ZAHARA EVANS;
—¡Qué comiencen los juegos del diablo!
Adirael se encontraba encima de la plataforma, me miraba fijamente, me miraba como si de un instante a otro iba a levantar el caos. Como si me estuviera avisando de que algo malo iba a suceder a través del cristalino de sus ojos.
Esto se va a descontrolar.
El corro entero de personas empezó a gritar ansioso, gritaban de deseo y lujuria, les encantaba todo aquello que tuviese que ver con el sexo, les encantaba la idea de desatar el caos por un simple orgasmo, de jdear de la exitacion con tan sólo observar.
Aquella mirada que me brindaba Adirael era bastante extraña, no lograba saber porqué se comportaba así conmigo, no lograba entenderle. Cada vez que me miraba me brindaba un mundo de sensaciones desconocidas pero a la vez totalemente conocidas.
Sentí un escalofrío que se deslizaba por mi piel, una sensación de confusión al no saber que coño iba a hacer Adirael, parada, observaba como aquel chico me miraba burlón. Esa sonrisa que tanto soltaba hacia mi persona me empezaba a acostumbrar a ella, siempre que lo imaginaba, me imaginaba con él la sonrisa a la que tanto desprecio.
Deslizó sus dedos por el micrófono y empezó a hablar.
La comisura de sus labios se encorvó ligeramente y me preparé para lo peor.
Noté cada jodido nervio alterarse en mí.
—Necesito a tres voluntarios del público.—Solo me miraba a mí cuando lo dijo.
Y una mierda, no iba a caer en su juego. No iba a subir ahí.
Al instante, varias personas se ofrecieron voluntarias y levantaron la mano, sus miradas desprendían deseo, dos de ellas eran mujeres, y el otro un hombre.
A paso ebrio, subieron al escenario uno por uno, sabían lo que querían, lo deseaban, sus miradas lo decían todo. Se morían por probar a Adirael, por respirar el mismo aire que él.
—Dime querido mortal. ¿A qué le tienes miedo?—Preguntó Adirael al chico que había subido.—¿A qué le temes?
Su voz dejó de parecer divertida para convertirse en una totalmente distinta, se metió tanto en su papel que empezaba a dudar si lo decia de verdad o solo era un truco para engatusar al chico.
Lo decía como si quisiera saber el deseo que más escondía.
—A no alcanzar el éxito.—Comentó este interesado. Lo dijo como si estuviera poseído.—Vendería mi alma al diablo por eso.
—¿Por qué siempre mencionáis a mi padre como el malo de la historia?
—¿A tu padre?—Respondió este confuso.
—Siguiente.—Dijo Adirael a escasos centímetros de la cara del joven.—Tranquilo, mi padre no compraría una alma tan asquerosa llena de intereses mundanos. Das asco.
Lo miró unos cuantos segundos a los ojos y vi como al pobre humano se le cambiaba la cara, de un instante a otro, vi el temor en aquella cara bonita y pensé que mirando a Adirael era algo normal. Después me miró a mi y sonrió burlón.
—Adirael, no puedes ir por ahí cargandote a los mortales.—Agares interrumpió ese cruce de miradas.
—¿Y por qué no? —Respondió el muy imbecil.
Miré a Adirael desconcertada, sus metáforas siempre causaban mucho de que hablar, de qué sentir, pero en esta ocasión lo decía totalmente convencido en que su padre era el mismisimo diablo.
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|ENTRE CAÍDOS|©
RomanceLucifer tuvo tres hijos que fueron enviados desde los cimientos del infierno a la tierra. Cada uno de ellos poseía la virtud del demonio. Adirael, Azatriel y Agares son egocéntricos y soberbios, mezquinos y groseros, con el atractivo de unos cuerpos...