7. La plaza Palais-Royal

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Unas semanas después, volví a encontrarme con los jóvenes revolucionarios. Fue un encuentro completamente casual; estaba paseando cerca de la universidad de París y vi a lo lejos a Courfeyrac, Combeferre y a Joly. No esperaba que se me acercaran, pero lo hicieron de buen humor. Después de las cortesías, me invitaron a pasear con ellos. Hubiera aceptado gustosa, hasta que comentaron que nos acompañaría Enjolras. Después de nuestro último encuentro, me avergonzaba un poco verle de nuevo.

A la mañana después de la fiesta, me di cuenta de que por mucha verdad que tuvieran mis palabras, fui extremadamente maleducada. Pensé en lo vergonzoso que sería volver a verle, y sinceramente, también me asustaba; a fin de cuentas era «un joven encantador capaz de ser terrible». Decidí evitar a los revolucionarios hasta que fuera capaz de tragarme el orgullo y disculparme con su líder.

Me excusé, diciendo que debía llegar lo más pronto posible a mi casa, y me despedí de ellos. Para mi mala suerte, por el camino me encontré a Enjolras, caminando sólo. Era un chico extremadamente frío; pasó por mi lado, me miró y volvió a mirar al frente, sin hacer ningún tipo de amago de saludo. Para ser justos, me lo merecía. ¿Qué obligación tenía de mostrarme un respeto que yo en su día no le mostré?

—¿Pero por qué no? —por la tarde después de mis lecciones de latín, me decidí a ir al café Musain de una vez por todas, y acercarme a los revolucionarios. Pero Monsieur Gilliard no estaba de humor para dejarme ir.

—Ese barrio es peligroso para que vayas tu sola —le seguí por la casa mientras que él iba hablando con algunos empleados que por ahí pasaban, haciendo observaciones de cosas sin sentido.

—¿Qué pretendes que haga aquí todo el día? Me aburro; llevo ya mucho tiempo haciendo todos los días lo mismo.

—¿Cómo te creías que vivirías aquí? Además, ¿preferirías malvivir en la calle? — se empezó a poner el sombrero y el abrigo. —es tarde como para ir allí. Está lejos, y pronto se hará de noche. ¿Por qué no vas mañana por la mañana? —miré el reloj de la entrada: apenas marcaba las cinco y media, y hoy hacía especialmente sol.

—Son estudiantes, Jacques; por la mañana tienen clase, se reúnen por las tardes.

—Mala suerte para ti entonces. —le miré con el ceño fruncido. Entendía su posición y agradecía su preocupación, pero de verdad sentía la necesidad de acercarme a ellos, y tratar de evitar, con mucha suerte, sus trágicas muertes —tengo que hablar con un alumno sobre unas notas. Como te dije, odio el fin de curso.

—¿A qué hora volverás?

—Que te crees que te lo voy a decir; para que te escapes y controles la hora. Ni hablar.

—Son apenas las cinco y media, ¿no puedo ni salir a dar un paseo?

—Lizzie —su tono pasó del amable y juguetón con el que estaba tratando hace un segundo, a uno de verdadera advertencia y seriedad. —por favor, ¿podemos discutir de tus libertades más tarde?

—De acuerdo, de acuerdo. Pero si quiero ir a visitar a los Bennet; justo después te juro que volveré a casa. ¿Por favor? —le dije suplicante. Me señaló con un dedo.

—No rompas mi confianza. —y con eso, se fue.

Estuve, como prometí, en la casa de los Bennet. En casa solo se encontraban Michael y Claude; el resto de la familia había ido a visitar a sus abuelos. Michael se fue unos minutos más tarde de mi llegada a la tienda, y Claude y yo nos quedamos solas muy tranquilamente. Le conté mi encuentro de por la mañana, y pude ver como las mejillas de Claude se tornaban de un color rojizo.

—¡Claude! No puedes enamorarte en una noche. —le dije después de dejar la taza de té en la mesita de café. —apenas has hablado con él.

—Monsieur Combeferre es todo lo que un buen caballero debe ser. —dijo firmemente.

MADEMOISELLE ELIZABETH || Les Miserables Donde viven las historias. Descúbrelo ahora