19. Tormenta

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Al día siguiente, Enjolras llamó a su médico personal para que tratara a Bossuet; estaba escandalizado de lo mal que estaba cosida la herida, pero admitió que para estar hecha por unos estudiantes temblorosos no estaba del todo mal, y le había ahorrado mucha pérdida de sangre a nuestro amigo.

Unas semanas después,  hubo una gran tormenta. Empezó a chispear sobre las dos de la tarde, y cuando empezó a llover con más fuerza, dejé, a su petición, que los empleados se fueran con sus familias a resguardarse, y volver solo cuando todo se hubiera calmado.  A las tres y media o así, me puse muy nerviosa; las calles se estaban inundando literalmente, y Enjolras no había llegado. Aunque se supone que su jornada terminaba a las cuatro, pensé que habrían cancelado las clases. También por los niños y Gavroche, aunque me intentaba tranquilizar pensando que estaban a salvo en el elefante, por lo alto que estaba. Sentada en el sofá del salón con Patria en brazos, me quedé esperando.

La gatita había crecido bastante, y tenía mucho pelo; era cariñosa con nosotros y con los empleados, pero con gente que no conocía era algo escéptica, y no le gustaba que la tocaran si no conocía a la persona. Se pasaba la mayor parte del tiempo entre nuestras piernas, y cuando nos sentábamos corría a tumbarse en alguno de nuestros regazos. Muchas veces se tumbaba en la mesa en la que Enjolras trabajaba, y se acostaba sobre los papeles, enfadándose cuando intentaba apartarla; así que puso unos papeles que no le servían para que se pusiera ahí sin molestarse, lo que me hizo gracia y me enterneció un poco.

Cansada de esperar y algo asustada de estar sola en esa casa tan grande y antigua, preparé un baño caliente para Enjolras, que no se había llevado paraguas (por increíble que parezca, no teníamos en casa) y llegaría empapado. Como deduje, así fue. Unos minutos después de haberlo preparado, escuché la puerta abrirse, y bajé con Patria tras de mí. No pude evitar soltar una risita cuando le vi, sin moverse en la entrada mientras el agua le escurría.

—Supongo que hoy no habrá reunión de Les Amis, ¿no?— le ayudé a quitarse el abrigo.— ¿por qué has tardado tanto en llegar?

—He decidido acompañar a tu tío a casa.

—Que considerado, ¿y no ha podido prestarte un paraguas?

—Lo ha hecho, pero con el viento no me ha durado ni dos minutos; de todas maneras ya estaba empapado, así que de poco me iba a ayudar.

—Por los clavos de Cristo, estas chorreando.— parecía que acababa de salir de una piscina.

—¿De verás? Yo creo que no es el caso— había empezado a tiritar, y hablaba entre dientes.

—Te he preparado un baño caliente; deducía que llegarías así.

—Gracias.— corrió escaleras arriba con los brazos cruzados sobre el pecho.

Mientras él se bañaba, me quedé abajo tocando algo de piano; estaba intentando recrear la nana de Davy Jones de Piratas del Caribe, y me estaba costando la vida, pero ya casi la tenía. No era una gran fan, pero recuerdo un vídeo de una chica que le puso letra, y me gustó tanto que me la aprendí de memoria. La letra la tenía, así que quería poder tener la melodía.

—No he escuchado nunca ninguna de las canciones que tocas— Enjolras llegó con ropa seca y el pelo húmedo.

—Son... originales.— mentí.

—Son muy buenas.

—Gracias.— me levanté del piano— ¿Qué vas a hacer?

—Tengo trabajos atrasados, creo que voy a aprovechar y voy a hacerlos. ¿Qué vas a hacer tú?

—Creo que voy a tocar algo más—suspiré.

A las cinco de la tarde ya me había aburrido de tocar el piano, y me tumbé en el sofá. Cansada de no tener nada que hacer, me puse a explorar la casa, que la verdad era algo que nunca había hecho en profundidad. Abrí cajones buscando algo interesante que ver, pero no había mucho; lo más interesante eran algunos dibujos infantiles, que harían de niños. En la salita del té, había más dibujos, pero estos eran más profesionales, no de niños. Eran retratos de cada uno de los Enjolras. Uno en específico tenía una descripción que ponía "César, 1810" y la verdad es que sí parecía una niña, pero al menos era una niña preciosa. Estaban hechos con carboncillo, y deduje que fue Madame quien los pintó.

MADEMOISELLE ELIZABETH || Les Miserables Donde viven las historias. Descúbrelo ahora