CAPÍTULO 18
Ya habían llegado a la casa de la playa, y el viaje había sido exasperantemente largo.Astrid, cansada de estar sentada durante horas, no esperó a que el coche se detuviera completamente. Apenas sintió que la velocidad disminuía, abrió la puerta y salió apresurada, casi como si el auto fuera una prisión de la que necesitaba escapar. Su reacción le arrancó una sonrisa a Hayden, que sacudió la cabeza divertido al ver sus exageradas payasadas.
Después de estacionar de manera adecuada, Hayden salió del coche, pero no pudo evitar burlarse de ella.
—La próxima vez, espera a que aparque, en lugar de salir corriendo como si te estuviera persiguiendo un monstruo— dijo mientras abría el maletero.
Astrid, con una sonrisa traviesa y sin dejarse intimidar, respondió mientras lo miraba de reojo, esperando a que sacara sus maletas.
—Mi trasero ya no podía esperar, Hipo. Eres un lento al volante. A este ritmo, hasta yo podría haber llegado más rápido— contestó, sacudiéndose el cansancio del viaje.
Hayden la miró de reojo, arqueando una ceja. Su comentario le pinchaba el orgullo, pero en lugar de molestarse, simplemente suspiró, divertido.
—Deberías saber que tengo habilidades excepcionales de conducción— respondió, aunque con el tono más relajado que había usado en todo el día.
—Claro, sigue creyéndotelo— replicó Astrid mientras se alejaba hacia el coche de los gemelos, donde Brutilda y Patapez ya habían comenzado a salir.
Hayden se quedó un momento en silencio, observando cómo ella se alejaba. ¿De verdad estaba cuestionando sus habilidades al volante? Cómo se atrevía.
Sacudiendo la cabeza con una sonrisa, decidió tomar cartas en el asunto.
Volvió a abrir el maletero y, con una calma maliciosa, dejó una de las bolsas que había sacado momentos antes. **La bolsa de Astrid**.
Verás, cuando ella decidió acompañarlo a la casa de la playa, Hayden había sido lo suficientemente previsor como para enviarle un mensaje a su madre, pidiéndole que preparara el equipaje de Astrid y lo dejara en la recepción de la escuela a la hora del almuerzo. Lo había hecho sin que ella lo supiera, pero ahora, ese pequeño gesto le serviría para darle una lección. La dejaría sin su ropa, solo por un día.
*Dulce venganza*. Se rió para sí mismo mientras cerraba el maletero, sabiendo que Astrid lo descubriría pronto.
Con una sensación de satisfacción, caminó hacia la puerta principal, donde el resto del grupo ya se encontraba reunido, esperando impacientes.
—Date prisa, amigo, no tenemos todo el día— gritó Patán, con su tono de siempre, lleno de bromas pesadas.
—¡Ya voy, ya voy! ¡No me grites!— respondió Hayden mientras se acercaba, fingiendo una exasperación que no sentía.
Al sacar las llaves, abrió la puerta, pero no alcanzó a dar un paso adentro antes de que los gemelos lo empujaran a un lado, corriendo escaleras arriba como si estuvieran en una competencia de vida o muerte. Hayden dejó escapar un suspiro, no sorprendido en lo más mínimo. *Siempre era lo mismo*.
Cada vez que llegaban a algún lugar nuevo, los gemelos se lanzaban a reclamar las mejores habitaciones antes de que alguien más pudiera elegir.
Mientras ignoraba los gritos y risas que venían del segundo piso, Hayden se volvió hacia los demás con un gesto cansado.
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Ahogados en los recuerdos |EN CURSO|
FanfictionSi quieres definirla con una sola palabra, esa sería, hermosa. ... Astrid es una joven atrapada en una vida sombría y sin salida. Criada en Oslo, Noruega, su belleza natural no ha sido suficiente para compensar la soledad que la rodea. Sin el apoy...