33. Llanto

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-Espero que volvamos a tiempo para el parto- estaba en la puerta de casa, despidiendo a los hombres que partían hacia la capital. Monsieur Enjolras había insistido en que iría solo, pero Gilliard y Michael le acompañaban finalmente después de varias discusiones.

-No te preocupes, Gilliard; seguro que puede esperar un poco más.- acarició mi tripa y me abrazó.- tráelo a casa- susurré en su oído.

Es cierto que por muchos meses que hubieran pasado, la muerte de Enjolras seguía muy presente en todos nosotros. Había días en los que estaba contenta y me encontraba bien, sentía que empezábamos a salir de este agujero negro de pena en el que estábamos. Pero ahora, tendremos que pasar por ello de nuevo. Esta vez, por lo menos, podremos dejarle flores.

Gilliard besó mi mejilla, y vi a los tres hombres partir en el carruaje. Madame Enjolras estaba también en la puerta conmigo, diciéndoles adiós. Madame lo había pasado tremendamente mal los últimos meses, y ahora parecía una muerta en vida. Lo único que le ayudaba a seguir adelante era el resto de sus hijas y sus nietos, pero ya no tenía la actitud alegre que solía tener.

-¿Cómo te encuentras, querida?- caminábamos por el pasillo a paso lento.

-Bien, algo nerviosa por el parto. Mi madre... tuvo muchos problemas en el suyo. Casi no lo contamos ninguna, temo que me pase lo mismo pero no tenga la misma suerte.- el parto me tenía de los nervios; era aquello de lo que todas las mujeres siempre habíamos oído hablar a nuestras madres, el dolor más doloroso del mundo, y de todas maneras, una gran parte de las mujeres del mundo sabe que va a pasar por el y así lo aceptamos. Me imaginaba un dolor terrible, y seguro que lo que yo imaginaba no era ni la mitad de doloroso que iba a ser.

-No te preocupes.- acarició mi brazo con cariño- todo saldrá bien; Dios no castiga dos veces.- sonreí, pero sabía que las desgracias solían venir una tras otra.

-Esto es injusto.- Courfeyrac y Combeferre llegaron aireados al salón en el que estaba sentada tomando el té con Catherine. Sabía a lo que se refería, pero no quería entrar en discusión con ellos, y tomé el té sin tomarles mucha atención- completamente injusto, ¿por qué no nos has dicho nada?

-Estoy perdida, ¿qué es injusto?- preguntó Catherine.

-Elizabeth- dijo Combeferre- deberías habernos avisado antes de que Monsieur Enjolras y tus tíos han ido a París a reconocer el cuerpo de Enjolras.

-¿Qué diferencia habría hecho vuestra presencia más que agravar vuestra propia miseria?

-¡Mucha! Nosotros estuvimos con él, sabemos que ropa llevaba, podríamos reconocerlo mejor que-

-Creo que mi padre será perfectamente capaz de reconocer a su hijo, Emil- espetó Catherine.

-Catherine, sabes que no nos referimos a eso. Han pasado ocho meses, a saber como esta...

-Basta ya.- me levanté- es una situación difícil para todos, y lo último que hace falta es llevar un séquito a París para reconocer el cuerpo; cuando lo traigan, lloraremos en su tumba juntos. Hasta entonces, no hay más que hacer. Entiendo como os sentís, de veras, pero creo que tampoco hubiera sido bueno para vosotros ir.- bufaron, y Combeferre se sentó en el sofá con las manos en la cara.

-Catherine, ¿te importa un momento? Queremos hablar en privado con Elizabeth sobre algo- dijo Combeferre con tono apacible. Catherine asintió y salió cerrando la puerta tras de si.

-¿Qué pasa?- cuestioné sentándome con Courfeyrac.

-Marius me ha escrito. Se ha enterado de que hemos sobrevivido, y ha expresado su pena por la muerte de los demás. Nos ha contado también que se ha casado con la chica esa de la que estaba enamorado.

MADEMOISELLE ELIZABETH || Les Miserables Donde viven las historias. Descúbrelo ahora