Capítulo 25: Inesperada llegada

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Lunes, 20 de abril, 1988

Eran poco más de la una de la madrugada, yo aún seguía sentada encima de la cama, con la carta de Jace entre las manos, llorando en silencio y ahogando mis ganas de suicidarme.

No sabía cómo reaccionar a todo eso. Simplemente no podía asimilarlo.

Con el tiempo, y desde que Jace había desaparecido, el frío volvió a llenar la habitación, pero yo no me inmuté, me daba igual el frío, él no estaba y algo en mí me decía que no volvería a verle.

Con mucho cuidado, como si de algo demasiado valioso tratase, doblé la carta de Jace y la volví a poner sobre mi almohada. Como él había hecho.

Como si eso pudiese devolvérmelo.

No había pasado, en realidad, ni una semana.

Pero con una semana tuve suficiente.

Le conocí, me enamoré, le perdí, y ahora, además, estaba embarazada de él.

Todo resultaba tan chocante que no podía hacer de menos que sólo llorar y leer y releer su carta.

Al final, la guardé con cuidado entre las páginas de mi diario y metí éste bajo mi almohada.

Sin hacer nada de ruido, me dirigí a la puerta y la cerré con llave.

Era de esas puertas antiquísimas que se pueden cerrar con unas llaves de hierro, en realidad innecesarias, porque se abren muy fácilmente con cualquier otra cosa.

Me guardé la llave en el bolsillo de los pantalones. Entonces me acordé de que esos pantalones, y la camisa, eran de Jace.

Me acordé también de que había una bolsa con algo de ropa suya en la cocina.

Me puse a llorar un poco más y volví a la cama.

Me tumbé con cuidado y me dormí abrazando mi abdomen, al igual que hizo Jace en la playa, sin imaginar ni de lejos con quién me iba a encontrar al día siguiente.

~

PIIIP, PIIIP, PIIIP...

El despertador sonaba desesperado para que me despertase, funcionando de nuevo a pesar de que el viernes no lo había querido hacer.

Con imágenes borrosas de mi pesadilla de esta noche, la cual no me había impedido, pero, dormir, apagué el despertador y miré la hora.

Las 6:30, la hora a la que debería levantarme si tuviese instituto. Pero estaba expulsada.

A pesar de eso y del sueño que tenía por haber dormido menos de seis horas, no dudé en levantarme.

El calor había vuelto a mi habitación, así que no me puse ni quité nada, y bajé con la ropa con la que me había dormido, la ropa de Jace.

Se me había olvidado casi por completo mi rutina de las mañanas, pero a pesar de eso seguía gravada en alguna parte de mi, así que, sin dudar mucho, fui haciendo.

Bajé las escaleras al piso de Jason para ir al baño y, cuando estaba a punto de abrir la puerta y entrar, noté a alguien mirándome al otro lado del pasadizo.

No quise moverme. ¿Quién era?

Podía ver de reojo su silueta, apoyada en el marco de la puerta del cuarto de Jason, pero no identificarle.

Su mirada seguía fija en mi, y yo, completamente quieta sujetando el pomo del baño.

-¿No vas a saludar, preciosa? -su voz, su voz me era terriblemente familiar. Su voz y eso de llamarme preciosa.

Immortal (definitivo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora