14. "That Boleyn girl"

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En este capítulo hay un par de oraciones en ingles, que estarán traducidas al final por si no se entiende. Espero que disfrutes del capítulo :)

Tomamos un carruaje que nos llevó a la casa de los Enjolras; el paseo por la ciudad fue agradable, porque la ciudad era bonita, y la verdad es que en otras circunstancias me hubiera encantado explorarla. No había tantos pobres en las calles como en París, pero Marsella no se libraba de ellos. Fueron como unos treinta minutos de viaje o así, cuando llegamos a donde estaban las mansiones de los ricos. Entramos por unas grandes puertas de hierro, y mientras que el carruaje avanzaba por el asfalto, yo miraba con gran impresión la casa que ante nosotros se levantaba; sus terrenos ya me imaginaba yo que serían muy extensos, pero el edificio en sí era de tres plantas, con una arquitectura que yo consideraba bastante típica de Francia; era de un blanco arenoso, con los techos en un azul marino apagado, casi negro. Estaba lleno de ventanas, y había una pequeña escalinata para acceder a la puerta principal. Tenía una especie de fuente a la entrada, que más bien tenía el tamaño de una piscina, y césped, que en primavera y verano seguramente estaría más bonito y cuidado que ahora, cuando pronto iban a empezar a caer las primeras nevadas del invierno.

Cuando bajamos de los carruajes, mirábamos a todo anonadados, menos Combeferre, Joly  y Courfeyrac, que ya había estado allí y probablemente se asemejaban en fortuna, porque vivían por ahí cerca. Combeferre y Courfeyrac me desearon suerte y se fueron cada uno a sus respectivas casas. Gilliard se inclinó hacia mi oreja y murmuró.

—Esto es lo que hacen 60.000 anuales.—le miré y respiré pesadamente, con algo de vértigo ante la casa, la fortuna y la familia en sí. Intenté recordar los nombres de las seis hermanas, cuando una voz nos recibió.

—Bienvenidos, espero que hayan pasado un viaje agradable.— Madame Enjolras se acercó a nosotros; a mi me saludó con dos besos.

—Largo, pero bien.— respondí.

—Llevad las cosas a sus habitaciones.— indicó Madame a unos criados. —Vengan todos, reunámonos con el resto, y terminemos con las presentaciones —dijo después de ver caras nuevas. —¿Cómo está, Madame Bennet?

Ambas mujeres se pusieron a hablar de sus cosas, mientras que encabezaban el resto del grupo.

Si la casa por fuera daba vértigo, por dentro era unos cuantos niveles más allá; no estaba recargada en decoraciones, sino que era más bien un estilo neoclásico, con pinturas aquí y allá, detalles dorados puestos de manera que resaltaran, espejos, mucho blanco, y bastante influencia grecorromana. La verdad es que era preciosa, como un mini Versalles. Encima de las escaleras, se oyó una voz, que iba acercándose más a medida que su dueño descendía por ella.

—Aquí está el más digno rival de cartas que he tenido en años.— Monsieur Enjolras se veía de muy buen humor, también como su hijo en su rango especial de emociones. No conocía que tipo de conversaciones habían mantenido juntos, aunque si sé que habían intercambiado cartas en los últimos dos meses y medio que habían pasado. Lo que si era evidente, es que a Monsieur Enjolras le caía muy bien Gilliard, y no parecía ser el tipo de hombre al que genuinamente le agradara la gente.

—Muy buenas, Monsieur Enjolras.— Gilliard se acercó a él, y se saludaron como viejos amigos. Bennet me miró con expresión confusa, y yo me encogí de hombros.

—Hola a todos.— saludó Monsieur con un tono relajado, pero más serio que el que usó con mi "tío". Miró a Bennet. —Monsieur Bennet, Madame y Mademoiselles. —observó al pequeño Albert que le cogía la mano a su madre— petit Monsieur.— Albert rio y escondió la cara en la falda de su madre.

—Es un placer volver a verle, Monsieur. —Michael saludó de vuelta.

—Mademoiselle Elizabeth —me cogió la mano y besó mis nudillos. Era lo típico que veía en las películas, y había visto a Les Amis hacerlo varias veces con las damas que les interesaban, pero nunca me lo habían hecho a mi.— me alegra ver que se encuentra bien.

MADEMOISELLE ELIZABETH || Les Miserables Donde viven las historias. Descúbrelo ahora