Capitulo 10

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Siento frío, creo que estoy mojada, me siento algo húmeda... ¿me habré orinado? Imposible. No soy de esas, me acurruco más con la sabana pero el frío me cala en los huesos... y siento una fuerte molestia en la pelvis.

Levanto la cabeza y la luz detrás de las ventanas me confirman que ya es de día. Estoy sola en la cama y Tyra está mirándome fijamente desde la alfombra, en cuanto levanto la mirada brinca sobre mí y empieza a lamerme. La acaricio y beso en la cabeza, me alegra la vida mi pequeña.

Me siento en la cama y estiro mis brazos tengo una pequeña molestia en el abdomen. No tan pequeña. Me pongo de pie y la sabana viene conmigo. Al voltearme para devolverla a su sitio lo noto.

Oh oh. Me miro bien y me paralizo.

Por favorcito señor Jesús si en verdad existes no permitas esto.

Mis piernas, mi ropa, las sabanas y el colchón, toda la cama está sucia... de sangre.

¿Y si Matthew se alocó anoche? ¿Si se descontroló y abusó de mí? ¿Me habrá drogado?

No, no lo creo. Es imposible. Tiene que serlo. O sea, él tuvo millones de oportunidades, ¿por qué lo haría ahora?

Me voy al baño, siento dolor en el abdomen y la espalda. Me siento la cabeza grande y tengo mucha hambre. ¿Raro no? No tanto. Al menos no en mí.

Me quito la ropa y la pongo en agua, entro a la ducha y dejo que el agua caiga sobre mi cuerpo mientras mi mente va a mil por hora. El agua caliente hace su efecto en mí y alivia mi malestar cuando de momento la puerta de la bañera se abre y tengo a Matthew frente a mí, un grito sale de mis labios por el susto e intento cubrirme con las manos, lo miro asustada.

El cierra la llave, toma mi toalla y me envuelve en ella, en un total silencio, me da un beso en la frente y me entrega una bolsa algo grande del súper, sale del baño y se detiene en la puerta.

—Te espero en la cocina con el almuerzo. No tardes más que se enfría y lo he calentado dos veces esperando a que salgas... — me dice con una sonrisa ladeada.

Estoy confundida, ¿tanto rato tengo metida aquí? En cuando cierra la puerta abro la bolsa y me golpeo mentalmente por ser tan estúpida.

Me trajo tres tipos diferentes de toallas femeninas, además de pastillas para el dolor y dos barras de chocolate.

Me trajo toallas sanitarias... Mis favoritas.

¡Estúpida! ¡Estúpida! ¡Mil veces estúpida!

¡Y maldito seas por siempre kétchup!

Sí. No tengo por qué decirle Andrés, periodo o menstruación. Por mi le diría días de infierno pero...

Me da un golpe de culpabilidad, Matthew no me hizo nada y yo pensando mal, mientras el sólo se ha preocupado por mí. Pero esto es lo que hay, la confianza se gana.

Me visto con un simple camisón negro en algodón sin sostén, me duelen los senos. Salgo a la sala Matthew está sentado en un banco de espaldas a mí, leyendo el periódico y gira al sentirme, deja el periódico en la mesa y abre sus brazos para mí, voy despacio, dudando y el espera con paciencia a que llegue y me envuelve en sus brazos.

Ummmmmm huele a gloria.

— ¿Cómo te sientes pequeña? ¿Te duele? ¿Necesitas algo más? — lo miro y niego.

—Estoy bien, gracias. —digo y bajo la mirada, estoy ruborizada. — ¿Qué hora es?

—Falta poco para las una, te dejé dormir tranquila parecías un ángel, fui al trabajo, al súper y volví, aún seguías dormida por lo que me puse a cocinar para que pudieras comer bien, justo iba a despertarte y ya estabas en el baño.

Detrás de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora