13. Marsella

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Efectivamente, la policía asaltó a varios grupos de revolucionarios en las semanas que siguieron; consiguieron pillar a tres, y mientras que a los líderes los condenaron a la guillotina, a los demás participantes los castigaron con tiempo en el calabozo, y se rumorea que los sometieron a bastantes torturas para que no se les volviera a pasar por la cabeza el intentar atentar contra su rey. Probablemente hubiéramos alertado al resto de los grupos de la zona, su hubiésemos sabido de su existencia.

Después de esto, hubo una reunión con los grupos que habían quedado después de esta redada (no sé muy bien como lograron ponerse en contacto) y hubo reprimendas contra Enjolras por parte de los otros grupos por no haber compartido esa información, pero logró ponerlos de su parte cuando alegó que si hubieran tenido algún tipo de contacto antes, lo habría hecho encantado, y que era el momento de unirse todos. Según me han contado, ya que yo a esta reunión no pude acudir porque si veían que había una mujer en el grupo, supuestamente no nos tomarían enserio, es que habrá algunas reuniones una vez al mes o así entre todos los grupos. Supuse que tomarían lugar en el Corinto, donde en el libro, Victor Hugo dice que se reunían los obreros ( en el café los estudiantes). Sin duda la unión de los grupos de la zona era algo que celebrar, y me hubiera encantado hacerlo sobretodo con Enjolras, ya que al ser el líder y el más apasionado por la libertad de la nación, era el más emocionado (en su rango de emociones, significaba que estaba de buen humor y algo más charlatán) con esto. Pero no pudo ser, pues la situación personal que los dos vivíamos, nos hacía alejarnos del otro.

La boda estaba fechada para el 28 de noviembre de 1830. Me sabía la fecha al dedillo; no sólo porque supuestamente era el día más importante de mi vida, sino porque era el día en el que acababa mi vida "normal" como tal. Iba a abandonar mi apellido, para adoptar uno que no me causaba mayor emoción. Acordamos que efectivamente, no habría una fiesta. Según Enjolras, su madre no estaba nada de acuerdo con esto, y al principio estaba determinada a que esta se llevara acabo. Aún así, acabó cediendo cuando su esposo sugirió celebrarla en verano, con un tiempo más agradable.

Nuestro compromiso era prácticamente un secreto de Estado; a los únicos que se les confesó esto, con los verdaderos motivos y todo, fueron a Combeferre, Courfeyrac y Joly. Estos trataron de que Enjolras lo cancelara todo, pues era una locura, a lo que él siempre respondía "lo hecho, hecho está", y no dejaba que se hablara más sobre el tema. También pedimos que por supuesto no se lo contarán a nadie de Les Amis, y que no hicieran siquiera referencia a ello delante de nadie que no lo supiera. Por mi parte, no llevaba el anillo de normal, solo cuando iba a reunirme con los Bennet.

Enjolras y yo, directamente no hablábamos de ello. Intentábamos aparentar normalidad, y peleábamos más que nunca. Lo mal que nos sentíamos, lo convertimos en rencor hacia el otro. Cada vez me sentía menos bienvenida entre el grupo de estudiantes. Grantaire, de un modo u otro, parecía complacido con mi situación; ya no era él el único que recibía esas malas miradas de Enjolras. Aún así, por mucho que me lo pusieran difícil, no iba a irme, porque era parte del grupo. Enjolras me dijo una vez que no quería que me fuera, y en ocasiones me cuestionaba si eso seguía siendo así, o tal vez ahora preferiría prescindir de mi. Al fin y al cabo, íbamos a pasar mucho tiempo juntos dentro de poco, inevitablemente. Un día, Combeferre me preguntó si de veras era tan horrible el tener que casarme con Enjolras, en un intento de defender a su amigo, como diciendo "tampoco está tan mal". Yo solo le respondí que no era por casarme con él, era por el casarme a secas.

Los momentos de mi día que más disfrutaba, eran las noches; me metía en mi habitación, y me ponía a dibujar. Nunca he sido muy buena dibujando, pero lo que dibujaba eran cosas que recordaba de mi tiempo, dibujos animados y cosas así. La verdad es, que la práctica de verdad hace la perfección, pues cada vez se me iba dando algo mejor. Aunque a veces, esto me causaba estrés, cuando no podía recordar algo con claridad. Lo que más me gustaba dibujar eran los típicos cuentos clásicos, como Peter Pan y cosas así.

MADEMOISELLE ELIZABETH || Les Miserables Donde viven las historias. Descúbrelo ahora