deambulaba nadie, o eso hacía ver. Mis pasos eran rápidos, veloces. No podía pararme ni un segundo, el tiempo corría en mi contra y no podía hacer nada para paralizarlo.

Me toqué la mejilla, con la mano temblando y los dedos juguetones por cual nerviosismo hacía representar. Al rozar la piel con la palma de la mano, una con el maquillaje ya corrido, noté una humedad un poco extraña, inusual, ya que nunca me había caracterizado por soltar lágrimas.

Dejé de lado la coraza de hierro que había logrado fortalecer en todos estos años, con trabajo y sudor, dejando todo de mí en ello.

No me lo merecía.

Dejé a Aiden en el restaurante, y con el orgullo en la puta boca, me fui sin mirar atrás ni una sola vez. Sin decir palabra alguna, logré ver en sus ojos tal arrepentimiento que dudé por unos instantes si merecía la pena marcharme, dudé si podía ganarse la vida como actor.

"¿Aún la quieres?"  pensé, intentando no perder el control del alma, dejando que por primera vez en mi vida, la intuición no ganase esta batalla con la realidad.

Aún así, no dije nada. La ignorancia era la peor de las venganzas.

Me llamaba, me abrazaba, me tocaba, me besaba, me follaba....Pero, sin embargo, me traicionaba.

Era un limbo de dolor eterno.

Una bala, una bala que fue directa hacia mi corazón, sin desvíos y trampas. Todo era mentira, las palabras que me decía, las promesas y el amor que me prometía. Las veces que intenté que lo nuestro funcionara, no había forma.

Él aún la prefería a ella.

Me propuse a mi misma olvidarle, dejar atrás todo lo relacionado con él, olvidar el pasado que nos reunía, dejando que el tiempo sea la cura de un corazón desbordado.

Perdí el rumbo, el barco de mi ser ya no quería partir, se negaba a aceptar que ese alguien ya no estaría para poder zarpar juntos. Era mi velero, mi timón, mi proa... Lo perdimos todo por no saber manejar bien las aguas.

Las tormentas llegaron demasiado pronto, ni siquiera me dio tiempo a asimilarlo todo, se cargaron el barco y me dejaron ahogarme en las frías aguas, sin ningún salvavidas.

Llegué a un muelle, un tanto alejado del bullicio de la ciudad. Estaba escondido detrás de un conjunto de cabañas de frente al mar, uno en calma, disfrutando de la luz lunar. Las cabañas estaban en fila, la gran ciudad estaba a escasos centímetros de la bahía, y el muelle llegaba a poco más de dos metros.

|ENTRE CAÍDOS|©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora