El viaje fue un martirio en los tramos que estuve despierta; siempre al lado de Enjolras, en ocasiones teníamos que cogernos de la mano para aparentar afecto delante de los demás. Lo único bueno que saqué de nuestra cercanía fue la comodidad de su hombro para descansar.
Cuando regresamos a París, solo pasé una noche en casa de Gilliard, la última. Al día siguiente, me trasladé a la casa que compartiría con "mi marido". La casa era lujosa, mejor incluso que la que tenían Gilliard o Michael. Estaba convenientemente cerca de la Sorbona y de la casa de Gilliard, separados solo por los jardines de Luxemburgo y unas cuantas calles más. Estaba en Rue Honore Chevalier, tan cerca de los jardines que si me asomaba por la ventana podía verlos con total claridad. Era lujosa, pero no demasiado; se notaba que hasta el momento sólo la tenían para cuando iban a París un corto periodo de tiempo. La entrada tenía una fachada con ventanas y una gran puerta que daban a una especie de patio, y ya de ahí se accedía a la casa en sí. Era muy bonita, tenía cinco habitaciones contando la principal, tres salones, cada uno con su supuesta función, unos cuantos baños (no quiero hablar sobre la higiene de la gente en esta época, pero recordaré que el papel higiénico todavía no se ha inventado), comedor, despacho y biblioteca. Los techos eran como de costumbre altos, y entraba buena luz. No tenía jardín como la casa en la que vivía antes, pues estaba muy integrada entre el resto de edificios de alrededor, por lo que se hacía casi imposible, incluso peligroso tenerlos, ya que podrían entrar a robar. Aún así la casa era bonita.
Como esposa, mi papel era controlar el funcionamiento de la casa, cosa que no sabía como hacer. Tenía que estar pendiente del servicio y de que todo estuviera en orden. Ah, el servicio. La parte frontal de la casa estaba destinada a la vivienda del servicio, ya que tenía menos privacidad y era un espacio más bien pequeño. A mi me parecía bien, porque así teníamos privacidad (que no es que la necesitáramos), ya que los criados por norma general suelen ser muy chismosos. Pero Enjolras no estaba en disposición de tener la fiesta en paz, y empezó a quejarse.
—No podemos tener criados; no me gusta tenerlos, y es peligroso que vivan aquí mientras que estamos involucrados con la revolución. Podrían denunciarnos.
—No seas estúpido.— le dije mientras me sentaba en un sofá del saloncito que tenía el dormitorio principal.—la vivienda de los criados está muy separada de esta.
—Que vivan en sus casas.
—Hay algunos que no pueden, Enjolras. Como el ama de llaves, o el portero, o el cocinero...
—Tener criados me hace sentir pedante.
—Ya lo sé; pero por lo menos nosotros podemos darle trabajo a algunos y un sueldo digno, al menos el que nos podamos permitir.— Enjolras se sentó en el pequeño escritorio que había con gesto pensativo.
—Me estoy convirtiendo en todo lo que nunca he querido ser.
—Yo también.— confesé— pero si eso conlleva una ventaja para el bien común, que así sea.
—Sabes que— se levantó y se dirigió a la puerta— tú eres la señora de la casa. Haz lo que encuentres conveniente.
—¿Cómo?— me levanté de un salto y le seguí —¿de dónde me saco un ama de llaves, un...?
—Por ahí hay una hoja de papel con las direcciones de los que contratan mis padres cuando vienen a París; a ver si quieren trabajar con nosotros permanentemente.— se puso el abrigo.
—¿Dónde? ¿Y a dónde vas?
—Hoy hay reunión en el Musain.— dijo con naturalidad.
—Bueno, espérame.
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MADEMOISELLE ELIZABETH || Les Miserables
FanficEn un viaje a París, Elizabeth cruza una puerta que la llevará al pasado, en tiempos de revueltas y alzamientos contra el rey. Pondrá en uso sus conocimientos sobre el pasado que ahora es su presente, y el futuro que ahora era su pasado. También con...