28

78 1 0
                                    

A los tres días del cumpleaños de Selina, ella volvió a arrojarse ante los brazos del hombre de negro quién comenzó a esperarla cada luna nueva y cada menguante.

Acordaron solo verse aquellas noches en que el cielo se mantuviese casi completamente obscuro para que sólo fuera capaz de iluminarlo ella, y por supuesto, que nadie descubriese los días en que Hiram Lodge regresaba al pueblo.

Conforme se veían, el deseo crecía cómo si fuese la primera vez. Se la montaba, la tocaba, la estrujaba, la agotaba hasta que ella volvía a rodearle del cuello para besarle los labios

Tocarla era cómo un regalo divino y quería que ella lo tuviera muy en cuenta. Antes de hacerlo, le pedía que ella experimentara un poco consigo misma; Le reconocía la belleza de su cuerpo firme y esbelto, y le advirtió que lastimosamente no siempre sería así, aunque probablemente, él ya no estaría vivo para notarlo.

No perdía detalle en su contornear, era hechizante... Desde cómo apoyaba un pie en la mullida alfombra para después extender la pierna, provocando el movimiento tan sensual entre su cadera y cintura, que desencadenaba en los hombros.

Cuando la veía aproximándose hasta él, sin la mitad de sus ropas o apenas deshaciéndose de ellas, Lodge olvidaba todo y sólo sabía que tendría sexo por amor, incluso si no lo sentía.

Pero entonces ¿Cómo podría llamarles a los hormigueos, las noches de insomnio al recordarla y aquellas sensaciones no físicas que provocaba en su interior?

No tienes porqué explicar un libro, una canción o un color. Ni siquiera un sentimiento

Todos son parte de una devoción.

- ¿Cómo te has portado en mi ausencia, Selina Lehnsherr? -. Preguntó una de esas noches, sosteniéndola de la cintura para atraerla contra sí

-No muy bien-. Sonreía con las mejillas encendidas. - Tengo una relación inapropiada con un hombre...

- ¿Quién es el afortunado? -. Bajó la mano. Ella no movió un solo músculo, sino que se sostenía ante él con firmeza y un implacable deseo

-Es un secreto-. Murmuró con un hilo de voz. Hiram la miró con lascivia

- ¿Y qué hace una niña con un hombre? -. Le preguntó en un aliento. - ¿Qué hay de los chicos de tu edad?

-Los chicos de mi edad no saben hacerme lo que él me hace.

La satisfacción que Hiram sintió, se reflejó notoriamente en la entrepierna. Con la mano le recorrió el muslo hasta hacerla temblar ligeramente; No necesitaba invitación, las piernas le flaquearon y facilitó la entrada a dos de sus dedos. Conforme su respiración se agitaba, aumentaba la velocidad en sus movimientos.

-Pero incluso en su ausencia, ¿Te provoca ser mala?

Apoyó sus labios contra los de él, cerrando los ojos y casi perdiendo el habla.

-En su ausencia tengo que tocarme para pretender que está aquí.

Pero no importaba cuánto buscaran ocultarse entre los callejones y la oscuridad, siempre habría sombras al acecho, ocultas entre la maleza y la penumbra.

Y cómo lo dijo Selina Lehnsherr, "Los ojos suelen hablar más por sí mismos que los labios, reflejan lo que las palabras no." y las miradas entre pestañas no mentían.

Eran cerca de las diez y esta vez le pidió a Hiram que tomará el camino a su casa, en espera de que las cosas se hubieran tranquilizado con su madre.

Cómo era costumbre, caminó un par de calles sola hasta llegar a la propiedad que tenía al gran roble blanco al lado del pórtico, en dónde sorpresivamente vio estacionado un Chevrolet impala negro del 67, y a un misterioso hombre a su lado

Nights Without MoonlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora