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¿Dices que sigue en Londres? -. Preguntó llevándose una mano a la barbilla, mientras estudiaba cuidadosamente las fotos.

-Por el momento sí

-Si Catalyn abre la boca ...

-Probablemente no lo haga-. Se acercó. - no le conviene decir lo que pasó con Lehnsherr. La mujer se quedaría sin un solo centavo para ella y su hija.

- ¿Te refieres al contrato con Andre? -. Frunció el ceño, resoplando.

-Pudo haber investigado lo que quiso sobre la muerte de su esposo, pero él tenía un acuerdo con usted, de confidencialidad. Él sabía a lo que se arriesgaba y si usted pagaba la cantidad de dinero tras su muerte, la familia no podía decir nada. Porqué eso significaría regresar el doble de todo. Quizá de quién ahora deba encargarse es de Tanner

- ¿La ha buscado?

-Intentado contactarla. Jamás accedió a su petición por lo que no podría demandarlo, a diferencia de Catalyn.

-De cualquier manera, Selina no se puede enterar

Samuel MacBride no era ningún tonto. La noche anterior de su viaje a Londres, notó la verdadera motivación de su jefe para estar tan pendiente del caso Lehnsherr y lo que al principio pudo haber sido una preocupación por meterse en asuntos legales, se había convertido en una clara obsesión. Si bien dicen que el rostro es un reflejo, para un hombre que solía expresar tan poco como Hiram Lodge, aún había cosas que no podía ocultar.

Se cruzó de brazos, completamente convencido de lo que ocurría entre él y Selina Lehnsherr.

-Lejos de lucir entrometido... Estuvo con ella, ¿verdad?

Hiram asintió, completamente atónito.

-No de la forma en que imaginas

Por supuesto que no se había acostado con ella, pensó. El hombre de negro probablemente veía a la chica cómo una protegida y la culpa en sus ojos lo demostraba.

O incluso el vacío en ellos, que era lo que probablemente estaba en busca de llenar

-Esto puede ocasionar problemas, pero ya lo sabe. ¿Verdad?

Esta vez no hubo respuesta de su parte. Tras pagarle y verlo salir de su propiedad, guardó las fotografías en un cajón bajo llave. Acto seguido, tomó una toalla en su antebrazo izquierdo y entró a su baño, abrió el grifo del agua para ducharse y dejar que esta le recorriera el cuerpo, abriendo paso a sus pensamientos.

Se preguntaba qué hubiera ocurrido de haber cedido ante ellos, la noche anterior

La lujuria se asocia al deseo sexual incontrolable... considerada en las religiones cómo un acto de condena eterna pues involucra los pensamientos posesivos sobre otra persona... es decir, una deshumanización del ser amado.

El exceso de apetito sexual va desde el punto de vista carnal... en busca de la estimulación de los sentidos; por eso, más allá de una sensación en la entrepierna, te lleva en un viaje alrededor de todo el cuerpo. Desde las pupilas dilatadas, la boca produciendo más saliva... los dientes carraspeando, el corazón a prisa, y hasta el vello más corto completamente erizado.

Los escalofríos y la sangre recorriendo la punta del pie hasta llegar al cerebro.

Entonces entra la lubricidad, que también juega un papel clave, inclinándose a las malas costumbres y vicios. Una tendencia a la misma lujuria

Tras salir del baño y dirigirse a su cama para poder descansar, la recordaba quedándose dormida en sus piernas mientras él le acariciaba el cabello y lo apartaba de su rostro, admirando más de cerca los detalles que a simple vista, se escapan

Tenía un perfil facial recto, pues se formaba una línea casi recta entre los maxilares y la barbilla. La piel de un tono ligeramente bronceado que incluso se asemejaba a un matiz rosa y pecas en la esquina de su ojo, lucían cómo arena, enmarcándolos.

La tomó entre sus brazos llevándola hacia la planta alta, para recostarla.

- ¿Me vas a llevar a la cama? -. Preguntó mientras subía las escaleras, apenas abriendo los ojos.

Él sonrió, besando su mejilla

-Lo haré si no le dices a nadie

-No lo haré-. Susurró mientras sus párpados se volvían a cerrar.

Le había quitado las botas, acomodándolas a un lado de la habitación. Arqueando su espalda, ella insistía en que se deshiciera del resto de sus vestimentas.

Lodge continuaba apreciándola allí tendida. Las clavículas marcadas, la cadera bien definida y sus piernas largas.

Desabotonó el pantalón con cuidado, bajándolo lentamente hasta percibir su centro y lo único que interponía entre él y sus ojos: Una pequeña pieza de encaje negro que apenas y le cubría. Su apetito sexual sobrepaso la prudencia y pensó que sería imbécil si no probaba, aunque sea solo un poco. Reconoció la fuente de la juventud en su interior y pasó su lengua sobre ella. Satisfaciéndose con la textura y el aroma de cien rosas envolviéndolo.

Tenía un poco del sabor de Selina en los labios y se sintió afortunado. Agradecido le cubrió con la cobija y se acomodó a su lado, rodeándola con los brazos y mirándola durante horas.

Hasta que despertó y tuvo que llevarla a su casa.

La imagen de ella recibiendo los primeros rayos solares que se colaban por una de las ventanas en aquella cabaña, fue su último pensamiento antes de quedarse completamente dormido.

Sin embargo, siempre tenía que volver a la realidad, y no de que fuera su alumna entre los pasillos, sino la hija del hombre con quién no le había importado mancharse las manos de sangre.

Indirectamente, tenía la sangre de Selina entre sus manos.

Deep Lake tenía grandes rumores sobre él, pero ese no fue un impedimento para la joven quién de alguna forma había encontrado excitante la idea de estar con él, confiando en la amabilidad de un extraño.

El lunes por la tarde, mientras caminaba hacia la oficina de Ben Dickens, un joven de cabello negro lo detuvo

-Señor Lodge-. Se posicionó frente a él

-Malarkey ¿Cierto?

-Así me llaman mis amigos-. Lo corrigió desafiante. Lodge no le tomó mucha importancia y miró el reloj, apresurado

-Prefiero dirigirme a mis alumnos por sus apellidos. Es más formal

- ¿Su esposa es algo salvaje o le gusta involucrarse en peleas clandestinas? -. Señaló

Hiram tocó con la punta de la lengua su labio, que estaba un poco lastimado y con el vivaz sabor de la sangre que Selina le había provocado dos días antes.

-Supongo que ambas-. Respondió muy serio. - ¿Era lo que deseaba saber?

-No-. Sacó un papel de su mochila. - Aquí está mi justificante del viernes.

La extendió frente a sí. Lo que vio ante sus ojos, lo llevó a dar un paso atrás

- ¿Qué es esto? -. Le espetó ante la expresión maquiavélica en el rostro de Peter

-Fui a la prisión de Riverdale a hacerle una visita a un amigo. Usted vivió allá. Debe conocerla

Lodge sacó una pluma y firmó casi de inmediatamente. Peter susurró un "gracias" con una sonrisa irónica mientras lo miraba alejarse

Completamente enardecido, recorrió los pasillos hasta llegar al estacionamiento. Buscó su auto maldiciendo por lo bajo y con el sudor recorriéndole la frente.

Una vez lo encontró, se adentró en él y lo encendió. Subiendo los vidrios y tecleando al teléfono mientras salía de aquel lugar

-Parrish. Necesito que lleves al recluso Daniel Tanner a la celda 47-. Se aferró al volante, mientras pisaba con más fuerza el acelerador. - Si alguien pregunta, dile que son ordenes de arriba y que estaré en Riverdale en un par de horas.

Nights Without MoonlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora