39

50 2 0
                                    

Penelope Blossom mantenía una relación muy amistosa con sus clientes. Le gustaba complacerlos y que derrocharan dinero por su burdel y por sus chicas, que no pasaban de los veinticuatro años...Se enorgullecía de lo que consiguió tras haber enviudado y quedado sin un solo centavo.

Cualquiera que solo la describiera cómo una mujer fría y sin escrúpulos, solo habría escarbado la superficie. Penelope tenía fuertes convicciones y todo lo que hacía tenía un propósito... más allá de la riqueza y los lujos, repudiaba la soledad y perderse entre dolor que significaba ella.

Le parecían extremadamente ridículos los hombres de pie al bartender, bebiendo para evitar las lágrimas y mantener su narcisismo... creían que era mejor vaciar sus penas a través de un vaso que hablarlas, porque entonces, ya no serían tan hombres.

Y aunque no los soportará, eran el motor de su trabajo: Infelices con una gran fortuna.

-No me avergüences esta noche Hiram-. Se le acercó a uno de esos desventurados. - Tenemos socios importantes

-Yo soy uno de ellos, supongo

-No con esa cara. ¿Y Hermione?

-Me importa un demonio-. gruñó, sin molestarse en mirarla.

El enfado en sus ojos era algo que Penelope ya había visto, su tono agresivo fue el que le pareció bastante inusual... A diferencia de otros hombres, la indiferencia de Hiram era su única defensa y algo que lo caracterizaba por encima de todos, pero esta vez, ella no escuchó desdén, sino una impactante aflicción

-Pero supongo que debe haber alguna mujer detrás de esa mirada desolada-. replicó con una expresión maquiavélica. -Quizá una bastante joven.

- ¿Qué insinúas? -. Apretó los dientes, indignado

-Tú mismo lo dijiste: Eres uno de mis socios más importantes. Toma uno de tus privilegios y quítate esa expresión aburrida.

Había una belleza de ojos color miel deslizándose hasta él; Quizá tenía la misma edad de Selina... Con ese destello de la joven mujer en su sonrisa.

En cuestión de momentos la tenía entre sus brazos, recorriéndole el torso con los labios, húmedos y suaves, acariciándole la piel para tranquilizarlo. Hiram intentó desnudarla, pero ella misma ya comenzaba a hacerlo, entre tonos rojos y violetas que le aprisionaban

Pero su mente seguía dándole problemas. Las sensaciones que buscaba no las encontraba en medio de aquel cuerpo tonificado y que entraba en los estándares de la perfección. Ella se movía como una gran maestra, incluso mejor que él, exploraba y no le importaba un carajo complacerse ella misma, sino a él.

Solo entonces se quedó inmóvil, cómo un adolescente primerizo ante el tacto de ella. Se sintió frustrado por su incapacidad y solo allí reparó en una cosa: Estaba teniendo sexo sin pasión.

No sentía el dominio de su voluntad ni perder la razón. Tampoco el sufrimiento por lo prohibido ni el deseo hacia lo mismo.

Alguna vez declaro haber tenido sexo sin amor con Selina, y qué equivocado estaba. Recordaba el cabello de tonos claros y cobrizos, dándole un destello exquisito a la piel mientras se movía por debajo de él. Sus ojos lo miraban suplicantes y devotos, cómo si jamás hubieran mirado a nadie. Las caderas que lo enloquecían y dónde se concentraba la mayor parte del tiempo, grandes y redondas. Al llevarle la lengua a su interior, los minutos se perdían entre el espacio, llenándose entre los dulces sabores que liberaba... Enrollaba los dedos en sus pezones pequeños pero firmes, para después acariciar los lunares que, en manera de constelación le adornaban.

Solo entonces comprendió que el amor no necesita ser reconocido para sentirlo. ¿Cuántas veces hemos amado sin decirlo? Hemos permitido que la otra persona cruce la puerta sin intentar más, porque le tenemos tanto miedo al sufrimiento que preferimos soltarnos antes de realmente sentirlo.

No le permitió que siguiera tocándolo. Ella podía ser la novia de cualquier otro, el amor de algún desdichado... podía haber alguien llorándole a su ausencia en ese mismo momento. Ella podía haber sido su dulce luz de luna, y solo pensarlo, le ocasionó escalofríos.

-Cualquier hombre sobre la faz de la tierra habría estado feliz de estar contigo, excepto yo.

No la quiso y no la tomó

Se puso de pie y se vistió, ante la mirada confundida de ella. Hiram tomó su cartera y le dio un par de billetes antes de salir del lugar.

Entendía que la juventud y la belleza no era precisamente aquello que lo desvanecía, de haber sido así pudo acostarse con la chica sin problemas, y con muchas otras en el pasado...

No sabía lo que había encontrado en Selina... además de lo obvio. Existían detalles tan precisos en ella que parecía haber sido esculpida sólo para él... y nadie podía cambiar eso, sería suya para siempre.

Al llegar a su casa, la buscó entre las habitaciones y los baños, sin poder encontrarla. Se sintió extrañado puesto que, ya era bastante tarde y ella no conocía la ciudad.

Encendió casi todas las luces de la propiedad, revisando incluso entre los espacios inusuales sin mucho éxito, hasta que salió al jardín trasero.

Estaba sentada en el pasto, acariciando un gato que probablemente había escalado entre los muros.

Sus manos se perdían entre el pelaje blanco del felino mientras este se quedaba dormido. Ella le dirigió una breve mirada a Hiram para después concentrarla entre la oscuridad de la noche.

- ¿Te has acostumbrado a la vida nocturna? -. Se acercó lentamente. Ella sonrió con cierto pesar.

-Creo que el tiempo ya no existe para mi

Detuvo la vista en lo que llevaba él entre las manos. Se trataba de un collar Camille de plata brillante. En el medio destacaba un pequeño rubí y una perla.

-Lo imaginé alrededor de tu cuello y lo compré

Se arrodillo ante ella y le aparto el cabello mientras se lo ajustaba. Ella se viro hasta él y le sonrió agradecida

-Es precioso-. Susurró acariciando la calcedonia del collar.

-Es precioso ahora. En aquella superficie cristalina lucía tan apagado y solo ha sido capaz de centellear a través de ti

- ¿Estas de buen humor?

-Un poco, sí. Pero podrías hacerme sentir mejor

- ¿Cómo?

Hiram la miro a los ojos antes de besarla. Después llevó sus labios hasta los de ella con un cálido aliento... Sosteniendo el aroma del momento en su mente y moviéndose entre el calor que los rodeaba

La conexión entre ellos no era algo edulcorado, entraba en lo ardiente y lo manipulador. Él creyó en Dios durante toda su vida, hasta que le conoció y supo que no adoraría a nadie más que a ella, no le importaría si el infierno lo consumiría al morir... la vida le había otorgado algo que el cielo jamás igualaría.

-Báilame un poco-. Le susurró al oído mientras sostenía delicadamente su nuca. La lengua le jugueteaba en la suave piel de la mejilla y le llevó una mano al cuello... con dos dedos jugueteo para dónde su collar yacía.

Ella tenía el talento de conmoverlo y encenderlo, cómo una canción. Le hacía rememorar todas sus facetas hasta convertirlo en la peor de ellas, pero la que más le gustaba. Lo convertía en un impenitente, firme ante los castigos que su comportamiento le pudiera traer, en un esclavo de sus impulsos y de una mujer que podía permanecer pura a pesar de los relapsos que en él provocara.

Algunos los llamarían pecadores, pero eran excelentes jugadores.

Nights Without MoonlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora