35: Lágrimas

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Somos una pequeña parte de dónde provenimos; del dolor que recibimos y del que causamos... conformados por ligeros fragmentos de quiénes se cruzan en nuestro camino y que de alguna manera terminan marcándonos.

- ¿Me pasas otra servilleta?

-Claro que sí, mi niña.

Es mentira que el tiempo lo cura todo. Las cicatrices quedan y algunas heridas se abren con facilidad.

- ¿Te quedarás esta noche? -. Hermione Lodge llevó a sus labios ligeramente un trozo de Rib Eye que probó con exquisitez. Cuando el silencio en la sala se prolongó, tomó un sorbo de su copa de vino en espera de respuesta por parte de su esposo.

-No-. Acomodó sus cubiertos acompañado de un ligero movimiento de cabeza. - Tengo en dónde hospedarme

-Papi, pero esta también es tu casa-. Verónica le tomó la mano, sonriente.

-No es seguro-. Respondió con un leve atisbo de negatividad. Acercó la botella, vertiendo más del contenido de ella sobre su contenido en el recipiente.

Verónica le soltó y él la miró con ternura. Tenía la sencillez de su madre, pero el orgullo de Hiram, que se vislumbraba a través de los ojos marrones.

Físicamente tenían un gran parecido: La nariz Nubia, los ojos almendrados y labios pequeños... aunque tenía la piel ciertamente más clara que la de él y las facciones delicadas de Hermione. Se tomó un tiempo para apreciar a su hija y pensar en cómo pudo no volverse loco tanto tiempo sin ella.

- ¿Hay algo nuevo sobre Logan Hildegard? -. La pregunta por parte de su esposa lo regresó al momento y casi lo hizo desatinar.

-No he sabido de él en un tiempo-. Musitó.

- ¿Qué hay de MacBride?

-Decidió ya no trabajar conmigo. Le di una suma por el tiempo que me prestó sus servicios y se retiró.

- ¿Empezarás desde cero entonces?

-Es la idea-. Se puso de pie al tiempo que ella, ayudándole a recoger los platos.

Al salir de la propiedad, besó la frente de su hija y brevemente los labios de Hermione. Caminó apresurado hasta su auto y lo encendió.

Que su mujer sacara a colación el tema de Hildegard durante la cena le inquietó. No comentaba demasiado al respecto con ella, pero realmente deseaba buscar la manera de ahogar algunos nombres en el interior de su cabeza, y desde luego, hacer lo posible por olvidarlos.

Y qué mejor manera de olvidar, que anestesiar

-Hiram Lodge: Hombre de negocios vetado de Ravensland tras un impactante suceso en su vida-. Entre las luces y el efecto del alcohol, casi no reconocía a la mujer que se le acercaba. Había cortado un poco más su cabello y el rostro se le veía enérgico, aún para su edad. - No esperaba verte tan pronto.

-No creas que no había notado tus pasos detrás de mí-. Le respondió en cuánto terminó de hablar, con una mirada gélida. - Podré haber sido desterrado, pero el poder ya es parte mío.

Penelope Blossom soltó una carcajada exasperándolo aun más. Se sentía complacida de verlo en aquél estado: Engreído, altanero y soberbio... bebiendo porque intenta detener un dolor que ni siquiera es capaz de reconocer.

-El poder y el dinero, por supuesto. - Señaló. - Pero eres cómo el gran Gatsby: lo tienes todo, pero en realidad no tienes nada. Yo más que nadie entiende que, algo tan sobrevalorado cómo el amor y tan inestable cómo el dinero, no pueden ir juntos en la misma oración... ¿O acaso ha cambiado eso para ti?

-Solo diré que estoy de regreso-. Cambió el tono de su voz a uno más profesional, satisfaciéndola.

- ¿Qué tan de regreso?

-Pensé en tu propuesta. - Se apresuró a decir. -La que me hiciste hace un tiempo

-Ha pasado un año cuándo menos-. Suspiró negando con la cabeza, él se giró de vuelta a la barra, vigoroso

-Pareciera que fue menos.

-Y aún conservas una falsa sonrisa, detrás de la mirada ciega-. Su tono de voz era cada vez más agresivo. - Pero ya no sé si me sirvas.

Le miró con indiferencia, y escudriñó dentro de los ojos de él, que se encontraban del todo muertos en un rostro inexpresivo.

- ¿Qué ha cambiado? -Preguntó en un murmullo que a Penelope le costó trabajo entender.

-Siento que realmente te volviste blando-. Exclamó con desdén. -... Tras tu esfuerzo por dejar de ser quién eras. Probablemente esta ya no sea vida para ti

-Mi vida está llena de sangre y de sudor. Eso no ha cambiado.

Al menos de eso estaba seguro, pero él no era un cordero inmolado. Conocía el precio de lo que más deseaba y estaba dispuesto a pagarlo siempre, aunque eso implicara llegar a lugares que nadie en su sano juicio, alcanzaría.

Tambaleándose por una habitación completamente silenciosa, alcanzó a encender los interruptores de la luz.

-Es una bonita noche-. Exclamó divisando a través de la ventana, admirando las luces de la ciudad y el cielo despejado sobre ella - Serena y tranquila cómo pocas.

- ¿Me dices a mí? -. La voz de Selina atravesó los aposentos, en un tono casi cavernoso.

- ¿A quién más? -. Se alejó de la ventana, tirándose sobre la cama.

-Creí que no me habías visto aquí sentada-. Replicó.

-Siempre te sientas en el mismo lugar, incluso parecieras parte de él.

-Bueno, a veces regresas muy cansado... yo podría imaginar que ni siquiera me notas

-No puedo cerrar los ojos sin verte. ¿Vienes a acostarte?

No respondió de inmediato. En lugar de ello lo miró retirándose con torpeza la ropa y quedándose dormido en el proceso de ello.

-Tal vez más tarde-. Añadió.

Nights Without MoonlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora