{Cap 11} ~Avances~

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CAPÍTULO 11


Hayden despertó gimiendo, rodeado de un calor reconfortante, algo que no había sentido en mucho tiempo. Podía percibir una calidez que, durante los últimos tres años, había creído perdida para siempre. 

Mientras esa sensación envolvía su cuerpo, un leve miedo apareció en su mente. ¿Era real o solo un sueño más que desaparecería al abrir los ojos? Lentamente los entreabrió, con temor a que aquella calidez se desvaneciera, pero lo que vio lo tranquilizó de inmediato. 

Sus padres abrazaban a Astrid, y a la vez, lo acercaban a su pecho, como si quisieran protegerlo de cualquier dolor que llevara cargando por tanto tiempo. En ese momento, la sensación de seguridad que tanto había anhelado lo envolvió por completo. Nunca antes se había sentido tan a salvo, tan conectado con los que amaba, y supo que no quería perder esa sensación.

Mientras su madre movía la cabeza sobre su pecho, un sentimiento de satisfacción cálida se extendió por todo su ser. Instintivamente, comenzó a sobarle el cabello suavemente, como si fuera la forma de devolverle ese consuelo que le ofrecía. Al mismo tiempo, una sonrisa divertida se dibujó en su rostro al escuchar a su Astrid murmurar en bajo. 

Algo en su pecho se tensó cuando, sin pensarlo, se refirió a ella en su mente como "mi Astrid". Esa pequeña posesividad que sentía era nueva, inesperada. ¿Desde cuándo la veía de esa forma?

—Entonces, sabes cómo sonreír— la voz de Astrid lo devolvió a la realidad. El susurro lo sorprendió, haciéndolo girar la cabeza hacia ella.

Astrid tenía una sonrisa suave en los labios, descansando su cabeza en su brazo como si fuera lo más natural del mundo. Para Hiccup, la cercanía de ella siempre había sido una especie de misterio, algo que nunca entendió del todo. Pero ahora, su presencia lo reconfortaba de una manera extraña, casi desconocida.

—¿Qué?— respondió, algo aturdido, pero no pudo evitar devolverle una pequeña sonrisa.

—Quiero decir, sinceramente, pensé que no sabías cómo sonreír. Creí que los músculos de tu cara no serían capaces de manejar esa acción. Pero, supongo que me equivoqué— susurró ella, sin borrar esa linda sonrisa que lo tenía desconcertado.

Hayden frunció el ceño, mirándola fijamente. Sabía que Astrid tenía esa capacidad de desconcertarlo, de provocarlo. Pero lo que no había notado hasta ese instante era lo mucho que la había llegado a apreciar por ser precisamente así. No era alguien que lo tratara con lástima, sino alguien que le ofrecía una genuina conexión, una amistad que lo mantenía presente, vivo.

No pudo evitar sonreír ante el pensamiento de que ella siempre lograba hacerle sentir algo, ya fuera enojo, diversión o quizás... ¿algo más?

—Bueno, no es mi culpa que seas una princesa tan joven todavía— respondió, dejando que las palabras fluyeran sin pensar demasiado.

—Eso ni siquiera tiene sentido— replicó Astrid, arrugando el rostro en un gesto adorable de confusión. Pero de repente, sus ojos se abrieron como si hubiera sido golpeada por una revelación. —¡Eres asqueroso! ¡Y frente a tus padres!— exclamó, visiblemente sorprendida, aunque había una pizca de diversión en su tono.

Hayden la miró por unos segundos, disfrutando la oportunidad de prolongar ese momento de sorpresa. Era una sensación rara, pero agradable. Con Astrid podía ser él mismo, bromear y relajarse, sin el peso constante de la tristeza que lo había consumido durante tanto tiempo.

Decidió aprovecharlo al máximo.

—¿De qué estás hablando? Solo dije que eres demasiado joven para entender cuándo es el momento adecuado para sonreír con absoluta felicidad. Básicamente, pienso que hay momentos que merecen más de una sonrisa— explicó, manteniendo la expresión de confusión en su rostro, aunque por dentro disfrutaba cada segundo que pasaba.

Ahogados en los recuerdos  |EN CURSO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora