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El día se había hecho presente. Lo esperó durante semanas, tal vez meses... sin saber que lo hacía.

A pesar de ello no estaba muy animado. Esa coyuntura no significaba el fin de sus problemas y resultaba angustioso imaginar la probabilidad de que Selina no se apareciera.

Pero, aunque no podía prever lo que se avecinaba, decidió tomar el auto y llevarlo hasta el lugar acordado... conduciendo durante un par de horas mientras el sol se ocultaba entre las montañas.

Le pidió a MacBride que se mantuviera un poco más alejado esta vez. Aunque Samuel era la consciencia de un hombre que ya había perdido la cordura, era mayormente ignorado por él. Se había limitado a advertirle nuevamente de Catalyn Lehnsherr y asintió tomando su sombrero y las llaves de uno de los autos.

Miraba el reloj constantemente. Había pasado de las siete cuarenta sin señal de ella... revisó el teléfono.

Nada.

Tal vez ella sentía que lo estaba castigando. "Seguía siendo una niña" dijo para sí. Creía que pagándole con la misma moneda recuperaría un poco de su orgullo "Pero no todos tenemos ese privilegio", pensó.

Eran las ocho. Se reacomodó en el asiento, preguntándose ¿qué hacía allí? ¿Porque seguir exponiéndose? Entonces ya no le importaba si ella se aparecía o no. Finalmente tomó una decisión y acercó el teléfono a su oreja llamando a Samuel MacBride

-Te espero aquí. Nos iremos a Carolina Del Norte mañana-. colgó.

Era lo que esperaba para poder irse esta vez sin culpa alguna, la razón para ya no permanecer allí. Ahora ni siquiera la lástima que alguna vez sintió, lo haría volver.

Se maldijo a sí mismo. Se maldijo por estar allí esperándola cómo un muchacho tonto e ingenuo, por haber regresado arriesgando a encontrarse con Catalyn Lehnsherr, por permanecer en el pueblo después de haber visto en peligro su vida, por su ambición que casi le arrebataba a su esposa e hija... y al no sentir el mínimo arrepentimiento al tomar una vida, hasta que la sangre esparcida comenzara a llenarlo. Se maldecía por haber cedido ante una muchacha miserable y herida.

Cuando su cabeza amenazó con estallar, la recargó en el asiento y cerró los ojos. Entonces escuchó toquidos en la ventana. Extrañado e imaginando que se trataba de MacBride, se incorporó rápidamente. Mientras bajaba el vidrio alcanzó a discernir su rostro entre aquella noche brevemente iluminada

-Niña...-. Bajó los seguros mientras ella se adentraba, perplejo.

Selina asintió alargando la mano hasta él, que comenzó a acariciarla con las yemas de los dedos, magnánimo.

-Me esperaste-. Sonrió lacónica. - Pudiste irte en cualquier momento, pero te mantuviste aquí.

Bajó la mirada, hipócritamente le pasó los nudillos a través de sus mejillas.

-No volvería a dejarte.

Ella lo abrazó, rodeándole el cuello con ambos brazos durante unos segundos, aferrándose a él.

-Intenté olvidarte, pero mentiría si dijera que algún día podré hacerlo-. Se retiró manteniendo la mirada fija. - No tengo nada sin ti

-Ya no puedo estar en Deep Lake, era lo que deseaba decirte.

- ¿Porque no?

-Muchos me quieren muerto... Tengo que volver a iniciar desde cero

- ¿Ya no serás mi profesor? -. Inquirió, el negó con la cabeza

-No

-Entonces ¿Qué es lo peor que podría pasar si estamos juntos?

-Nadie debe enterarse aún-. Sentenció. Hubo un silencio mientras ella se recargaba en la ventana

Nights Without MoonlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora