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Historia de la magia era una buena clase en la que pensar sobre sus problemas, sobretodo si no se había dormido en toda la noche. Al menos pensar le impedía quedarse dormido. Durante la segunda clase de historia de la magia de todo el curso, decidió empezar a plantearse lo del quidditch.

–No creo que me presente a las pruebas del equipo para ser golpeador. –le dijo a James tras cinco exhaustivos minutos pensativo. Él le miró como si hubiese matado a alguien y negó con la cabeza.

–Se supone que eres mi mejor amigo. –le espetó–. Podemos hacer cosas geniales juntos. Somos los dos buenos, ya lo has podido comprobar todos los veranos que has jugado conmigo.

–Mejor le doy la plaza a alguien que esté verdaderamente ilusionado. –el muchacho de las gafas seguía mirándolo, un poco menos duro, pero amenazante igualmente–. Mira, James, te prometo que si alguno de los dos golpeadores se lesiona y no puede jugar me puedes meter.

James sonrió un poco. Parecía estar tramando algo, pero Sirius sabía que James nunca le haría daño a alguien porque sí.

–Y me ayudarás con las pruebas de acceso.

–Trato. –se estrecharon la mano.

Eileen Andrews, una chica rubia de Ravenclaw, entró de repente en clase de Binns con un montón de folletos entre los brazos. Venía de una charla de orientación con el jefe de su casa para decidir su futuro. Parecía ser que todos los alumnos debían ir con su jefe de casa para saber qué notas sacar en cada asignatura. Con la mirada buscó a Sirius y acto seguido lo llamó.

–La profesora McGonagall está en el aula de transformaciones esperándote. No hace falta que cojas nada. –sonrió.

Sirius se levantó y se dirigió hacia donde estaba ella.

–¿Qué tal ha ido? –le preguntó amablemente.

–Muy bien. Si no lo tienes claro te harán llevarte tres millones de folletos, pero bueno, creo que al final ya está. –sonrió y le enseñó un folleto verde pistacho–. Enfermera en San Mungo.

–Qué bien, mi amigo Remus también quería hacer eso.

–Pues a ver si nos cruzamos.

–Sirius Black, estás haciendo esperar a la profesora McGonagall. –dijo el profesor Binns, frustrado por haber tenido que interrumpir su clase.

Sirius se despidió de Eileen y se fue. Al llegar al aula de transformaciones, le recibió la profesora McGonagall en su forma de gato, sentada encima del escritorio. Se fijó en el pelaje del gato. Era distinto a cualquier gato puesto que unos rectángulos negros le rodeaban los ojos. Sirius sonrió y se acercó.

–Me encanta. Ojalá poder. –el gato se estiró de formas imposibles y extrañas hasta alcanzar la forma de la profesora. Se dio cuenta que aquellos rectángulos eran la representación en el animal de sus gafas.

–Llegas tarde.

–Perdón, profesora. –ella levantó una ceja y suspiró.

–Caso perdido. –le dio la vuelta al escritorio y se sentó en su silla–. Siéntate, Sirius. –él le hizo caso y se sentó. Encima del escritorio había miles de folletos de empleos del mundo mágico, de todas las formas y colores posibles–. ¿Qué tal el verano?

–Podría haber sido peor. –dijo, acordándose de Remus, puesto que era probablemente su frase favorita. "Y estoy prometido", quiso decirle.

–Me alegra oír eso. ¿Empezamos?

–¿Puedo hacer una pregunta antes, profesora?

–¿Es sobre el tema por el que estás citado aquí?

UNDER PRESSURE ● Marauders.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora