Capítulo 17: Eric, el marginado

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Me desperté de buen humor, como solía pasarme tras las peores noches, la habitación estaba silenciosa y hacía calor. Eran las diez, como mi despertador, aparentemente roto porque no sonó a pesar de no haber llegado nunca a desconectar la alarma, indicaba y me encontré con que Jace había caído de la cama durante la noche y dormía tranquilamente en el suelo.

Me resultó demasiado divertido como para sólo mirarlo, así que cogí su cámara de fotos.

20 fotos desde distintos ángulos después me senté a su lado, y, acariciándole el pelo, le dije suavemente:

-¡Jace! Despierta...

Abrió los ojos lentamente y se levantó del mismo modo.

Estaba muy guapo por las mañanas, su pelo castaño revuelto y sus ojos marrones brillantes.

-Buenos días, bonita -dijo frotándose la cara con las manos con un bostezo de despreocupación.

Su actitud cambió de pronto, se sentó a mi lado y me besó con tantas ganas que me hizo dudar de si era él o no y de si realmente terminaba de despertarse. Le devolví el beso y me subió a la cama. Jace se despertaba amoroso por las mañanas, cosa que me demostró casi sin darme tiempo a aceptar.

Tras darme su "buenos días", bajamos, yo fui a lavarme la cara al piso inferior y Jace fue hasta la cocina a ir a preparar el desayuno.

Me peiné el cabello y lo recogí en una especie de moño o lo que pretendiese ser eso. No tenía humor de esforzarme mucho en algo tan simple como mi pelo.

Me lavé la cara y bajé a desayunar sin cambiarme siquiera.

Al bajar, el escalón de la noche anterior casi me tira otra vez al suelo, pero lo esquivé y instintivamente eché un vistazo a mis rodillas. Aún dolían un poco y en la izquierda me había salido un moratón admirable.

-Jace, tendrías que arreglar ese escalón, no me gusta nada que esté así -le dije dirigiendo mi mirada hacia atrás, al escalón, el que aparentemente estaba perfecto.

Y cuando me giré de nuevo hacia delante, vi frente a mí a un chico, sentado en una de las sillas de la cocina, uno de los marginados.

-Hola -dijo sonriendo.

Dudé unos segundos, luego me miré, iba en pijama aún, mi pijama casi transparente, al hacer calor no llevaba mi bata de siempre. Era la segunda vez que me pasaba en esa casa.

Di media vuelta y subí corriendo a cambiarme sin devolverle el saludo siquiera.

Una vez en mi habitación me quité los pijamas y me puse un vestido sencillo azul eléctrico que estaba ya en mi armario cuando me mudé a esa casa. Me iba exacto, pero era algo viejo.

Volví a bajar, más sonrojada que nunca. Jace seguía preparando el desayuno como si nada, y el desconocido, al que en realidad sí conocía, seguía sentado en la silla, mirándome y sonriendo.

-Hola -volvió a decirme cuando terminé de bajar el último escalón.

-Hola -contesté dudando haciendo lo posible para quitar ese estúpido rojo de mi cara.

Fui hacia Jace sin apartar la mirada del marginado y le susurré al oído:

-¿Qué hace aquí?

-He bajado y me lo he encontrado esperando fuera -contestó como si la casa fuese suya y pudiese invitar a quien quisiese.

-Podrías haberme dicho que había visita antes de dejarme bajar semidesnuda -no pretendía ponerme así de borde, me salió con naturalidad.

-No pasa nada, Eric ha visto ya chicas desnudas antes -bromeó Jace para relajarme.

Immortal (definitivo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora