40 ||ALOCADO INVIERNO||

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Narrador desconocido:

Las nubes eran ásperas y silenciosas, estafadoras del encanto del cielo en todas sus etapas. Unas maniáticas bolas blancas y esponjosas que se multiplicaban cada vez con más nivel, en sentido contrario y estricto, incluso a veces evasivo.

Pero eso solo ocurría cuando tenías algo por lo que temer.

Volar se volvía más atractivo cuando te dabas cuenta de que el viento sopla contra el cuerpo pero también contra tus propios demonios. Huir de uno mismo era un privilegio del que gozaban y aprovechaban pocos, cada vez que alzaba las alas buscando libertad ambulante me reprimía el hecho de no haberlo hecho mucho antes.

Y que adrenalina te podía recorrer en escasos segundos.

El dolor no era algo que acostumbraba a sentir, pero sí a presenciar. Ese era mi trabajo, y no tenía apelaciones sobre ello. Ver y oír los llantos del desolado infierno a cada eternidad que pasaba me transmitía lucidez en un horrible corazón muerto, sin esperanza y razón de intentar revivirlo, si es que estuvo alguna vez coleando...

Los tiempos cambiaron y con ellos la historia. No hay más que excéntricos deseos de poder enseñarles tan solo un poco de esta gran y revoltosa noticia, pero, preferiría un poco de intimidad en el anonimato. ¿Qué sería lo peor que podría pasar si se revelase antes de tiempo?

El tiempo para algunos era eterno, para otros un poco especial y de escasa longitud. No es eso lo que quiere escuchar y créame, de ante mano, siempre he sabido como medir mis palabras, a veces eufóricas y desequilibradas, pero retomando un poco la esencia de esta novela, no cabe añadir objeción alguna sobre el estado mental de ciertos personajes que muchas veces he apreciado como meras copias de mí.

No es algo difícil o pretencioso de mi parte, solo palabras que como buen lector debe interpretar. 

Las dificultades no eran mas que destellos de lujuria con las que aprendías a sentir, un sentimiento desconocido y realmente conocedor de una cabeza enferma, depresiva y con una especial atención hacia fenómenos surrealistas. Sin embargo, a veces no es recomendable descifrar lo que no conviene para nadie.

Si bien, mencioné el sustantivo de lo desconocido, no era más que obvio y no por ello menos desubicado que se atormente por conocer un poco más sobre el protagonismo de mi encantador talento. ¿Qué menos que se cuestione usted quién se esconderá detrás de este narrador?

Se preguntará, querido y ansioso amante de las palabras, el porqué de tanto misterio hacia el protagonismo de mi identidad. No obstante, un maniático bastardo jamás le revelará con exactitud su propia personalidad, no sin antes hacerlo un poco más divertido. Eso ha caracterizado la similitud que observé a lo largo de la historia en el propio Adirael, evidentemente, ególatra. 

También se preguntarán qué pasó al final con Adirael y Zahara. Disculpen mi soberbia, pero es algo que no incumbe en este momento. Solo les diré que Zahara al fin pudo escapar del infierno del manicomio.

¿Pero, el infierno del loquero no se asemejaba al de una cabeza agotada?

Se me ha mencionado mucho a lo largo de esta historia de terror, algo que no me disgusta ni irrita por supuesto, pero me gustaría añadir que están más cerca de adivinarlo de lo que piensan. 

La euforia de un corazón absuelto de incomodidades solo trae consigo ardor de contradicciones, y una extraña curiosidad amenaza con desvelar la paranoia de mi vulgar mente.

Muchos hablarán de misterio, tal vez, incluso murmurarán egocentrismo y determinada maña...

¿Cuál sería la diferencia entonces entre el protagonista de la historia y mi gran altanería? ¿Creen que pudiera tener alguna relación con este individuo, y si así lo fuera, cual?

Siempre he admirado su encantadora y a veces repulsiva atención hacia esta historia, aunque crea que no, siempre he estado observando. Y tendrá noticias mías pronto, no se preocupe.

Le felicito por su valentía, solo un masoquista hubiera llegado hasta aquí.


...

FIN





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