[xxiii] I s s u e s

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Como era de esperar, su madre no le firmó la autorización para ir a Hogsmeade. Sirius no quiso decirle nada a la madre de su amigo por dos razones: no podía hacer nada y solo iba a conseguir problemas con su madre. Por ese mismo motivo, cuando se encontraron en la estación le mintió, diciéndole que si que la tenía firmada.

Su hermano Regulus (que empezaba segundo año) y él se despidieron antes de entrar al tren, puesto que habían ido juntos. Su hermano era, de momento, el único Black que toleraba.

Sirius subió con James al tren para guardar el compartimento a sus amigos, que, como siempre, llegaban tarde. James hablaba emocionado del descubrimiento de Sirius de la animagia, muy impaciente de contárselo a sus amigos.

Cuando la comentaron, Remus no la aprobó.

-Ni lo soñéis. No, no. Ni se os ocurra. Eso es muy peligroso, e innecesario. Tranquilos de verdad, yo solo...

-Remus, tío, ¡somos buenos magos! -exclamó Sirius.- Ya has visto, hay que tener mucha maña con las transformaciones y encantamientos. Y James y yo tenemos las mejores notas de clase en las dos, me lo dijo la profesora McGonagall. -Remus miró a los dos muchachos, y de refilón a Peter, quien escuchaba con mucho interés.

-A Peter lo ayudamos nosotros, tranquilo. -interfirió James.

-Que no, que me niego. Da igual lo buenos que seáis con trece años en transformaciones y encantamientos. TENÉIS TRECE AÑOS. Eso no puede salir bien.

Se quedaron todos en silencio. Su amigo tenía razón. Daba igual lo buenos que fuesen en esas dos materias si solo la habían cursado dos años. No tenían experiencia de ningún tipo.

-De acuerdo, esperaremos -afirmó Sirius, aunque no se le diese bien esperar.

Llegaron al castillo y se sentaron en las mesas. Después de toda la ceremonia de bienvenida y del banquete, subieron a la torre de Gryffindor. La sala común no estaba muy llena, puesto que muchos estaban cansados. Y, aunque Sirius no lo estaba, sus amigos sí. Los acompañó arriba, pero aunque intentara conciliar el sueño, no podía.

Cuando ya se había aburrido suficiente, decidió levantarse y bajar a la sala común. De noche tenía un aspecto muy lúgubre, pero agradable, puesto que había unas pequeñas antorchas que nunca se apagaban.

-¡Incendio! -susurró para encender la hoguera. Pasó un tiempo mirando al fuego pensando en muchas cosas a la vez, y no supo cuánto pasó hasta que alguien le tocó el hombro.

Aunque en otro momento su impulso hubiese sido apuntar con su varita, en ese momento no le salió. Y menos mal porque ese alguien era James Potter.

-¿Quieres hablar? -susurró. El muchacho de rizos estuvo a punto de negar, pero tarde o temprano James iba a enterarse, así que asintió.- Pero aquí no, que nos pueden escuchar. Vamos a dar una vuelta. -le mostró la capa invisible.

Los dos muchachos fueron en silencio por los pasillos del castillo, hasta llegar a la torre de astronomía. Se apoyaron en el muro y miraron a las montañas, más allá del castillo.

-¿Y bien?

-Mi madre no me firmó la autorización. -confesó sin mirar a su amigo.

-Sirius eres un imbécil. -Lo miró a los ojos- Mi madre se ofreció para ayudarte con eso.

-¿Qué crees que hubiese hecho tu madre? ¿Llamar a la puerta de mi casa y suplicarle a mi madre que me deje ir a Hogsmeade? ¿Firmarla ella? ¡Iba a meteros en un lío por mis caprichos! Y no quiero marear.

-¿Tú te crees que a mi madre le importa caerle o no mal a una señora que solo se preocupa de los estatus de sangre de los magos? ¡Le da igual...!

-¡Están metidos en asuntos mucho más oscuros que eso! ¿Qué no entiendes? -gritó, arrepintiéndose al instante. Había perdido el control- Lo siento, no queria... -James abrió la boca pero Sirius no le dejó hablar- Estan planeando algo, los escucho cada vez que viene la familia a comer a casa. No suelo...

Dejó de hablar. James le tenia agarrado de la muñeca muy fuerte y había empalidecido. Miraba hacia un punto fijo. Sirius también miró, y algo nada bueno le recorrió el cuerpo cuando vio la cola de la señora Norris marchándose para llamar a Filch.

-Tenemos que irnos. Ya.

Pero antes de poder echarse la capa invisible por encima, escucharon la voz del señor Filch a escasos metros. No tenían ningún tipo de escapatoria. La cabeza del hombre apareció en cuestión de segundos.

-Por fin os he pillado. Qué ganas os tenía...-sonrió muy satisfecho. Pero Sirius y James no pretendían hacerle una visita a la profesora McGonagall. No aquella noche. Se miraron y, corriendo lo maximo que pudieron, pasaron por debajo de los brazos extendidos del celador. El hombre tuvo buen tiempo de reacción y echó a correr detrás de ellos, casi pisándoles los talones, mientras gritaba "¡ALUMNOS FUERA DE LA CAMA!".
A los dos muchachos no les iban ya las piernas de tanto huir, entonces Sirius sacó su varita, apuntó a Filch y exclamó:

Locomotor Mortis!

Pero antes de terminase de recitar el hechizo, James Potter se abalanzó encima de él, desviándolo. Los dos cayeron al suelo

-¡Eres un descerebrado! ¿¡Quieres que nos echen!? -le susurró James en la oreja a su amigo. Los dos fueron a incorporarse, pero Filch había dejado de correr. Miraron al otro lado, y Sirius sintió cómo su mundo se venía abajo.

La profesora McGonagall los miraba furiosa. Parecía que fuese a matarlos en cualquier momento.

-A mi despacho. Ahora.

-Profesora, yo...

-¡Ahora!

Los tres avanzaron en silencio por los pasillos del castillo. Llegaron al despacho y se quedaron de pie.

-Sirius Black me vas a explicar ahora mismo qué hacíais tú y Potter en la torre de astronomía a la una de la mañana y porqué has intentado lanzarle una maldición a un miembro del personal del colegio.

-No hay excusas, profesora. Quería hablar con él en privado porque tenía un problema gordo, he sido yo quien le ha sugerido a James subir para hablar y cuando he visto a Filch no lo he pensado, ha sido un impulso.

James le miraba atónito. La idea había sido suya, pero su amigo estaba cubriéndole la espalda.

-Si ese hechizo hubiese afectado a Filch, no hubiese tenido ningún reparo en expulsarte. NINGUNO. ¡Habrase visto! Un alumno de Gryffindor intentando hechizar a un profesor. Lo unico que siento ahora es vergüenza. Vergüenza de vosotros dos, pero sobretodo de ti, Black. No pensaba que fueses así. Igual el sombrero sí que se equivocó y sí que debiste ir a Slytherin.

De nuevo, el mundo se le cayó encima. No supo decir nada, se le había formado un nudo en la garganta. No se atrevió a mirar a la profesora.

-Potter, mañana hablaré contigo. Treinta puntos menos para Gryffindor. Vete a la cama. Y tu, Black, te quedas conmigo.

UNDER PRESSURE ● Marauders.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora