Epílogo

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Aquí estoy ahora, casi treinta años después, sentada en la cima de esa colina donde ese lunes me besé por primera vez con Jason.

Ese cabrón.

Escribí esto para preveniros a los que lo leáis, y intentar así que no os equivoquéis como yo, por lo que no tiene sentido que ahora termine esto sin contaros cuales son las repercusiones.

Jason me convirtió, como supongo que habréis adivinado, en el nuevo Immortal.

Pero es más complicado que eso.

Para contároslo, debo remontarme otra vez al 1988, una semana después de que Jason me abandonase en medio del bosque.

~

-La ha convertido, sabes bien qué debemos hacer -decía una voz cerca de mí.

Era lo primero que escuchaba en una semana entera.

"¿Estoy muerta?" pensé.

Aún no me veía capacitada para moverme lo más mínimo, ni abrir los ojos siquiera, pero por fin volvía a escuchar.

-No pienso matarla, y sé que tú tampoco quieres hacerlo -dijo otra voz.

Ambas me eran muy familiares, no podía estar muerta.

-Llevémosla a tu casa y esperemos a que se despierte, no quiero que lo haga aquí y nos mate a todos -dijo una tercera voz.

¿Yo matar a nadie? Estaba muy confusa en ese momento.

Recordaba que Jason me había abandonado ahí, a punto de morir, y me había confesado ser Immortal, pero nada más.

En esos momentos no sabía ni cuánto tiempo había pasado.

Noté como varias manos me cogían y me alzaban del suelo. Por suerte volvía a sentir mis extremidades a pesar de no poder moverlas.

Perdí la conciencia de nuevo.

~

Cuando volví a despertarme me encontraba sentada en una silla, a saber dónde.

Atada de pies y manos por lo que a mí me parecieron cadenas de hierro, pero ardían al rozarme.

Pude, finalmente, abrir los ojos.

Todo estaba muy oscuro y en silencio.

Al cabo de unos minutos ya podía mover la cabeza con normalidad.

Cómo me dolía el cuello. Y tenía mucha sed y hambre.

La habitación era pequeña, sin ventanas, y la única salida era una puerta de hierro.

Estuviese o no cerrada, no podía salir por ella, esas cadenas que me ataban quemaban mucho al rozar mi piel, y dolía más si probaba de moverme.

Con las pocas fuerzas que tenía grité:

-¿Hay alguien?

Oí un par de susurros detrás de la puerta.

-Se ha despierto, ¿llamo a Jace para que venga? -dijo una de las voces justo oírme gritar.

¿Jace? ¿Estaba ahí Jace? Tenía tantas ganas de verle.

-Sí, ahora voy -dijo la otra voz.

¿Debían ser las voces de los chicos?

-Por favor, traed agua -intenté decir ahogadamente, pero no se me oía la voz.

En un par de minutos escuché unas pisadas que bajaban unas escaleras y llegaban hasta la puerta.

Immortal (definitivo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora