Capitulo 9

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POV Keylan



Cinco días.

Cinco malditos días sin encontrarla, sin saber nada.

Golpeo la pared de mi despacho y mis nudillos crujen, pero estoy inmune al dolor. Solo puedo recordar su imagen; su cuerpo sin vida, la sangre...

¡Maldita sea!

Aún no entiendo cómo fue que no lo me di cuenta antes, ¿cómo no sospeché? ¿Cómo?...

¡Ella! Todo es su culpa, por cegarme, por embobarme, por volverme ciego, dejarme tonto como siempre.

Si tan sólo ese camión no hubiese venido, si sólo hubiera despertado antes... ella estaría aquí. La hubiese salvado. Estaría en casa ahora. Con Samara. Samara... está desolada, como yo.

Si no la pensara tanto, si no siguiera siendo tan... diferente, tan alocada y tímida a la vez, si no fuese un misterio, si no sonriera como lo hace, si sus ojos no brillaran cuando se emociona... si no fuese tan expresiva. ¡Maldición! Si no fuese tan perfectamente imperfecta. Tan ella.

Esa mujer fue esculpida con las manos de los arcángeles, es... hermosa. Con las curvas donde debe, no le sobra ni le falta. No puedo quitar su imagen de mi mente; el primer día que la volví a ver. Tan jovial, tan viva y espontánea desde siempre.

Un alboroto interrumpe mi calvario, escucho voces alzadas y pisadas firmes, miro la puerta justo cuando un torbellino de pelo azul entra en mi despacho y lanza dos dardos en forma de ojos caramelo hacia mí.

— ¡Tu hijo de perra, deja de estar dando vueltas aquí y sal de una puta vez a buscar a mi Aysel y la quiero tal y como la dejé! Porque te juro por mis genes que si tiene un sólo pelo menos te golpearé tanto y tan fuertemente que ni el mismísimo Dios te reconocerá. ¿Entendiste o te hago una demostración? —dice sacando un bate de aluminio de su espalda.

¡Joooder con la avatar esta!

Detrás de ella mis compañeros la miran asombrados y yo sólo puedo pensar que Aysel tiene un gusto muy peculiar a la hora de elegir sus amistades.

Miro de arriba abajo a la mujer que tengo al frente, aunque podría decir niña. ¿Cómo es que una cosa tan pequeña puede tener tremenda bocota y ser tan intimidante?

Un cuerpo de quinceañera, cabellera azul milenio, ojos color miel. Es bonita, rarita y se nota que tiene algún déficit mental. Irradia seguridad y fortaleza.

— ¿Quieres una foto o qué? — dice mirándome de pies a cabeza haciendo un gesto arrogante que me cabrea.

—Veamos... primero bájale cuatro tonos a tu arrogancia, cinco a tu altanería y diez a tu agresividad. A mí no me amenazas y menos en mi oficina. Sueltas ese bate y te sientas. Cuando te calmes hablaremos. —la miro a los ojos fijamente, para que vea que no estoy bromeando y usa ''la mirada''. Lo que me faltaba.

Ella me reta, lo sé porque coge actitud de "no me intimidas" y me sostiene la mirada.

— Randolph, toma el bate de la señorita y guárdalo, no me interrumpan por ahora —Él se acerca y ella inmediatamente se pone a la defensiva, él levanta las manos en señal de rendición y ella lo apuñala con la mirada.

—Nadie toca a mi bebé. —me mira y levanta la ceja. No puedo evitarlo y me río.

—Está bien chicos, pueden retirarse, yo me encargo de la fiera. —los veo dudar pero se van, ella sonríe de lado y se sienta con tanta delicadeza que creo es otra persona que estoy viendo.

Detrás de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora