[xxvi] D u m b l e d o r e

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Bajaron deprisa por si acaso los reprochaba alguien. Sirius se dio cuenta de que no había pensado ninguna excusa por si la enfermera les preguntaba que habían ido a hacer allí, pero se dio cuenta un poco tarde, justo después de tocar la puerta. La señora Pomfrey salió y les miró extrañada.

–Venimos a ver a nuestro amigo Remus Lupin.

Ella les dejó pasar un poco extrañada. Su amigo estaba despierto. Muy ojeroso y magullado, pero despierto. Al verlos, la cara le pasó por muchas emociones, tales como la vergüenza y felicidad. Los tres muchachos fueron donde él.

–¿Qué tal, amigo? –preguntó James, sentándose en los pies de la camilla. Sirius y Peter hicieron lo mismo pero a los laterales de ésta.

–He estado mejor, la verdad. ¿Qué estáis...?

–Te hemos traído desayuno. –Sirius sacó el monedero, y de ahí dentro todo lo que habían cogido la noche anterior. Remus tenía los ojos como platos.

–Se os ocurren unas cosas más raras... –y empezaron a comer. Hablaron de cualquier tema ajeno a la noche anterior para animar un poco a su amigo, hasta que oyeron el estruendo de la puerta de la enfermería.

–Esto es francamente bonito, desde luego. Qué bonita es la amistad. –una voz profunda, que Sirius solo había escuchado en las cenas de inauguración, halloween y de despedida, habló. –Parece, señor Lupin, que tus amigos han descubierto las cosas como son y parece también que no te tienen miedo. –Albus Dumbledore sonrió de manera bonachona.

–Parece que no, señor.

Durante esta conversación, Sirius había intentado volver a guardar toda la comida, para que así no les reprochase nada el director.

–Sirius, lo he visto todo, pero haré como que me he quedado ciego solo por esa zona. Luego me cuentas de donde la has sacado. –rió un poco viendo la cara de incrédulo de Sirius – Al tema que nos concierne. ¿Ves, Remus, como no tienes nada de lo que avergonzarte?

–No todos son como ellos, profesor. Estoy seguro de que ha sido la mejor reacción que he podido recibir. Es más, el trato que hubiese recibido si otras personas se hubiesen dado cuenta no hubiese sido para nada parecido. Tampoco ningún otro director me hubiese admitido en el colegio. ¿O no? He sido un chico con suerte.

–Sí, has tenido suerte. Pero no por tu condición, sino por la de otros. Has tenido la suerte de cruzarte por el camino y rodearte de personas cuya condición no les impide pensar en los otros. Dime, ¿habría reaccionado igual, Sirius Black, cualquier miembro de tu familia que tú mismo?

–No, por supuesto que no. –se imaginaba la reacción de su madre o de su prima Bellatrix si les dijera que uno de sus mejores amigos era un hombre lobo.

–¿Por qué será? Se debe a su condición. No pueden ver más allá de ellos mismos. Sin embargo, Remus, parece que puedes presumir de tus amigos. Da la sensación que ellos no se van a dar por vencidos contigo. ¿Queréis que os deje?

–Quédese, si quiere –Sirius se dio cuenta lo mucho que le gustaba aquel hombre. Era probablemente la persona a la que más atento había estado los últimos tres años. O toda su vida. Le encantaba su forma de hablar y de decir las cosas.– ¿Quiere pastelitos de melaza?

–¿Tienes pudín? –preguntó el profesor mirando el monedero.

–Sí, un segundo...–se estaba exasperando. No encontraba el dichoso pudín entre tanta comida. Su mente viajó a la noche anterior, donde leyó sobre el hechizo convocador. No tenía ni idea de si le iba a salir bien o no, pero lo probó igual– ¡Accio pudín! –y magicamente apareció. Rió nervioso.– ¡Que guay! ¡Es la primera vez que lo hago! Tenga, profesor.

–Muchas gracias, Sirius. Ese hechizo se da en tu curso siguiente, ¿lo sabes? –negó– Así ya lo tienes dominado, sí señor. No suele ser fácil de entender para la gente. Muy bien, muy bien... Supongo que ayer conocisteis a los elfos del castillo ¿no?

Estuvieron hablando largo y tendido con el director de Hogwarts. Era una de las personas más agradables y sabias que había conocido Sirius. Se hubiese quedado escuchándolo horas.

No tuvo que esperar mucho para volver a hacerlo. En el mes de diciembre, los sacó a él y a James de clase de transformaciones. Debía ser importante, pensó.

–No, Sirius, no es tan importante. Era solo una excusa para hablar con vosotros un rato. Es respecto al tema navidad. Tu madre, Sirius, ha mandado una lechuza esta mañana diciendo que estas navidades no va a estar en casa, es decir, ni Regulus ni tu podéis ir a casa por Navidad. –el chico sonrió–. Pero eso no es todo. James, tu madre dice que estaría encantada de acogeros a los dos esos días, pero si os queréis quedar en el castillo dice que no le molestará. Esta tarde me decís que deci...

–No hace falta ninguna decisión, profesor. –interrumpió James, mirando a su amigo–. Dígale a mi madre que vamos con ella, por favor.

El hombre sonrió y miró a los dos muchachos: –Perfecto. Tu madre se pondrá muy contenta. Salís en una semana. Ahora a clase y a atender.

A las doce del mediodia del 20 de diciembre, los dos muchachos aparecieron en la chimenea de la casa de los Potter. Estaba cocinándose algo que olía muy bien.

−¡Pero bueno! Qué puntuales... ¿Qué tal el curso? Ya me han contado lo de la primera noche... De verdad que ya os vale, espero que no se repita. Ya hablaremos tu y yo, James Potter. −los miró a los dos severamente. Su semblante cambió al instante cuando miró a Sirius−. ¡Sirius, cariño, qué guapo te has hecho solo en tres meses! ¡Y cómo has crecido! −el chico no supo responder, así que se limitó a sonreir−. Subid a dejar las cosas, que comeremos en nada.

Los dos chicos obedecieron.

−Tengo un plan para no aburrirnos. Y creo que te gustará. De hecho, estoy seguro. ¿Qué te parece si nos damos unas vueltas por Londres muggle?

Sirius pensó lo que le entusiasmaría a su madre esa idea y asintió con la cabeza, con ganas de descubrir un mundo que nunca había visto.


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Se vienen capítulos más largos y con más consistencia. Espero que os guste. Podéis compartir la historia con vuestros amigos si os gusta, y también comentármelo.

Gracias por leer💜

UNDER PRESSURE ● Marauders.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora