28. Cuatro días

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Punto de vista de Elizabeth

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Punto de vista de Elizabeth

En el transcurso de los siguientes días, me encontraba con más ansiedad que nunca. Estábamos ya a primeros de mes, quedaban exactamente cuatro días para el levantamiento de las barricadas, y yo no sabía que hacer ya. He estado más nerviosa y mi entorno lo ha notado; Enjolras parecía preocupado por mi estado, pero estaba demasiado ocupado con todo lo que venía haciendo de cara a la revolución como para pararse mucho a ver que era lo que me preocupaba. Quería enfadarme con él por ello, pero no podía; la desagradable imagen de su cuerpo inerte me perseguía ahora más que nunca cada vez que posaba mis ojos en él.

Tenía, aún así, una mínima esperanza de la salvación de algunos, y esta recaía en Combeferre. Él era un hombre de palabra, y sabía que haría todo lo posible para cumplir su promesa. También, sabía que quería volver a casa, ahora que en su vida estaba Claude, ella sería la persona que más se le vendría a la cabeza en la barricada.

Respecto a mi posible embarazo, la única persona que tenía conocimiento era Combeferre. Había dado muchas vueltas al asunto y llegué a la conclusión de que no estaba lista, y no podía permitirme ser madre soltera en el siglo diecinueve. Sabía que Michael vendía ciertos productos ilegales, y que tenía un extenso conocimiento de hierbas y sus propiedades.

-¿A dónde vas?- le pregunté cuando me lo encontré por la calle, caminando en dirección contraria a la tienda.

-Tengo que darle a un cliente importante un pedido.- se palmeó el bolsillo de la chaqueta- ¿tú a dónde vas?

-Pues iba a verte.

-Ve a la tienda y espérame dentro. Y no toques nada. ¡No tardaré!- siguió con du camino y yo con el mío.

Llegué a la tienda y me senté, en el mismo sitio en el que lo hice ya dos años atrás. Todo había cambiado mucho. Ya ni me acordaba de mi vida antigua, el siglo veintiuno era como un sueño lejano para mí, como una realidad de la que nunca formé parte. Ya asumí que no volvería, pero más que nunca deseaba hacerlo; todo estaba a punto de dar un cambio sin retorno, y no sé si me recuperaría. Últimamente me hacía mucho la pregunta de «¿y después qué?» tenía diecinueve años, y si no tenía un accidente o desarrollaba una enfermedad, me quedaba bastante por vivir, ¿qué iba a hacer una vez estuviera sola? Sabía que nunca iba a estar sola del todo, tenía a Gilliard y los Bennet, pero sería una viuda sin amigos. Me aterraba pensar que Les Amis un día serían como el siglo veintiuno: un recuerdo lejano que parecerá un sueño.

Miré con recelo la puerta del almacén. Me levanté, y me acerqué a ella. Con el corazón latiéndome a mil, la verdad es que una chispa de esperanza seguía clavada en mi interior, aunque mi cerebro me recordaba que no habría nada... pero tenía que intentarlo, por última vez. Agarré el pomo de la puerta, y despacio la abrí. Efectivamente, la pared seguía estando lisa, sin ninguna puerta en ella. Suspiré, y la volví a cerrar.

MADEMOISELLE ELIZABETH || Les Miserables Donde viven las historias. Descúbrelo ahora