5. El Baile

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El mes pasó rápido, entre clases de danza, piano, latín y griego, paseos por el parque, reuniones para el té y tardes de compras y confidencias.

Estaba especialmente nerviosa por la fiesta que en un par de días iba a tomar lugar; se me revolvía el estómago cada vez que lo pensaba, una mezcla entre emoción y miedo a una humillación pública.

Con lo que respecta a la puerta por la que entré, no sé más de lo que ya sabía. Visité a Monsieur Bennet en la tienda de ungüentos y medicinas (yo le llamaba farmacia, pero no existían como tal en 1830), y no sabía más que yo. La puerta aparecía cuando le daba la gana. Me pregunté muchas veces si una fuerza mayor controlaba la puerta, si no era casualidad que los que cruzábamos por ella fuéramos nosotros, y alguien más lo decidía. Tanto Michael como Monsieur Gilliard me aconsejaron lo mismo: que no me obsesionara intentando entender, y que no me hiciera ilusiones de una vuelta a casa que probablemente no vendría.

Unos días lo llevaba peor que otros; estaba triste y molestosa por todo, y lloraba mucho rato si estaba sola. Pero otros, sentía que mi vida había sido así siempre, lo que me asustaba. Monsieur Gilliard trajo un día unos documentos que deseaba enseñarme: era una partida de nacimiento falsa.

Nombre: Elizabeth Marie Boleyn
Padre: James Benjamin Boleyn
Madre: Madeleine Marie Gilliard-Boleyn
Fecha de nacimiento: 28 de febrero, 1813.
Lugar de nacimiento: Granada, España.
Nacionalidad: franco-hispana.

No leí los demás datos, y le pregunté de dónde la había sacado.

—Tengo un amigo... —dijo simplemente. —es de fiar, hizo la mía y la de Michael. Eres oficialmente francesa, porque te he mandado a registrar. Iba a poner que habías nacido aquí; pero en caso de que alguien dude de tus orígenes, no creo que se tomen la molestia de comprobar si naciste en España o no.

—Gracias, supongo. —le di el documento, y se lo llevó a su despacho para guardarlo. Fui detrás de él. —¿me acompañas a dar un paseo?

—De acuerdo —miró su reloj de bolsillo —pero tenemos que estar aquí pronto; mañana tengo claustro. Odio el final de curso.

Le dirigí al barrio de st Michel; estando con él me sentía más segura. Había intentado varias veces adentrarme en él, pero nunca llegué a atreverme. No es que fuera un barrio terrible; era normal, no muy rico pero tampoco terrible. Pero, vistiendo con las ropas que vestía, podía ser víctima de algún robo, y sin duda no era algo que buscara.

Le dimos dinero a unos cuantos pobres que había esparcidos aquí y allá. Conocía que en este tiempo la pobreza empezaba a hacerse muy presente en Francia, pero el apogeo de esta sería, más o menos, dentro de dos años.

Nos paramos a hablar con un conocido de Monsieur Gilliard; la verdad es que no prestaba atención a la conversación. Mi oído captó entonces una conversación cercana a la nuestra, que activó todos mis sentidos y me hizo temblar de arriba abajo.

—No, Combeferre, no creo que Enjolras vaya a disfrutar de la fiesta. Pero como es mía, vendrá.

Era todo lo que necesitaba para confirmar lo que en el fondo ya sabía. Me giré disimuladamente, y los vi: eran Courfeyrac y Combeferre. Combeferre era probablemente solo unos centímetros más alto que yo, aunque no lo pude ver con exactitud, ya que llevaba un sombrero que me despistaba; llevaba gafas, y ropa buena. No tenía una belleza enorme, pero era atractivo.

—Sabes que estará de morros toda la velada. Últimamente está muy nervioso, y no sé porqué.

—A saber; siempre se está quejando de "la lamentable situación del país" —dijo Courfeyrac, con un tono distinto. Supuse que imitaba a Enjolras.

MADEMOISELLE ELIZABETH || Les Miserables Donde viven las historias. Descúbrelo ahora