Capítulo 1: De lunes y rutinas

317 21 0
                                    

"Hoy es lunes y hace un mes que murieron mis padres, bueno, hará un mes esta madrugada.

Odio los lunes, con toda mi alma, y desde que vivo en esta maldita casa aún más.

Las mañanas son siempre iguales. Me levanto a las dos y cuarto a causa de las pesadillas y permanezco despierta largo rato hasta que vuelvo a conciliar el sueño, que termina rápido al sonar el despertador a las seis y media.

En realidad me despierto a esa hora por pura costumbre, el instituto empieza dos horas más tarde, podría levantarme sobre las siete y no habría peligro de no llegar a tiempo, pero me gusta tener minutos de sobra para desayunar tranquilamente y caminar sin prisas hacia el colegio.

Voy siempre caminando. Es media hora de camino, pero prefiero ir andando a que me lleve Jason. Casi tres semanas después sigo teniéndole respeto, por llamarlo así.

El otro día encontré un camino aparentemente más rápido para llegar al instituto, pero es por el bosque y me daría miedo perderme por ahí dentro.

Aunque a estas alturas deberían dejar de asustarme este tipo de cosas. Tengo quince años, no puedo gritar cada vez que veo una abeja viviendo en algo parecido a la casa de los horrores de una feria ambulante.

El frío de esa casa, el ruido que hacen siempre tanto puertas como ventanas, las luces que se ponen a parpadear en los peores momentos... Todo ello la convierte en la casa perfecta para una película de terror.

Siguiendo con mis rutinas matinales; me levanto justo a la primera nota del despertador de un salto, mi cama es muy baja, por lo que no me supone ningún esfuerzo. Me pongo mi bata encima de mi pijama casi transparente, puesto que esa casa es fría como el maldito Polo Norte, y me dirijo a mi baño en el piso de abajo, que queda en el mismo piso que la habitación de Jason, por lo que cada mañana me lo cruzo.

Va con su pelo rubio alborotado, está irresistible. Sus ojos negros carbón clavados en los míos y esa media sonrisa cansada mientras con su mano derecha se coloca el cuello de la camisa. Nunca solemos decirnos nada, tal vez un "buenos días", pero poco más.

Me lavo la cara y me peino a duras penas, siempre me levanto con el pelo enredado. Salgo del baño en quince minutos y luego bajo a desayunar. Como siempre Jason tiene mi desayuno preparado, un Cola-Cao, un café con leche y dos tostadas. Doradas, no quemadas.

Es increíble cómo, con sólo diez minutos o poco más, puede prepararme todo eso, y yo jamás se lo pedí, desde siempre ha sabido qué me gusta sin haberle dicho ni una palabra.

Pero él jamás está ahí, y no vuelvo a verle hasta el mediodía, cuando vuelvo del instituto sobre las tres.

Subo de nuevo a mi habitación y me visto con lo primero que encuentro. En verdad, jamás doy mucha importancia a mi aspecto.

Luego suelo quedarme en la habitación largo rato mirando fotos de mis padres de una caja que al parecer me llevé conmigo cuando escapé sonámbula, salvándome de la explosión.

Marcho a las ocho en punto y llego justo a tiempo al instituto, jamás me entretengo por el camino, no hay nada, sólo camino. Camino de piedras, largo y estrecho, rodeado de bosque. Absolutamente nada más.

El instituto es un aburrimiento como otro cualquiera, no hablo con nadie, nadie me habla, no escucho demasiado y tampoco me hace falta, apruebo lo necesario y, como Jason no me dirá nunca nada, da igual si suspendo o no.

Immortal (definitivo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora