[xxix] L a s t D a y

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–Tiene el brazo y una costilla rotos. Ningún daño grave en la cabeza, solo una conmoción. Mucha suerte, desde luego, podría haber pasado algo mucho peor.

Sirius vio en la mano de Peter las gafas de su amigo.

–¿Me las dejas un segundo? –el chico se las dio. Sirius sacó la varita y aplicó un hechizo que había leído en los libros.– oculus reparo.

Las partes que estaban rotas de las gafas se juntaron con éxito.

–¿Cómo estás? –preguntó Remus.

–Bien, ahora bien. Snape ha utilizado magia no verbal, ¿no? –asintió. Tenía solo catorce años, ¿de dónde había aprendido?

–Y bueno, no era un hechizo normal. No te haces una idea de cómo sangrabas. Pensaba que te ibas a quedar ahí muerto en un charco de sangre.

–Qué pesimista.

–No, Sirius, de verdad. –terció Frank–. Creo que no te haces una idea de cómo sangraba eso.

–Cuando salgamos de aquí se va a enterar.

–Mira lo que te ha hecho sólo porque te has acercado a tu amigo. –Peter jugaba con sus propios dedos y lo miraba con miedo. El chico tenía razón. No había hecho nada y casi se desangra–. Dejemos que se encarguen los profesores de ellos.

–¿Y Rosier? –miró a James. La señora Pomfrey aun estaba tratándolo.

– Creo que tiene prohibida la entrada al equipo. Ha inflingido una norma, dudo que el año que viene pueda jugar. –Remus se levantó– ¿Necesita ayuda?

–No, Lupin, de momento no, muchas gracias. Además ya casi está. Black si ya estás bien puedes irte.

–Pero quiero ver a mi amigo.

–Tu amigo no se va a despertar hasta de aquí un rato. Iros y ya os lo haré llegar. Si ves que te mareas come algo, y si no se te pasa ven aquí.

Todos murmuraron un "gracias" y se fueron.

A eso de las seis de la tarde, mientras estaban en la sala común (los cuatro menos James) intentando estudiar, apareció un niño de primero. Parecía nervioso. A Sirius no le extrañó, puesto que creyó reconocerlo de haberlo echado entre James y él del sofá que solían ocupar los chicos.

–Sirius Black, me ha dicho la señora Pomfrey que ya podéis bajar.

Ni siquiera se molestaron en recoger las cosas que habían dejado. Bajaron a toda prisa. Sirius casi se cae por las escaleras porque el torpe de Peter le había pisado la túnica, pero no pasó. Entraron jadeando en la enfermería. Su amigo parecía ileso.

–¿Cómo estás? –preguntó Peter.

–Enfadado y avergonzado. Por igual.

–No ha sido culpa tuya. –le tranquilizó Remus, en vano–. Lo has hecho genial, ha sido culpa de...

–Esa rata de pelo grasiento.

–James, no creo que Snape...

–Los vi, Remus. –intervino Sirius–. Cuando Rosier le dio, sonrió a Snape como si él le hubiese dado la orden. Mira tío, no te sientas avergonzado por quien te haya podido ver. En la sala común sólo se habla de lo cerdo que ha sido Rosier, nadie habla de que te hayas caído o lo que sea.

James los miró a todos por fin. Tenía un cardenal en la mejilla derecha y el brazo en cabestrillo.

–Entonces, ¿no he hecho el ridiculo?

UNDER PRESSURE ● Marauders.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora