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Malarkey condujo alrededor de dos horas hasta Riverdale. Entre tráfico y aire veraniego, su mirada se endurecía un poco más y la de Mercy Fallen se mantenía esperanzada y alegre, cómo llevaba meses sin verse.

Incluso al bajar del auto, ella se alisaba el cabello rubio frente al espejo de éste, esperando poder entrar.

Los días familiares en la prisión al este de Riverdale, lucían tan desolados a primera instancia, entre presos con voces cansadas y visitantes cuya miseria se apoderaba de su rostro.

- ¿Cómo has estado? -. Lo miraba dulcemente. - Por favor, mírame-. Insistía ante Daniel Tanner quién le tomaba la mano

-Estoy bien-. Murmuró con una sonrisa destemplada. - gracias por venir-. Se dirigió a Malarkey quién permanecía de pie, indiferente

- ¿Qué era tan urgente cómo para hacernos venir hasta aquí?

- ¡Peter! -. Mercy lo sermoneaba aún con los ojos encharcados y Daniel la estrechó levemente, tranquilizándola

-No, está bien. Yo deseaba hablar con Selina, pero no quiso venir

Ella ladeo la cabeza y entornó los ojos, retirándose

- ¿Por qué querrías hablar con ella? ¿No fue quién te metió aquí con mentiras?

-No. Si estoy aquí es por decisión propia

-A menos que te guste ducharte con 10 hombres lo entendería, pero, sabemos que mintió, que quería separarnos y por eso...

-Mercy, tenemos el tiempo contado-. Peter la interrumpió. Había una tensión creciente que los obligó a mantener silencio durante momentos, al menos en lo que la chica se tranquilizaba y Malarkey adquiría algo de seriedad, dejando el orgullo. Una vez que Tanner lo consideró prudente, hizo ademán de que se sentará al lado de ellos.

-Tengo información sobre una persona peligrosa en Deep Lake. Quisiera hablar al respecto con ustedes, pero los pondría en peligro también

- ¿Qué tipo de peligro? -. Mercy estiró el cuello hasta él, afligida.

-De muerte-. Sentenció. - Si algo me pasa en los próximos días, semanas o meses, necesito que le entreguen esta carta a todos aquellos que me conocieron. - Extendió el libro que llevaba celosamente entre las manos. - No la lean antes, porqué probablemente se alarmarán y eso me condene aún más rápido

- ¿De qué hablas? Podemos ayudarte-. Le tomó la mano nuevamente, pero él negó con la cabeza murmurando ante la mirada de los vigilantes.

-Ya les dije cómo pueden ayudarme, y la única manera es desenmascarando a esa persona para prevenir daños. Tienen que demostrarme que no me equivoque confiando en ustedes

-Porqué confiabas más en Selina, ¿No es así? Y ella fue quién te metió aquí-. Bramó sosteniendo el libro frente a ella y guardándolo en su bolso.

-Créeme Mercy, después de mí, ella será la más afectada en todo esto

A partir de cierta cantidad de alcohol, nuestro cuerpo deja de sentirlo. Puede facilitarnos ingerir más o hacernos caer al primer movimiento.

Pero Selina se mantenía sentada, sin sensación alguna y con la mente casi adormecida

El tan conocido nudo en la garganta se produce por una tensión muscular. El sistema nervioso entra en estado de hiperactividad, entonces se encarga de enviar oxígeno a todo el cuerpo para ayudar a los músculos a ejercitarse rápidamente.

En un esfuerzo por conseguir la gran cantidad de aire, el sistema nervioso ordena a la glotis que permanezca abierta (La cuál cumple esta función cuando ingerimos alimento) Entonces cuándo tenemos ganas de llorar, los músculos la obligan a mantenerse abierta y debe forzarlos cuándo necesitamos tragar. Esta resistencia es la que provoca la sensación de nudo

Sólo queda ceder a él.

No sabía en qué momento las lágrimas habían comenzado a salir, ni siquiera las había sentido recorrer sus mejillas hasta parar en su cuello, dejando un camino divisible entre el maquillaje.

La fuerte presión en la garganta nos impide decir palabra alguna e incluso respirar con normalidad.

Una mano recorrió su espalda provocándole escalofríos.

-Me imaginé que estarías aquí-. Se quitó el saco, colocándolo alrededor de su espalda.

Ella intentó aclararse la vista, divisando por encima del vaso

-Alguien podría vernos-. Murmuró con un tono de burla con la intención de incomodarlo y que se alejara.

-Solamente soy un profesor cuidando de una de sus alumnas

-No necesito que nadie me cuide

-A mí me parece que sí. Te llevare a tu casa, tienes clase mañana

-Mañana es sábado-. Bufó, pero él se acercó hasta su oído, murmurando

-La clase será solo conmigo-. Dejó un par de billetes en la barra y miró hacia el resto del lugar.

La tomó entre sus brazos, cubriéndola hasta llegar al auto.

Había llovido todo el día. Las gotas golpeteaban en el parabrisas y las ventanas dando un inicio anticipado al verano que ya estaba cada vez más cerca.

La miraba de reojo arrinconada en el asiento delantero, con los ojos muy abiertos y el corazón a pulso.

No había sido capaz de dirigir palabra alguna, sin embargo, permanecía consciente

Las luces casi cegadoras de los semáforos le iluminaron el rostro afilado y enérgico.

-No sé quién te dijo todas esas cosas-. Su voz se había vuelto un murmullo helado. - Pero quiere decir que ya sospechan de nosotros

-Descuide, soy muy buena fingiendo que las cosas no me importan

-Yo no diría eso-. Acercó una mano a su rostro, limpiando las lágrimas suavemente con los nudillos. -Si fueras mía, no volverías a llorar nunca

-Yo creo que sería todo lo contrario

Clavó la vista en la ventana nuevamente. Hiram dobló hasta la izquierda para estacionarse dónde sabía que vivía ella.

Las luces estaban apagadas, pensó. Tal vez debería llevarla hasta dentro, pero, una vez allí no sabía lo que podría pasar

Había cosas que, aunque interiormente llevaba tiempo deseando, no estaba dispuesto a hacerlas.

-El otro día mencionaste que no tenías idea de quién era yo-. Cabizbajo, se aclaró la garganta y continuó. - Sin embargo, hace un par de semanas me dijiste que no necesitabas saberlo porqué mis ojos hablaban más por mí mismo que mis labios. Si te lo preguntas aún, no soy un buen hombre. He cometido todo tipo de equivocaciones, pero la mayoría han sido impulsadas por razones correctas, cómo esta. Puede ser un error que estemos juntos y, aun así, siento que sólo yo soy parte de él.

Hubo un silencio abrumador. Ella se incorporó lentamente, evitando su mirada

-Sé que me enamore de ti-. Dijo con un hilo de voz. - Sin embargo, no es lo que habría querido

No hubo respuesta alguna de parte de él, aunque probablemente era la misma. Simplemente se detuvo frente al hogar de ella.

-Cuídate

Se acercó hasta su rostro y le besó la mejilla.

Selina asintió y bajo del auto cubriéndose con el saco entre la lluvia que golpeteaba fuertemente su espalda. En el interior solo deseaba coger una fuerte pulmonía.

Ni siquiera se molestó en mirar hacia atrás. Abrió la puerta de su casa, adentrándose en ella

Él la miraba desde el interior del vehículo, hasta que apagó la última luz.

Si fuera suya, no volvería a llorar nunca. Nadie puede llorar desde un ataúd

Nights Without MoonlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora