24. Un buen hombre

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Punto de vista de Elizabeth

Creo que la semana que pasamos en Marsella fue la vez que mejor me lo he pasado desde que estoy aquí, y no es que me lo hubiera estado pasando mal hasta ahora.

Cuando llegamos, un carruaje nos llevó a través de la ciudad hasta una casa al lado del mar, donde solo había que bajar un pequeño acantilado para llegar a una playa que estaba rodeada de rocas, formando una pequeña cala preciosa, de agua cristalina y arena blanca. La casa, bastante más pequeña que la vivienda en la que pasaban todo el año, pero aun así grande, me gustaba a mí más; el jardín seguía siendo considerablemente amplio, y no había nada muy diferente a destacar de la otra, solo que el ambiente era mucho más relajado en esta, probablemente porque estábamos solo nosotros más un número reducido de criados. El tiempo era de lo más agradable; hacía un sol que me recordaba al de España, pero por las noches llegaba una brisa marina que me dejaba dormir de lo más cómoda con la sábana fina echada sin dejarme helada como me pasaba en París. Básicamente, parecía que todo estaba perfecto desde el comienzo, y perfecto se quedó durante nuestra estadía.

Lo primero que hicimos fue ir a ver el mar, en la playita que estaba a nuestros pies. Para mi sorpresa, estaba vacía, y pregunté a Enjolras si se debía a algo.

-No, es que esta playa está escondida. Mi padre fue muy listo al construir esta casa; no hay otra forma de acceder que no sea pasando por el terreno de la vivienda.

-Vaya, que es privada.

-Bueno, si alguien quisiera podría pasar e ir, pero nadie se toma la molestia. Hay suficientes playas ya, y mucho más extensas.

Nos sentamos bajo el sol de la tarde, y ahí nos quedamos acostados sobre una manta gigante. Trajimos pan, queso, uvas y vino. También una baraja de cartas. No tocamos ninguna de esas cosas al principio, pues yo me puse a leer, y Enjolras se quedó dormido (al estar bajo el sol, se quemó un poco la cara, como era de esperar). Me quedé mirando al mar en calma, con el sonido de la marea suave; se veía verdaderamente tentador, el agua apenas tenía olas y al hacer sol no debía de estar muy fría. Enjolras estaba en un sueño profundo. Como pude y con el mayor sigilo, me desvestí hasta quedarme en camisola, que si por mi fuera y si estuviese completamente sola, me habría desnudado por completo. Cuando me acerqué a la orilla y el agua me cubrió los pies, de un modo u otro me sentía en casa; era el Mediterráneo, mi Mediterráneo, el mismo en el que me había estado bañando toda mi vida. Sin pensarlo dos veces, me zambullí en el agua.

Estuve un rato nadando y flotando en el agua, escuchando el suave murmullo del mar envolvente que bloqueaba cualquier otro sonido, y meciéndome despacio en su corriente tranquila, dejándome atontada y medio dormida. Súbitamente, sin embargo, sentí algo que me sacaba de mi ensoñación y me separaba de el mar que me acunaba.

-¿Estás loca mujer?- Enjolras me tenía en sus brazos.

-¿Qué haces?- dije algo molesta, pues estaba muy cómoda.

-¿Te has fijado en lo lejos que estás de la orilla?- mire al frente, y efectivamente estábamos bastante lejos.

-uy.

-Sí, uy.-rodó los ojos- ¿Sabes nadar?- asentí.- pues vamos.- a mi más que nadar, me gustaba bucear de siempre, así que más bien iba por debajo.- podrías haberme avisado de que te ibas a bañar.

-Estabas dormido, no quería molestarte.

Nos quedamos en el agua un rato más hablando y nadando; Enjolras tenía los pantalones puestos, pero como yo solo tenía la camisola de tela fina, cuando saliera se me iba a transparentar básicamente todo. Como buen caballero, fue a por una toalla y me la dio sin mirarme. Después nos quedamos fuera hasta que se hizo de noche, comiendo y jugando a las cartas. Al llegar, yo solo quería quitarme el salitre que tenía por todo el cuerpo, y le dije que deberíamos bañarnos (por separado, claro). Los criados sin mucha gana prepararon la bañera, Enjolras fue primero y después yo. El agua templada me sentó de maravilla en contraste con lo fría que estaba a causa del baño en el mar. Me quedé un rato recostada en la bañera en calma, y cuando salí, nada más tocar en colchón caí en un sueño profundo.

MADEMOISELLE ELIZABETH || Les Miserables Donde viven las historias. Descúbrelo ahora