{Cap 28} ~2 Días~

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CAPÍTULO 28


Narra Hayden 

Habían pasado ya varios días desde aquella noche en la que le confesé a Astrid mi mayor secreto. Al principio, el miedo me consumía, pensando en todas las formas en que podría salir mal. Pero, sorprendentemente, todo salió mejor de lo que había imaginado. Astrid no se enfadó, no me reclamó por haberle ocultado tantas cosas. Incluso ahora, me sorprende su reacción. Supongo que es porque, al igual que yo, ella también lleva sus propias cicatrices, recuerdos que guarda en lo más profundo y de los que nunca ha hablado abiertamente.

Lo que más me alivia es que me prometió no decir nada a mis padres. Y lo agradezco. Sé que, aunque ellos me quieren, no entenderían. Para ellos, todo lo que no se ajuste a lo "práctico" o lo que consideran apropiado, es una pérdida de tiempo. Montar a caballo, por ejemplo, no entra en su lista de cosas útiles.

Pero no son mis padres los que me tienen ansioso en este momento. Son los de Astrid, que llegarán en solo tres días. No puedo evitar imaginar mil escenarios en mi cabeza sobre cómo reaccionarán cuando sepan de nosotros. Esa incertidumbre ha hecho que pasemos más tiempo juntos estos últimos días, como si ambos intentáramos exprimir cada segundo antes de que todo cambie.

Ahora mismo estoy en la cama, soñando despierto. Imaginando una vida perfecta a su lado, una vida sin preocupaciones ni juicios de los demás. Ya sé, soy un cursi, pero ¿qué le voy a hacer?

—Hayden, Hayden, despierta, amor— me sacude suavemente la voz de Astrid mientras yo, medio dormido, apenas reacciono.

—Ay, mamá, cinco minutos más— murmuro, sin abrir los ojos.

—No soy tu madre, Hiccup, y si no te levantas ya, llegaremos tarde a clase— dijo con ese tono de advertencia que siempre me hace sonreír.

Pero decidí seguir fingiendo que dormía. Me gusta hacerla esperar, verla impaciente, aunque sé que no debería.

—¡Ah, Hayden!— exclamó frustrada justo antes de que me girara rápidamente hacia ella. La atrapé en un abrazo desde detrás, haciéndola caer sobre la cama a mi lado.

—Vamos, solo un poquito más— susurré contra su oreja mientras la apretaba contra mí. No pude evitar reírme al sentir cómo su cuerpo se estremecía por la cercanía.

—Hayden, ya... tenemos que irnos— intentó decir, nerviosa. Pero no pude resistirme a seguir jugando. Dejé un beso suave en su cuello, apenas rozando su piel.

—¿Y si nos quedamos aquí?— pregunté con una sonrisa traviesa mientras mis manos recorrían suavemente su espalda.

—Hayden, yo... no sé si estoy lista— su voz sonó suave, casi tímida.

De inmediato paré. La miré directamente a los ojos, tratando de leer cada emoción en su rostro. Sabía que lo decía en serio, y mi corazón latió con fuerza.

—Está bien, no pasa nada— le dije con total sinceridad. —Te amo, Astrid, más de lo que puedas imaginar. No te quiero solo por eso. Podemos esperar todo el tiempo que necesites, aunque sean cincuenta años.—

Una sonrisa apareció en sus labios, y esa sonrisa... siempre ha tenido el poder de desarmarme por completo.

—¿Aunque tengas que esperar cincuenta años?— preguntó, juguetona, tocando mi pecho con la yema de sus dedos.

—Hasta los sesenta, si es necesario— bromeé, guiñándole un ojo, —pero no te garantizo que para entonces sea tan efectivo como ahora—

—Eres un tonto, Hipo— rió mientras me daba un pequeño beso antes de levantarse.

Ahogados en los recuerdos  |EN CURSO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora