Capítulo 37 - Indra y Ashura

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¡Uchihas!

A Tobirama le gustaban más cuando podía haber ignorado a todos ellos considerándolos bestias sanguinarias de ojos rojos de una raza desconocida sin semejanza alguna con los humanos decentes. No cabía duda que había cometido un grave error y ahora estaba pagando por ello.

En el espacio de una mañana le había informado a su madre que no tenía intención alguna de casarse jamás. Después, el hombre con el que comenzaba a imaginar que podría pasar el resto de su vida le había rechazado sin siquiera dejar que le propusieran matrimonio. Para colmo, sus alumnos le habían despedido sin permitirle perder la apuesta con algo de dignidad. 

Había imaginado que con solo portar el apellido Senju el embrollo de la academia se resolvería por sí solo. Ciertamente, no conocía a Madara Uchiha en lo absoluto. Los cabos sueltos de su arrogancia Senju le habían abofeteado en toda la cara. Aún peor, había empeorado las cosas con el azabache gracias a su garrafal error. Era el hombre más comprensivo, compasivo y bondadoso que jamás había conocido y, en ese momento, a duras penas podía soportar mirarle.

Tobirama maldijo. Conseguir aquello que deseaba se había vuelto relativamente sencillo luego de la guerra. Algunas palabras por aquí, movimientos estratégicos para los negocios difíciles y se había hecho de capital y de una posición favorable en el consejo de Konoha. Sin embargo, ya ni siquiera podía respirar cuando pensaba en no volver a ver a Madara. Ahora que conseguir lo que deseaba no implicaba masacrar a un grupo de ninjas y sólo dependía de su capacidad para vivir, no tenía idea de que hacer.

Estuvo a punto de pasar por delante del cuerpo de su hermano mayor, apoyado contra el tronco de un árbol y los brazos cruzados, en las afueras del clan Uchiha. 

Tobirama no estaba de humor para charlar y, con una rígida inclinación de cabeza, instó a su caballo a seguir su camino. Antes de que doblase la curva y se perdiera de vista, Hashirama levantó una botella de sake que descansaba a sus pies.

-Tengo sake.- dijo, en medio de una bocanada de humo de su puro.

Un minuto más tarde, sentado en uno de los cantos que bordeaban el estanque y con un cigarro en la mano, Tobirama se echó un buen trago de sake.

-Agradezco a Kami-sama por tenerte, Hashi.-

-Agarré la botella en el momento en el que supe que Mito se largaría. Creo que su padre me detestará eternamente. Celebración aparte, ¿Qué demonios te pasa?-

Ser criticado era, también, una experiencia nueva que únicamente encontraba tolerable cuando Madara era quien lo hacía.

-¿Por qué?-

El moreno se encogió de hombros.

-Si yo tuviera lo que tú, no estaría aquí sentado bebiendo con el fracaso que fue el primer Hokague.-

Tobirama le lanzó una mirada mientras volvía a coger la botella.

-¿Qué es lo que tengo exactamente? He sido un imbécil y ahora estoy pagando por ello.-

-Sea como fuere, me alegra escuchar que lo admites. No habrás recibido una carta en las últimas horas, ¿Cierto?-

Tobirama, con el ceño fruncido, metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó la nota de Obito. Con la mitad de su atención y todas las sospechas fijas en Hashirama, la desdobló.

-¿Algo interesante?-

Tobirama leyó el mensaje una vez, y luego otra vez más. Ésta, escrita con la prolija letra de Itachi, tan sólo decía: "Queremos ayudarte a perder". Él levantó la cabeza.

•[ Una Apuesta Peligrosa ]• (BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora