[xliv] a n i m a l s

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Sirius no dudó en acercarse a la chica pelirroja. Estaba leyendo un libro, o al menos fingiendo que lo hacía. Lily no solía quedarse en la biblioteca de normal, de hecho ella prefería llevarse los libros a la sala común, pero aquella no era la ocasión. Se sentó a su lado y le tocó el hombro, sin saber muy bien qué decir.

La muchacha se sobresaltó e intentó apresuradamente y en vano limpiarse las lágrimas de la cara. Lo miró un tanto asustada. Era sabido que ellos no se llevaban demasiado bien, pero cualquier persona decente hubiese acudido a ayudar.

–¿Qué lees?

–Nada importante. –dijo con la voz ahogada–. ¿Qué quieres?

–Ayudarte. Vamos a hacer una cosa. –Sirius no sabía qué hacer. No se le daba bien consolar a las personas y menos dar consejos, así que todo lo que intentase iba a ser en vano. Su plan era improvisar algo–. Levántate y nos vamos a dar una vuelta. Si quieres me cuentas lo que te ha pasado y si no damos un paseo.

–Muchas gracias, Sirius, pero tengo deberes que hacer y cosas que entregar pronto y...

–¿Qué os pasa a todos con los deberes últimamente? ¿Os pagan por hacerlos? –ella rió un poquito y lo miró otra vez–. ¿Tú no ves que no estás en disposición para hacer deberes?

–Tienes razón. Vamos a dar una vuelta entonces.

La muchacha se levantó y juntos salieron de la biblioteca.

A Sirius se le pasó por la cabeza más de una ocasión la posibilidad de que James los viese andando por el colegio. No estaba seguro de si iba a querer oír sus explicaciones, pero en aquel momento tampoco le dio mucha importancia.

Al principio Lily mantenía una distancia de un metro y medio de proximidad con Sirius, como si tuviese una especie de virus, pero a medida que pasaba el tiempo se iba acercando cada vez más. No le contó el motivo de su pena, pero no le costó adivinarlo tampoco. Mientras paseaban habían visto a Severus Snape rodeado de personas, incluido de Regulus, y la muchacha ni siquiera los saludó como hubiese hecho. Los dos chicos, Sirius y Snape, mantuvieron la mirada fija en los ojos del otro hasta que estuvieron ya lo bastante lejos. La de Severus estaba cargada de odio, y realmente a Sirius le divertía, puesto que la última broma que le gastaron fue un tanto molesta. Aún le quedaba un poco de pelo en las manos como residuo de aquella trastada.

La causa del enfado de Lily debió haber sido una discusión con Quejicus, sí.

–Con el pelo así te pareces más a tu hermano. –dijo ella una vez pasaron de largo–. ¿Te cansaste del pelo largo?

–Yo no, mi familia. Me lo cortaron ellos. –dijo pasándose la mano por el pelo, que ya estaba algo más largo, para apartarse el flequillo de los ojos.

–¿Por qué no te lo dejas corto? Tampoco te queda mal. ¿Quieres parecerte a Brian May?

–¿Brian May?

–El de la guitarra de Queen. –dijo con tono obvio bastante irritante.

–¿Queen?

–Me ofendes. -la muchacha se cruzó de brazos. En la sonrisa que le dibujó ya no había ni rastro de las lágrimas de antes–. ¿No has escuchado nunca Queen?

–No. He escuchado a Lou Reed, Elton John, los Beatles...

–Este verano estás obligado a escuchar Queen. Me lo agradecerás, créeme. –Sirius rió–. Creo que te voy a dejar ya. He quedado para pasear con Marlene ahora en nada. ¿Vienes?

La verdad era que no tenía ningunas ganas de verse con ella después de la conversación que habían tenido sobre su infidelidad, porque aunque estuviera perdonada, en teoría, el pan aún estaba demasiado caliente como para estar como siempre.

UNDER PRESSURE ● Marauders.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora