[xxvii] D u e l s

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Al día siguiente, fueron a Gringotts a cambiar el oro a libras muggles. Una vez salieron, se encaminaron al primer sitio que pillaron. Covent Garden, Trafalgar Square, Piccadilly Circus, e incluso visitaron el Big Ben. Fue un día increíble, los dos amigos pasearon juntos por todo Londres. Sirius pensó por un momento que la gente debía pensar que eran dos turistas muy desorientados, porque se paraban a mirar cada cosa constantemente, pero aquel pensamiento le dio igual. Era un día perfecto.

En un momento entraron en una tienda de cosas eléctricas. Ahí sí que tuvieron que ponerle freno a su curiosidad. Parecían dos bichos raros que vivieran en una cueva. A Sirius le resultaba cómica una maquina en concreto: si echabas ropa por un agujero salía limpia mágicamente. A James le hizo gracia una que hacía parecido pero con cubiertos. Vieron televisores, radios y ordenadores. Sirius decidió llevarse a casa una radio para así evitar los silencios de aburrimiento en su habitación.

La navidad pasó a un ritmo alarmante. Sin dudas, había sido su mejor navidad hasta la fecha. Se había sentido en familia, acogido y muy querido. No tuvo tiempo para aburrirse. James lo pensó todo para que ninguno de los dos se aburriese en casa. Por desgracia, el día de irse llegó.

–No te va a funcionar. En Hogwarts no funcionan los aparatos electrónicos. –dijo James mientras preparaban las cosas para irse de nuevo al castillo, señalando la radio.

–Ya lo sé, pero quiero hechizarla. Irrompibilidad, o algo del estilo. A mi madre le va a encantar que lleve un cacharro muggle a su casa.

Y eso hizo. Encantó la radio con un hechizo de irrompibilidad que había aprendido de los libros que tomaron prestados de la biblioteca para sus "clases de duelo" propias, las cuales retomaron justo ese día. Antes de cenar, se dieron una vuelta por el castillo para ver qué aulas estaban vacías. La única que encontraron fue el aula de transformaciones de la profesora McGonagall.

–Igual deberíamos esperar a otro día, no sé, la clase del señor Binns me parece más... ¿segura? Además es más luminosa.

–Remus, el profesor Binns es un fantasma. Puede entrar cuando quiera sin hacer ningún ruido y avisar sin que nos demos cuenta. Creo que aquí estamos bien. –James zanjó la discusión lanzando su mochila a una parte del aula.

Cada uno llevaba aprendidos sus hechizos y se disponían a hacer a sorteo una tabla para enfrentarse. Los primeros duelos fueron Peter-Sirius y James-Remus.

–De acuerdo, los que ganen se enfrentarán en la final. Qué pena, Sirius, quería machacarte ahora en primeras ronda.

–No estés tan seguro, Gafotas.

Sirius y Peter se colocaron uno enfrente del otro. Sirius sabía que iba a ser fácil. A Pettigrew nunca se le había dado demasiado bien nada en específico, y dudaba que el duelo fuese algo especial. A la señal de James, tenían que inclinarse y lanzar su primer hechizo. Quiso dejarle un tiempo de ventaja para que fuese Peter quien le lanzase el primer hechizo.

Desmaius! – Sirius se protegió susurrando "protego"

Expulso. –Peter salió volando por los aires, alcanzado por un rayo rojo. Se incorporó e intentó volver a aturdirlo, de nuevo sin éxito. Sirius estaba jugando con él como quería. –Tarantallegra. –las piernas del chico empezaron a moverse de un lado a otro, como si estuviese bailando. Aquello arrancó las risas de sus dos amigos. Peter intentaba parar, pero no podía conjurar nada porque se había bloqueado. Le miraba asustado y a la vez divertido. –Va, venga, finite. –las piernas ya no se movían, pero antes de que pudiese asimilarlo, Sirius murmuró, con una sonrisa en la cara:– cantis.

Peter empezó a cantar el himno del país a voces, y ninguno de los tres pudo aguantar la risa. Era tal, que Sirius cayó al suelo y a James y a Remus les caían literalmente las lágrimas.

UNDER PRESSURE ● Marauders.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora