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Ella siempre pensó que su color era el tinto, pero nunca lo mencionó.

Cuando Hiram le dijo que recogerían el vestido, no se imaginó que él lo llevaría hasta su puerta

Más bonito, más largo y probablemente más costoso que el que ella eligió.

"Será recordado por haberle pertenecido a una princesa" decía la nota junto al baúl.

Se asemejaba más el de una novia: Con su corte asimétrico, los pequeños rubíes incrustados cuidadosamente sobre el escote y las mangas que dejaban sus hombros al descubierto, pero iban entrelazadas en sus dedos. La falda que le marcaba cintura y se extendía hasta el suelo... parecía que pequeñísimas gotas de lluvia habían caído sobre ella para quedarse alrededor de toda la tela.

Por un momento dudó en usarlo. Recordaba la noche anterior y todo lo que sabía sobre el hombre de negro... pensaba en la misma oscuridad que implicaba su sobrenombre y que tanto lo caracterizaba, debatiendose si seguir a su lado sería una buena decisión.

Pero él tampoco sabía muchas cosas de ella y nunca preguntaba. Eran dos desconocidos con un par de cosas en común: El deseo y la necesidad por el otro, quizá no había que pedir más.

Cuando finalmente se lo probó y se miró frente al espejo, quedó enternecida.

Pasó casi toda la tarde en la ducha, impaciente y emocionada pero también nostálgica. No había visto a su madre desde la noche anterior y comenzaba a sentirse extrañada.

A pesar de todo lo que habían pasado, se imaginaba que Catalyn gozaría en verla bella, horas antes de irse a su baile.

También pensó en Clarissa: En cómo lo que habían planeado durante años había cambiado en dos semanas y se sintió con la necesidad de dejarle un mensaje de texto.

"Todo sería mejor si estuviésemos juntas hoy" Lo envió, sin embargo, no hubo respuesta.

Cuando estuvo lista, pidió un taxi y lo esperó junto al pórtico, aún sin señal de su madre.

Fue un lapso casi eterno. La luna resplandecía blanca y llena... iluminando cómo si fuera su última noche en el firmamento, como si fuera a convertirse en polvo y a dejar de existir... no había sonido alguno a su alrededor y comenzó a sentirse sola.

Tal vez vestía como una princesa, con un maquillaje y un peinado que la hacían lucir elegante y "más mujer", menos niña... pero no había una madre que le tomara mil fotos orgullosa y melancólica, no había una mejor amiga para bailar toda la noche ni un amigo que le ofreciera un poco del alcohol a escondidas. Tampoco quién la llevara del brazo a la entrada.

Tuvo que sacrificarlo todo por una relación llena de pasión y peligro, que agudizaba el amor. Por la única vez que sentiría realmente que su vida dependía de alguien.

Sintió deseos de reír, sintió deseos de llorar.

-Es un bonito vestido-. Exclamó una voz femenina, acercándose lentamente. Al voltear hacia donde provenía se sorprendió, pues era a quién menos imaginaba ver aquella noche.

-Hola-. Le respondió con una sonrisa. Mercy Fallen llevaba el cabello recogido y rizado, dejando ver sus doradas orejas que contrastaban con el gris de su vestido.

-Finalmente, llegó el día

-Me da gusto verte, Mercy

-A mí también. Me enteré de lo de Clary

- ¿Ella te lo dijo?

-No. Fue Peter

- ¿Esta aquí? -. Preguntó mirando a su alrededor, ansiosa. Pero la rubia negó con la cabeza.

Nights Without MoonlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora