Josh abrió sus ojos de golpe. Lo primero de lo que se percató fue de un agudo dolor en la parte posterior de su cabeza, tan insoportable que casi no lo dejaba mantenerse consciente. Su vista estaba nublada por completo y sus oídos aturdidos a tal punto que lo único que era capaz de oír eran los latidos acelerados de su propio corazón retumbando con fuerza contra su pecho. Su mente era un caos, no recordaba absolutamente nada, pero le aterrorizaba el hecho de no tener control sobre sus propios sentidos. Intentó moverse, pero el pánico que corría por sus venas no hizo más que crecer al darse cuenta de que algo sujetaba sus pies y sus manos, manteniéndolo inmóvil. Lloriqueó con desesperación, intentando liberarse. Era inútil.
Con el paso de los segundos muy lentamente sus sentidos comenzaron a disiparse, al igual que su memoria se fue aclarando. Su respiración se aceleró a medida que el terror tomaba posesión de su ser, recordando los sucesos recientes.
¿Dónde estaba? ¿Dónde estaba Tyler? ¿Qué habían hecho con él?
Lágrimas de desesperación e impotencia comenzaron a bañar sus mejillas, mientras su pecho se cerraba impidiéndole respirar con normalidad. Miró su propio cuerpo, percatándose de la presencia de sogas en sus manos y pies. Volteó su cabeza aún adolorida hacia la derecha, y un grito de terror abandonó su garganta ante lo que vio: el cuerpo de una mujer completamente ensangrentado, con su cuello destrozado. Comenzó a gritar y llorar de manera histérica, espantado por aquello, intentando moverse como podía para alejarse del cadáver. Volvió a dirigirle una mirada rápida, y ahí fue cuando se dio cuenta: aquel era el cuerpo de su vecina, Martha. Estaba en su casa.
Entonces comprendió lo que Tyler le había dicho. Recorrió la habitación -la cual parecía ser la cocina- con la mirada hasta que vio la ventana que daba a su casa y tal como había dicho el castaño, estaba cubierta de sangre. Marcas de manos, específicamente. Parecía como si Martha hubiera estado intentando escapar cuando fue brutalmente asesinada. Siguió mirando, y del otro lado de la sala vio un cajón tirado en el piso, con varios cubiertos -entre ellos, cuchillos- esparcidos por doquier. Probablemente habían matado a la pobre señora con uno de ellos.
Pero, ¿por qué un grupo de demonios -ahora personas, en realidad- querría asesinar a una mujer mayor?
Dejó de hacerse preguntas cuando oyó pasos acercarse a la cocina. Retrocedió como pudo en el piso al ver a un hombre alto entrar en la habitación con una sonrisa perversa en su rostro. Lo reconoció: era el que lo había inmovilizado en el callejón. Ahora podía verlo mejor por la luz, su cabello era castaño y levemente ondulado, su mirada oscura y maligna. La manera en la que lo miraba de pies a cabeza, sonriendo de manera casi felina, le generó miedo y repulsión. Su nombre era Belcebú, aunque Josh no lo sabía.
—Lloras como toda una niñita —Le dijo, poniéndose en cuclillas a su lado. Acercó una de sus manos al rostro del rizado y apretó una de sus mejillas. —¿Extrañas a tu mami? —Josh apartó su cabeza con asco, tratando de alejarse lo más posible de aquel hombre.
Cerró sus ojos. Era indispensable que se concentrara y dejara su pánico de lado para poder saber qué había sucedido con Tyler. No le serviría de nada lloriquear y rogar para que lo liberara, sabía que eso no sucedería. Le tomó toda su fuerza de voluntad para mirarlo a los ojos y hablar con seriedad.
—¿Qué han hecho con Tyler? —Preguntó intentando sonar duro, pero su voz se quebró sin que pudiera evitarlo.
Belcebú rió ronco, negando con la cabeza.
—Mis compañeros se están deshaciendo de él en este mismo momento, en ese precioso bosque que tienen a unos minutos de aquí —Sonrió, orgulloso. —Es allí donde hicieron su pequeño ritual, ¿no es así? —Josh no contestó, se limitó a mirarlo con odio. —Ah, que irónico, ¿no te parece? El lugar donde comenzó su vida como humano será el lugar donde la termine. Eso es lo que llamo justicia poética.

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personal demon; [tysh]
Fanfiction-Vamos Josh, no seas tímido. Dime, ¿qué quieres hacerme? [COMPLETA]