31. Adieu mon homme.

336 33 10
                                    

Escuchad la canción de Pomme con el mismo título del capítulo para disfrutarlo más (no sé que le pasa a Wattpad que no me deja poner vídeos:))

Debería de haberme sentado con ellos para sentirme menos sola; el viaje en tren iba a ser largo, y después venía la parada y de nuevo otro viaje en tren. Miraba el paisaje desde la ventana del vagón, era una tarde muy nublada.

Estaba pensando en el último viaje que hicimos a Marsella los dos solos; fue el momento en el que sentía que entre los dos había una creciente tensión y sensación ardiente, y descubrí que podíamos pasar tiempo juntos sin la necesidad de la intervención de otras personas en nuestro día. Deseé que durara para siempre, deseé que la última mañana en la que nos despertamos dijera «quedémonos aquí para siempre», pero no lo hizo, y yo sabía que nunca lo haría. Luego en año nuevo, prometió que nos asentaríamos ahí, en esa casa que tanto me había gustado y en la que tanto habíamos disfrutado la última vez que fuimos, y yo me permití el capricho de imaginar cómo sería, y nos vi felices. Aún sabiendo que pasaría, nos vi felices.

-¿Puedo sentarme?- escuché la voz de Gilliard a mi izquierda. Me encogí de hombros, y noté el asiento de al lado hundirse por su peso. Yo no dije nada, y él tampoco; puede que no supiera que decir, o tal vez decidió que no era el momento de decir nada.

Pasó un rato, y se atrevió a hablar.

-Era un hombre excepcional- notaba como los ojos me comenzaban a picar.- que te amó como mejor supo hasta el final.

Mi cara ya no hacía muecas al llorar, solo dejaba que las lágrimas corrieran libres desde mis ojos siguiendo el camino que les diera la gana. No me había visto la cara, pero sabía que debía de estar horrible, con los ojos hinchados y rojos. Llevaba mucho tiempo rompiendo a llorar de la nada, pero me recomponía rápido. Ahora ya daba igual, llevaba dos días seguidos llorando, y los que me quedaban.

Gilliard palmeó mi espalda de manera reconfortante.

-Pero el amor no lo puede todo.- toqué la tela de mi vestido negro; íbamos todos de luto.

-Elizabeth.- me cogió la mano- esto es mi culpa. Nunca debí... siento que te di falsas esperanzas.- no respondí, no quería hacerle daño pero en el fondo tenía en mi corazón una espina de rencor por ello. No sé como hubiésemos acabado si no nos hubiéramos casado, pero nuestro matrimonio fue lo que más nos ataba y hacía que pasáramos tiempo juntos.

-No te culpes- dije luego de un rato- su destino estaba escrito.

Cuándo llegamos a la parada, seguía en mi propia burbuja de miseria, y me fui a la habitación que se me había asignado rápidamente. Ni me quité el vertido y me tiré a la cama. Llevaba dos noches enteras sin pegar ojo, y estaba agotada, pero dudaba que esa noche el sueño me llegara, y temía las pesadillas. Sin embargo, cerré los ojos.

Intenté no pensar en nada, pero el recuerdo era el mismo:

-Soy una puta cobarde- Gilliard se levantó con los primeros rayos del sol, y me encontró en el salón con la nota que acababa de recibir de Enjolras- soy una cobarde, una inútil. Estoy aquí, como una tonta llorando, sin hacer nada; debí haberme ido a las barricadas, debí haber hecho lo que tenía pensado hacer.

-Has sido sensata, esto era lo que debías-

-¡No! ¡ESTO ERA LO QUE TÚ QUERÍAS!- Gilliard se sobresaltó- ¡DEBERÍA ESTAR ALLÍ, MURIENDO CON ELLOS! ¡LUCHANDO POR LO QUE ES JUSTO!

-Podrás volver a luchar por lo que es justo en el 48, cuando sepas que vas a ganar.

-No quiero hacerlo sin él.- se me acabó la energía, y la voz se me volvió débil- era nuestro sueño.

MADEMOISELLE ELIZABETH || Les Miserables Donde viven las historias. Descúbrelo ahora