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Llevaba un par de copas de vino, las suficientes para mantenerse relajado.

Con el inesperado encuentro entre él y Catalyn Lehnsherr la noche anterior, se decidió a no ver a Selina y en lugar de ello le envió un precioso vestido que, durante días, había deseado entregarle.

Tenía grabado cada rincón de su cuerpo y por ello no fue difícil escoger las medidas.

La había visualizado un millón de veces con él: Desde la luminosidad que le daría al rostro hasta la elegancia con la que lo portaría...

Durante el día recibió una visita del detective Wilson W. para hacerle preguntas sobre el homicidio de Daniel Tanner. Lo recibió con una sonrisa y le dejo entrar respondiendo todo con un tono amable y apacible, cómo siempre lo había practicado. Sin embargo, cuándo el hombre dejó la propiedad, Hiram Lodge reparó en que debía comenzar a ocultarse en otro lugar.

Pensó esta vez en elegir un punto cercano al de su esposa e hija. Había tenido muy poco contacto con ellas desde el incidente y la última vez que las vio hizo el amor con Hermione Lodge. Pero estaba cansado de ese cuerpo sin energía, sin intensidad ni vida. La amaba, de eso estaba seguro, pero no la complacía ni se sentía capaz de adorarla o venerarla.

Entonces, frente a sus ojos y a la luz de la luna llena, apareció el verdadero objeto de su locura.

La ambición que le despertaba era mayor a cualquier cosa que hubiese sentido jamás. La necesidad de hacerla suya siempre aumentaba y ahora en el color de la sangre, sabía que, aunque quisiera no podría olvidarla jamás. "Aunque ella dejara de recordarlo y él se convirtiera en polvo, hasta que su alma dejara de existir." cómo lo declaró Luke Howland.

- ¿Vienes a agradecerme por el vestido? -. Musitó, poniéndose de pie.

Pero ella se mantuvo allí. Tenía aquellos ojos que lo hacían suspirar, envueltos en una mirada gélida.

-Asesinaste a mi padre-. Musitó al fin.

Imaginó un millón de veces ese momento: Imaginó gritos, cosas que se rompían y se imaginó a el mismo huyendo. Pero eso fue antes de que realmente lo temiera.

No respondió, simplemente mantuvo el rostro rígido ante su cólera.

- ¡No te atrevas a fingir demencia! -. Le espetó aproximándose y perdiendo el control que había intentado mantener desde que llegó a la puerta. -No suena tan disparatado después de todo: Siempre estabas detrás de mí y cuándo quise saber por qué, fuiste capaz de besarme solo para silenciarme, una y otra vez. Y lo llamaste amor

- ¡Yo nunca lo llamé así! jamás te mentí con respecto a mis sentimientos

- ¡Pero los disfrazaste!, ¡Es lo mismo! -. Tomó una de las botellas de whiskey que reposaban en la pequeña cantina y la arrojó contra el piso, haciéndose añicos. - Eres un enfermo

-No sabes ni la mitad de la verdad

- ¡¿Me vas a decir que ni siquiera sabes de lo que hablo?!

- ¡Si! ¡lo conocí!

Ella retrocedió, riendo lacónicamente y restregándose la cara con las manos.

-Entonces sabías perfectamente quién era yo ¿verdad?

-Cuando llegué aquí no. De ser así habría optado por otro lugar... no fue hasta que escuche tu apellido

-Entonces decidiste mentirme bajo las sábanas

-No quería atemorizarte con todo lo que alguna vez fui.

- ¡¿Y qué te asegura que dejaste de serlo?!-. Bramó. -Casi matas a tu hija y todo por el dinero con el que probablemente pagaste este vestido, los viajes, la cabaña... todo lo que me has ofrecido. ¡Probablemente también habrías puesto mi vida en peligro con tal de conservarlo todo!

- ¡No! -. Dejó traslucir horror en su voz. - Jamás dejaría que nadie te lastimara... Yo mataría por ti

-No me queda duda de que matarías

- ¡Te daría todos los años de mi vida entonces! Desde hace tiempo solo quiero pensar en que te quedarás para siempre. Pero debes confiar en mi

-Eres un maldito mentiroso-. Sus ojos se cerraron en una mueca de dolor. Aquella expresión le encogió el estómago.

-Piensas que digo mentiras, pero tú eres parte de ellas

El rostro de Selina se encendió. Su furia mitad odio y mitad miedo no le permitían mantener la calma. Pero debía enfrentarlo, no importaba si era el cazador o la presa.

-No esperaras que te perdone después de esto-. Farfulló sintiendo su respiración sofocante y pesada en el pecho, por la mente le pasaban imágenes sangrientas de aquella noche.

-Hay una explicación-. musitó

-A menos que la explicación sea que no mataste a mi padre, estaré dispuesta a escucharla-. declaró sin emoción y dispuesta a salir del lugar.

Entre la desesperación y la ira, algo tan retorcido cómo desequilibrado, pasó por la mente de Hiram Lodge.

-Yo no lo hice-. Susurro antes de que lograra salir. Pero ella se mantuvo de pie en la puerta conteniendo el resto de las lágrimas y apretando los labios. - Mañana te diré todo-. suplicó, sin expresión. - Esta noche por favor quédate

-Es mi graduación, no puedo quedarme

-No solo hoy-. Insistió, sintiendo perder los estribos. - Vámonos de aquí para siempre, a dónde tú quieras

- ¡¿Crees que puedes comprarme! -. Esta vez se le acerco con una ferocidad incontenible, estremecida de rabia y dolor, deseosa de atravesarle el pecho con una espada. La furia tomó voz en ella y lo enfrentó. - Y te advierto Hiram, si lo que me han dicho es verdad, iré con la policía y voy a hundirte, porque entonces te odiare tanto cómo jamás te amé.

La luz de la luna llena que se colaba a través de su ventana le iluminó los ojos y traspasó su ser, casi sintiéndose poseído por ella. Pensaba en lo que serían las noches sin ella, después de haberla descubierto en cuerpo y alma: las imaginó lóbregas, eviternas e infinitas, tan perpetuas cómo una sentencia.

-Solo tomate una copa conmigo entonces. - Suplicó con un aire fúnebre. Después destapó una de las botellas bajo el escritorio y vertió cuidadosamente su contenido en una copa. - Yo no lo maté mi niña, te lo juro.

Ella había aprendido a mentir mirando a los ojos, sin titubear y con firmeza. Quizá él también lo había hecho, pero su devoción por ese hombre era al menos tan profunda cómo el océano... suplicándole retroceder y aceptar la copa que le ofrecía.

No hablaron más. Ella continuó sollozando y Hiram admirándola hasta aullarle interiormente cómo un lobo clamando por carne.

Cuando cerró los ojos, no pudo más que acariciarle el cabello, deseando gritar su nombre en la oscuridad... incluso en declarar amarla hasta la locura

Porqué ahora y solo ahora, deseaba que ella fuera su última vez en la vida, con sus labios color sangre, el sudor que le provocaba a cada nervio de su cansado cuerpo y las lágrimas que solo derramaría al permitir que ella se fuera.

Sería suya para siempre, cómo alguna vez lo proclamó.

Nights Without MoonlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora