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A Ben Dickens le temblaban las manos de una manera casi acompasada. Durante todo el día se cuestionó cautelosamente el impacto que podría desencadenar su visita, y es que no quería hacer enojar a Lodge, pero su desempeño cómo director ya daba de qué hablar.

Aunque el profesor dejó el instituto cuando los rumores con la señorita Lehnsherr se hicieron más fuertes, su descuido cómo autoridad ya era algo debatible, y si no quería al hombre de negro cómo enemigo, tampoco a la viuda de Lehnsherr.

Tocó un par de veces el timbre de la casona hasta que apareció de pie ante él, con una mezcla de sorpresa y furtivismo en el rostro.

-Lodge, espero que no sea un mal día-. Sonrió con sumo pesar, sin poder esconder el nerviosismo bajo sus ojos grises.

-En lo absoluto-. le devolvió la sonrisa. - Pero iba de salida

-Solo me tomará un minuto, ni siquiera voy a pedirte un café. ¿Podemos sentarnos?

No le agradaba en lo absoluto la idea de dejar entrar a nadie. Si Selina salía sin previo aviso y era vista, podría desencadenar un innecesario problema a su lista. Pero tampoco debía adaptar conductas más sospechosas

-Por supuesto-. Se hizo a un lado dejándolo entrar. A un par de pasos, le indicó que se sentara en uno de los sillones del vestíbulo

-Odio venir con este tipo de cosas, pero, me parece necesario debido a tu reputación y quizá te dé tiempo de desmentir antes de que sea demasiado tarde

Sabía a lo que venía. Lo supo desde el momento en que lo vio apenas sosteniéndose junto al pórtico con esa expresión acusadora, pero lejos de ello, infundida de temor.

-Selina Lehnsherr fue declarada desaparecida hace dos meses-. Continuó estudiando la mirada de Lodge que mostró una gélida indiferencia. - Ocurrió durante la graduación. Ni siquiera se presentó

-Estoy al tanto-. Respondió casi de inmediato. - ¿Ya hablaron con su familia?

-Precisamente. Y todos han señalado que tienes algo que ver con eso

- ¿Yo? -. Abrió los ojos de par en par y soltó una risa patológica que, terminó de erizarle los blancos cabellos a Dickens. - Apenas y la conocí.

-Todos estamos al tanto de la relación que mantuvieron. Yo no sé si estuvieron juntos mientras aún eras su profesor o...

- ¿Qué le hace pensar que estuvimos juntos? -. Hiram lo interrumpió. El tono de voz intranquilo que ya entraba en lo pesado, le hizo ahogar una exclamación.

-Bueno, el detective Wilson Wayne habló con la señorita Lehnsherr durante el caso Tanner... él sostenía que ustedes tenían una relación y.... ella no lo negó.

En el momento que escuchó aquellas palabras, Lodge pudo haber tomado la pequeña lámpara que reposaba sobre la mesa de centro y golpearlo frenéticamente hasta que sus ojos no reflejaran nada y su última mueca fuera de angustia. Hasta que la sangre fresca salpicara las paredes y la alfombra bajo el clímax de violines plañideros de alguna pieza musical ... hasta que su cuerpo estuviera tan tieso que debiera emplear toda su fuerza para arrastrarlo lejos de allí.

Lo pensó en al menos cinco segundos. Se imaginó el olor, la escena entre tonos grises y rojos... la tranquilidad que le atraería todo ello. Pero se limitó a sonreírle de una manera muy peculiar mientras apoyaba dos dedos en su mentón para disimular la sangre que su lengua, ya saboreaba.

-Selina era muy guapa y brillante. Quizá al reconocerle eso le hice pensar que tenía otras intenciones, pero en realidad nunca fue así-. Resopló con suma tranquilidad ante la mirada ya incómoda de Dickens. - Tengo entendido que solía relacionarse con personas peligrosas...con pandilleros.

-Así es, pero entre esas personas peligrosas estabas tú y me están armando un caso también a mí, por negligencia

- ¿Negligencia?

-Se supone que no debo permitir la relación entre superiores y alumnos. De alguna manera también estoy involucrado.

-Puedes estar tranquilo porque no ocurrió nada de eso-. Elevó su tono de voz considerablemente mientras se levantaba del sillón. -Dile a Wilson Wayne que, si necesita hablar conmigo, tengo horarios para atenderlo en mi oficina. Pero que deje de difamarme o pisará la cárcel antes que yo

-Esperemos que esto se resuelva y nadie tenga que pisar la prisión-. Se puso de pie también al notar que la situación no daba para más que un enfrentamiento superfluo.

Mientras caminaba de regreso a la salida, tras un encuentro de no más de diez minutos que para haber salido mucho mejor de lo que esperaba, fue bastante incómodo y abrumador, alcanzó a sentir una mano en la espalda... terminando de dejarlo helado.

-Tengo esperanza en que encuentren bien a la chica-. Fue lo último que escuchó salir de la boca del hombre de negro. Palabras llenas de ironía y falso fervor, ante las cuáles solo le quedo asentir

-La esperanza es solo una fase-. Murmuró para sí cuándo la puerta se cerró.

No apartó la vista de la ventana hasta asegurarse de que Ben Dickens se había marchado. Eran cerca de las siete de la tarde y las nubes grises anunciaban una tormenta de menos ruidosa. Avanzando entre los cuadros de hiperrealismo que adornaban el vestíbulo con rostros en emociones que venían desde lo trágicas hasta lo indiferentes, se pudo encontrar al final de ellas con un bellísimo semblante... que por sus facciones delicadas y ojos grandes podría haber pasado por una de las pinturas a su alrededor, más no desapercibida.

- ¿Escuchaste algo? -. Le preguntó al verla allí de pie, tan pálida y helada.

-Todo-. Asintió. - Pero entiendo por qué lo has dicho

-Algunas cosas son más ciertas de lo que quisiéramos admitir-. Añadió tras una pausa. - Durante un tiempo me creí un enfermo y no por lo que le hice a tu familia, si no por ti: Un magnetismo hacia una niña que podría ser mi hija. Sentía que algo debía estar realmente mal conmigo, hasta entender que fuiste la excepción a todo lo que dije que nunca haría

- ¿Y realmente lo soy?

Hiram sonrió lacónicamente. Le acercó su mano hasta la mejilla y comenzó a rozar sus nudillos con suavidad sin perder ningún detalle de aquella cara tan bonita. Se sentía como si estuviera a punto de morir y la viera cómo un ángel... cómo el último regalo de la vida

-Creí que mi perdición era el dinero, hasta que te conocí a ti

- ¿Ya no te importa esa perdición a la que tanto le temías cuando nos conocimos? -. Le preguntó en un ronco susurro. Él negó con la cabeza perdiéndose entre su aroma a canela.

-Selina, Elevas el infierno en mí

-Entonces dime que te pertenezco.

Estuvo a punto de besarla con el sonido de los primeros relámpagos en el cielo. Que se jodieran todos: Dickens, el detective Wilson y la maldita de Catalyn Lehnsherr. Ella ya no era una niña, era una mujer y ahora solo le pertenecía a él.

Entrecerrando los ojos y acercándola a sí, escuchó alaridos que clamaban su nombre a las afueras de la propiedad.

Nights Without MoonlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora